1986 01 29 0001

[1.–] A los recién casados va mi cordial saludo. Al celebrar el matrimonio cristiano, habéis prometido plantear vuestra unión en la concordia y en la paz, como condición fundamental para una vida armoniosa de pareja y de familia. Con esto sois verdaderamente signo de Dios. Efectivamente, el Dios del amor, que ha bendecido vuestro pacto, es el Dios de la vida, para la cual os ha elegido con el fin de que seáis sus colaboradores, y por ello mismo se revela como el Dios de la paz. Él nos enseña que toda existencia florece únicamente cuando se desea y acoge en una atmósfera de paz. Esta gracia la concede a cuantos, como vosotros, asumen su compromiso como dimensión de la vida propia y de otros. Os sirvan de estímulo y apoyo estas verdades, porque es grande la obra que os espera y que redundará, si la realizáis bien, en beneficio de la comunidad de los hombres. Os acompañe mi Bendición.

[OR (ed. esp.), 2-II-1986, 4]