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[1086] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA EN EL CENTRO DE LA ACCIÓN PASTORAL DE LAS MISIONES EN LA ACTUALIDAD

Del Discurso Con animo colmo, a los Religiosos y Religiosas encargados de las “misiones populares” en Roma, 15 noviembre 1982

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5. Una indicación clara para la incisiva acción pastoral de las misiones en nuestros días es la opción por la familia, “Iglesia doméstica” (Lumen gentium, 11; Apostolicam actuositatem, 11), como lugar privilegiado para el anuncio del Evangelio. Decía Pablo VI en la Evangelii nuntiandi: “La familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia. Dentro, pues, de una familia consciente de esta misión, todos los miembros de la misma evangelizan y son evangelizados. Los padres no sólo comunican a los hijos el Evangelio, sino que pueden a su vez recibir de ellos este mismo Evangelio profundamente vivido... Una familia así se hace evangelizadora de otras muchas familias y del ambiente en que ella vive” (núm. 71).

También la parte de Iglesia donde vosotros anunciáis la Buena Nueva, mi querida diócesis de Roma, está haciendo todo esfuerzo por la pastoral familiar, como testimonia el “Congreso unitario diocesano”, que se celebró los días 18-20 del pasado mes de octubre sobre el tema “La familia, signo e instrumento de comunión para la comunidad”. Ante la situación de muchos cristianos de hoy, tentados por el agnosticismo, el racionalismo, el hedonismo, el consumismo, un cristianismo sociológico sin dogmas y sin moral objetiva, “la acción catequética de la familia tiene un carácter peculiar y en cierto sentido insustituible” (Catechesi tradendae, 68).

El “espacio sagrado” más idóneo para la psicología del hombre moderno parece ser la casa, como en los tiempos apostólicos, cuando los Apóstoles “en el templo y en las casas no cesaban todo el día de enseñar y anunciar a Cristo Jesús” (Act 5, 42; cf. Act 12, 12; 20, 20). Hay que buscar las raíces de la “Iglesia doméstica” precisamente en la actividad misionera de Jesús, que no tenía casa propia (cf. Mt 8, 20), pero frecuentemente visitaba las casas para conversar con sus oyentes sobre la Palabra de Dios (cf. Lc 19, 9-10; 5, 19; 10, 38; 7, 36).

Lo mismo que la casa sigue siendo el lugar ideal para salvaguardar en el plan humano la dignidad de la persona contra la invasión indiscreta y frecuentemente funesta de una sociedad de consumo, así también pueden convertirse en espacio idóneo para reavivar la fe las “paredes domésticas”, donde los padres, conscientes de su sacerdocio común, deben ser para sus hijos, con la palabra y el ejemplo, “los primeros predicadores de la fe” (Lumen gentium, 11). “La catequesis familiar precede, pues, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis” (Catechesi tradendae, 68).

“En cualquier casa que entréis, decid primero: La paz sea con esta casa. Si hubiera allí un hijo de la paz, descansará sobre él vuestra paz; si no, volverá a vosotros” (Lc 10, 5-6). En el clima familiar se puede entablar un “diálogo” espontáneo, que puede partir de lejos y tomar itinerarios imprevisibles, pero al fin llega siempre a establecer una confrontación con la Palabra de Dios y frecuentemente se transforma en oración ferviente, cuando los presentes se vuelven a descubrir como Pueblo de Dios, dispuestos a insertarse de nuevo, renovados, en la comunidad parroquial, que “debe seguir siendo la animadora de la catequesis... (y) una referencia importante para el pueblo cristiano, incluso para los no practicantes” (Catechesi tradendae, 67). En la parroquia se realiza la síntesis, indispensable para la salvación, entre evangelización y sacramentos: “La vida sacramental se empobrece y se convierte muy pronto en ritualismo vacío, si no se funda en un conocimiento serio del significado de los sacramentos. Y la catequesis se intelectualiza, si no cobra vida en la práctica sacramental” (Catechesi tradendae, 23).

[DP (1982), 340]