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[1037] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA, INSTRUMENTO DE HUMANIZACIÓN

Del Discurso Eccomi finalmente, a los obreros de Rosignano Solvay, en Livorno (Italia), 19 marzo 1982

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12. Y ahora permitid que me dirija a vosotros, los que participáis en este encuentro, a todos y a cada uno en particular. Al hacerlo así, pienso, al mismo tiempo, en vuestras familias, en vuestros niños, en vuestros hijos, en vuestras esposas, en vuestras madres, en vuestros enfermos, en todos vuestros seres queridos: conozco el lugar que ocupan en vuestro corazón; conozco el gran valor que representan para vosotros. Por ellos encontráis en la fatiga y en el trabajo de cada día la plena expresión y la medida espontánea de vuestro amor.

¡Amad a vuestras familias! Os lo repito ¡amadlas! Sed para ellas guías gozosos, luz segura, vigilantes tutores contra los gérmenes de la disgregación moral y social, que por desgracia conducen inexorablemente a la descomposición de tantos núcleos familiares.

¡Abrid vuestras familias a los valores sociales, a las exigencias del espíritu! La vida familiar debe ser experiencia de comunión y de participación. Lejos de encerrarse en sí misma, la familia está llamada a abrirse al ámbito social para hacerse –movida por el sentido de la justicia, de la preocupación por los demás y por el deber de la propia responsabilidad hacia la sociedad entera– instrumento de humanización y de personalización, servicio al prójimo en las múltiples expresiones de ayuda fraterna, defensa y tutela consciente de los propios derechos y deberes.

¡Abrid vuestras familias a Cristo y a su Iglesia! No en vano la familia cristiana ha sido definida “Iglesia doméstica”, “pequeña Iglesia”. Entre sus cometidos fundamentales está también el eclesial de dar testimonio de Cristo en el mundo: “pues ella está puesta al servicio de la edificación del reino de Dios en la historia, mediante su participación en la vida y en la misión de la Iglesia” (Familiaris consortio, 49), y está llamada a ser, cada día más, una comunidad creyente y evangelizadora, superando la tentación de vivir pasivamente la propia fe en la intimidad de las paredes domésticas.

Mantened viva y constante vuestra sensibilidad por el respeto de la justicia social en el mundo del trabajo, alimentándola y sosteniéndola con el amor que es “el vínculo de la perfección” (Col 3, 14).

[DP (1982), 90]