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[1266] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LOS VALORES DE LA FAMILIA CRISTIANA

Del Discurso Dans les visites, a los Obispos de Burkina Faso y Níger, en la visita ad limina, 14 junio 1986

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4. La promoción del sacerdocio es un instrumento principal; pero el objetivo es formar la fe de todo el pueblo cristiano. Conozco el celo que desplegáis en ese campo. En concreto –y me alegro de saberlo–, vuestros cristianos tienen cada vez mayor acceso a la Palabra de Dios, en una lengua comprensible; son introducidos en una liturgia renovada, expresiva, digna del misterio que celebra; el número de los catequistas sigue creciendo, y vosotros os ocupáis de su formación y de su papel actual en las comunidades; los seglares en general asumen las responsabilidades que les corresponden en las comunidades de base, en los movimientos de oración y de apostolado. En resumen: vuestra Iglesia se va haciendo cargo cada vez más de sí misma.

Pienso con vosotros en dos sectores que exigen una solicitud pastoral especial: el apoyo a las familias cristianas y la formación de los jóvenes en la vida cristiana –estos jóvenes que son tan numerosos y que se hallan frecuentemente desamparados–.

Constatáis, por una parte, que ciertas costumbres tradicionales, difíciles de conciliar con la ética cristiana, vuelven a ser apreciadas entre vosotros, y, por otra, que se va divulgando una forma de neo-paganismo, con mutaciones socio-culturales debidas a ciertos progresos técnicos, a cierto clima materializado, se cularizado, que también atraviesa el mundo occidental. La estructura familiar se siente sacudida, su unidad amenazada, las tendencias al individualismo, al interés personal y al placer se acentúan, cierto espíritu crítico siembra la duda. Lo cual equivale a decir que es preciso reforzar, en los esposos o de quienes se preparan al sacramento del matrimonio, sus convicciones sobre la unidad, la indisolubilidad, la fecundidad del matrimonio cristiano, mostrándoles que con la gracia de Cristo es posible vivir estas exigencias, que dan a su hogar una solidez, un resplandor, un testimonio sin igual y que coronan los valores positivos de la cultura africana.

Es preciso además hacer que los jóvenes de los institutos y de los colegios puedan dar cuenta de la fe que han recibido mediante el trabajo adecuado de consejeros espirituales. Este aspecto resulta aún más necesario en las condiciones actuales, en las cuales algunos de ellos pueden temer dar testimonio de su fe, para asegurar su futuro. Es conveniente librarlos del temor a través de una adhesión gozosa a Jesucristo y a la Iglesia, vivida en comunidades dinámicas.

[OR (ed. esp.) 21-IX-1986, 6]