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[1180] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA VOCACIÓN DE LA FAMILIA CRISTIANA

De la Homilía en la Misa en el “Quidi Vidi Lake”, de Saint John’s (Canadá), 12 septiembre 1984

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6. En este momento presentamos una acción de gracias especial por nuestras familias cristianas. En unión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor, damos gracias al Padre “del que toda familia recibe su nombre”. Le damos gracias:

–Por todas las familias de Canadá que reflejan en su vida “la belleza y la grandeza de la vocación al amor y al servicio de la vida” (Familiaris consortio, 1).

–Por el amor profundo que se comunican mutuamente los esposos en la comunión de la vida conyugal, manteniendo viva en el mundo una imagen muy especial del amor de Dios.

–Por la vida de fidelidad mutua vivida por incontables matrimonios gracias al poder de la gracia sacramental.

–Por todos los matrimonios que tratan de responder generosamente al plan de Dios sobre el amor humano como lo ha delineado la Iglesia en las enseñanzas de la Humanae vitae y de la Familiaris consortio, y cuya vida conyugal está siempre abierta a nuevas vidas; por todos los que colaboran a educar a las familias en la planificación familiar natural.

–Por el servicio grande y único prestado por los padres proporcionando nuevos miembros al Cuerpo místico de Cristo.

–Por los esfuerzos hechos un día y otro por los padres y las madres para educar a sus hijos a la madurez cristiana.

–Por las familias que viven la esperanza cristiana en medio de sufrimientos, dolores y dificultades económicas.

–Por el compromiso de las familias a participar activamente en la misión de la Iglesia, de acuerdo con la enseñanza del Concilio Vaticano II, como comunidad creyente y evangelizadora, y comunidad en diálogo con Dios y al servicio del hombre.

–Por los esfuerzos de muchas familias cristianas encaminados a ayudar a los jóvenes a comprender la dignidad del matrimonio y a prepararse adecuadamente a esta vocación.

–Por el compromiso renovado de la Iglesia por proclamar y mostrar la santidad y unión de la familia y por el amor generoso de tantos sacerdotes y religiosos que dedican sus energías a la construcción de la vida familiar.

–Por los esfuerzos de las familias que han tenido problemas y dificultades, pero que han perseverado con la convicción de que el amor eterno e indestructible de Dios se expresa en la alianza indisoluble de su matrimonio sacramental.

–Por el testimonio especial de las enseñanzas de Cristo sobre la indisolubilidad del matrimonio, dado por tantos esposos que sufren el dolor de la separación, abandono o rechazo.

–Por la transmisión del mensaje evangélico en los hogares cristianos y por la evangelización que llevan a cabo las familias en su vecindad y lugares de trabajo.

–Por las numerosas familias que oran juntas y sacan fuerzas de la alabanza de Dios.

–Por las familias que abrazan la cruz y con gozo cristiano toman parte en el misterio pascual del Señor Jesús.

–Sí, damos gracias y alabamos a Dios nuestro Padre por todas las familias cristianas –y son enorme legión– que escuchan estas palabras de vida de Jesucristo su Hijo: “Alumbre vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo” (Mt 5, 16).

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7. Respondan todas las familias cristianas del mundo y nosotros también a nuestra vocación cristiana, cada uno según los dones recibidos.

[DP (1984), 259]