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[1139] • JUAN PABLO II (1978-2005) • RESPETO A LA VIDA Y AL MATRIMONIO

Del Discurso Con verdadero placer, a los Obispos de Honduras, en la visita ad limina, 26 noviembre 1983

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5. [...] Todo ello impone la puesta en práctica de un plan vocacional sistemático, como uno de los objetivos prioritarios de la Iglesia en vuestra Nación, a fin de buscar una progresiva solución a tan importante problema. En ese proyecto, asumido en primera persona por vosotros, habrá que comprometer e interesar a todas las fuerzas eclesiales: sacerdotes, personas de especial consagración y laicos, para que todos presten la colaboración posible en un objetivo que afecta tan vitalmente a cada miembro de la Iglesia.

Los ambientes de la parroquia, de las casas y centros religiosos, de la escuela, de los movimientos apostólicos, deberán ser sensibilizados con discreción y constancia. Y una labor decidida deberá ser desplegada en el ambiente de la familia, a fin de que no obstaculice, como sucede con frecuencia, la posible o incipiente vocación de uno de sus miembros, sino que la acoja con gozo, la favorezca y la ofrezca como un servicio generoso, aun sacrificado, a Dios y al bien de la misma sociedad.

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6. Al mencionar el tema de vocación y familia viene a mi mente ese amplio campo familiar que tanto importa a la Iglesia. Sé que también vosotros le dedicáis buena parte de vuestros mayores desvelos.

No quiero repetir aquí conceptos tratados en la Familiaris consortio, pero sí deseo alentaros en vuestro esfuerzo renovado en favor de la institución familiar y de su vida cristiana.

En concreto, os animo a proseguir vuestro deber pastoral, encaminado a formar correctamente las conciencias de los fieles, en lo referente al respeto absoluto de la vida concebida, aún no nacida. Sin que cualquier despenalización legal pueda nunca justificar moralmente un eventual atentado contra la vida naciente de un ser humano.

También las uniones formadas al margen del legítimo vínculo del matrimonio han de estar en vuestra constante solicitud de Pastores. Para educar a los futuros esposos sobre la responsabilidad con la que han de asumir y ser fieles a su nuevo estado, para ayudarles a valorar justamente la sacramentalidad del matrimonio y su unidad estable. Preservando los grandes valores de esa unión y defendiéndola contra los males que la amenazan; entre ellos, contra los estragos provocados por el alcoholismo, que asume a veces peligrosas dimensiones sociales.

[DP (1983), 267]

 

© Javier Escrivá-Ivars y Augusto Sarmiento. Universidad de Navarra