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[1253] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL HOMBRE Y LA MUJER, CREADOS A IMAGEN DE DIOS

Del Discurso Il simbolo, en la Audiencia General, 9 abril 1986

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4. Sigue luego el acto creador. “Dios creó al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó varón y mujer” (Gén 1, 27). En esta frase impresiona el triple uso del verbo “creó” (barà), que parece dar testimonio de una especial importancia e intensidad del acto creador. Esta misma indicación parece que debe deducirse también del hecho de que, mientras cada uno de los días de la creación se concluye con la anotación: “Vio Dios ser bueno”(cfr. Gén 1, 4. 10. 12. 18. 21. 25.) después de la crea ción del hombre, el sexto día, se dice que “vio Dios ser muy bueno cuanto había hecho” (Gén 1, 31).

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5. La descripción más antigua, la “jahvista” del Génesis 2, no utiliza la expresión “imagen de Dios”. Ésta pertenece exclusivamente al texto posterior, que es más “teológico”.

A pesar de esto, la descripción jahvista presenta, si bien de modo indirecto, la misma verdad. Efectivamente, se dice que el hombre, creado por Dios-Yahvé, al mismo tiempo que tiene poder para “poner nombre” a los animales (cfr. Gén 2, 19-20), no encuentra entre todas las criaturas del mundo visible “una ayuda semejante a él”, es decir, constata su singularidad. Aunque no hable directamente de la “imagen” de Dios, el relato del Génesis 2 presenta algunos de sus elementos esenciales: la capacidad de autoconocerse, la experiencia del propio ser en el mundo, la necesidad de colmar su soledad, la dependencia de Dios.

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6. Entre estos elementos, está también la indicación de que hombre y mujer son iguales en cuanto a naturaleza y dignidad. Efectivamente, mientras que ninguna criatura podía ser para el hombre “una ayuda semejante a él”, encuentra tal “ayuda” en la mujer creada por Dios-Yahvé. Según el Génesis 2, 21-22, Dios llama a la mujer a la existencia, sacándola del cuerpo del hombre: de “una de las costillas del hombre”. Esto indica su identidad en la humanidad, su semejanza esencial, aun dentro de la distinción. Puesto que los dos participan de la misma naturaleza, ambos tienen la misma dignidad de persona.

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7. La verdad acerca del hombre creado a “imagen de Dios” retorna también en otros pasajes de la Sagrada Escritura, tanto en el mismo Génesis (“el hombre ha sido hecho a imagen de Dios”: Gén 9, 6), como en otros Libros Sapienciales. En el libro de la Sabiduría se dice: “Dios creó al hombre para la inmortalidad, y lo hizo a imagen de su propia naturaleza” (2, 23). Y en el Libro del Sirácida leemos: “El Señor formó al hombre de la tierra y de nuevo le hará volver a ella... Le vistió de la fortaleza a él conveniente y le hizo según su propia imagen” (17, 1. 3).

El hombre, pues, es creado para la inmortalidad, y no cesa de ser imagen de Dios después del pecado, aun cuando esté sometido a la muerte. Lleva en sí el reflejo de la potencia de Dios, que se manifiesta sobre todo en la facultad de la inteligencia y de la libre voluntad. El hombre es sujeto autónomo, fuente de las propias acciones, aunque manteniendo las características de su dependencia de Dios, su Creador (contingencia ontológica).

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8. Después de la creación del hombre, varón y mujer, el Creador “los bendijo, diciéndoles: ‘Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces... y sobre las aves... y sobre todo cuanto vive’” (Gén 1, 28). La creación a imagen de Dios constituye el fundamento del dominio sobre las otras criaturas en el mundo visible, las cuales fueron llamadas a la existencia con miras al hombre y “para él”.

Del dominio del que habla el Génesis 1, 28, participan todos los hombres, a quienes el primer hombre y la primera mujer han dado origen. A ello alude también la redacción jahvista (Gén 2, 24), a la que todavía tendremos ocasión de retornar. Transmitiendo la vida a sus hijos, hombre y mujer les dan en heredad esa “imagen de Dios” que fue conferida al primer hombre en el momento de la creación.

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9. De este modo el hombre se convierte en una expresión particular de la gloria del Creador del mundo creado. “Gloria Dei vivens, homo, vita autem hominis visio Dei”, escribirá San Ireneo (Adv. Haer. IV, 20, 7). El hombre es gloria del Creador en cuanto ha sido creado a imagen de Él y especialmente en cuanto que accede al verdadero conocimiento del Dios viviente.

En esto encuentran fundamento el particular valor de la vida humana, como también todos los derechos humanos (que hoy se ponen tan de relieve).

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10. Mediante la creación a imagen de Dios, el hombre es llamado a convertirse entre las criaturas del mundo visible, en un portavoz de la gloria de Dios, y en cierto sentido, en una palabra de su gloria.

La enseñanza sobre el hombre, contenida en las primeras páginas de la Biblia (Gén 1), se encuentra con la revelación del Nuevo Testamento acerca de la verdad de Cristo, que, como Verbo Eterno, es “imagen de Dios invisible”, y a la vez “primogénito de toda criatura” (Col 1, 15).

El hombre creado a imagen de Dios adquiere, en el plan de Dios, una relación especial con el Verbo, Eterna Imagen del Padre, que en la plenitud de los tiempos se hará carne. Adán –escribe San Pablo– “es tipo del que había de venir” (Rom 5, 14). En efecto, “a los que de antes conoció (Dios Creador)... los predestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo, para que Éste sea el primogénito entre muchos hermanos” (Rom 8, 29).

[DP (1986), 80]