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[1073] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA ÉTICA DE LA VIDA FAMILIAR

Del Discurso J’ai pris connaissance, a los Obispos del Norte de Francia, en la visita ad limina, 9 octubre 1982

1982 10 09 0005

5. [...] Estáis preocupados al ver a numerosos jóvenes, esposos y esposas, alejarse de la Iglesia por razones de ética sexual.

Las exigencias morales forman parte evidentemente del hacer cristiano, como consecuencia coherente con la fe, con el Evangelio. Lo que es verdad en el plano de la caridad, de la justicia social, vosotros no temáis, en buen derecho, recordarlo a los cristianos. La ética de la vida familiar tiene también una importancia fundamental, aunque algunos quieran relegarla al campo de los asuntos privados, del espacio de “libertad” que pertenece a cada uno. Nosotros no tememos recordar las exigencias, señalar las situaciones anormales, pecaminosas y los cristianos deben poder comprenderlo. No obstante, incluso en este caso, más todavía que las normas, es necesario exponer la belleza, el aspecto saludable del ideal cristiano desde todos los puntos de vista: ¿no es él capaz de arrastrar a los esposos bien formados a una delicadeza de sentimientos y a una envidiable irradiación, como yo lo constataba recientemente a los Equipos de Nuestra Señora?

Pero en la medida en que la fe es cuestionada, el sentido del pecado queda difuminado o la autoridad de la Iglesia no es aceptada con confianza, más generalmente es cuando se quiere hablar al gran público formado por cristianos y no cristianos, sobre todo a través de los medios de comunicación social, es cierto que no puede contentarse con recordar las órdenes terminantes de la moral: ellas serían rechazadas en nombre de un cierto liberalismo o correrían simplemente el riesgo de no convencer. Es preciso, con el lenguaje claro que convenga, mostrar sin cesar el sentido de esta ética, coherente con una sana teología del cuerpo; es preciso promover, de hecho, el verdadero amor humano y el respeto a la vida. Es el amor auténtico el que dicta sus comportamientos, el que se da con exigencias. Importa que este amor recobre su lugar en las familias, en la sociedad. La familia debe guardar, revelar, comunicar el amor. Una sociedad no puede construirse sin estos valores, y ello a riesgo de llegar a la decadencia cuando los abandona. No se puede pues “bajar la guardia” delante de la ola que contesta hoy la moral familiar y reclama una libertad absoluta sin las responsabilidades del amor y de la vida humana. Es preciso, por el contrario, suscitar siempre el debate, con la esperanza de que seremos seguidos por hombres y mujeres de buena voluntad que comprendan la postura, al menos, por el bien de la sociedad, la dignidad y la dicha durable de las personas. Es preciso desear que los pastores, los laicos cristianos, las asociaciones, hagan todo lo posible para educar a las personas y a la opinión pública, para acompañar, con todas las iniciativas oportunas, a aquellos que tratan de informarse, de progresar. Y primeramente, al nivel de las convicciones ¿podríamos decir que la exhortación Familiaris consortio, donde he recogido el fruto del Sínodo, ha sido suficientemente estudiada y puesta en práctica?

[DP (1982), 316]