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[1279] • JUAN PABLO II (1978-2005) • FAMILIA, JUVENTUD Y VOCACIONES

Del Discurso La commemorazione, al Clero, Religiosos, Religiosas y Miembros de Vida Consagrada, en la Catedral de Aosta (Italia), 7 septiembre 1986

1986 09 07 0004

4. c) Quisiera recomendaros, por fin, la “pastoral familiar y juvenil”, con particular atención al cuidado de las vocaciones a una consagración especial.

Se puede afirmar que la familia es hoy el problema realmente fundamental de la pastoral. Las condiciones psicológicas, económicas y sociales de la familia exigen, en efecto, un cuidado específico y constante. La familia es el núcleo central de la Iglesia y de la sociedad, y no puede ser una célula aislada, una mónada separada y autónoma. La familia sufre el influjo del ambiente externo y, al mismo tiempo, contribuye a orientarlo y a cualificarlo. Por ello es preciso dedicar con gran amor el propio tiempo y las propias fatigas a la formación de los jóvenes al matrimonio y al cuidado de la familia.

Conocemos los factores sociales y políticos que inciden hoy negativamente en los núcleos familiares: la desocupación, la falta de casa o de ambientes adecuados, la escasez del salario, la fragilidad de carácter causada por las costumbres al uso, la inestabilidad y la emotividad producida por los medios de comunicación y por las vicisitudes políticas, y tantos otros elementos aconsejan dedicarse a la familia con sensibilidad y caridad extremas, para hacer que se comprenda y se acepte la voluntad de Dios sobre la existencia del hombre y de la mujer en el designio de la Providencia. Un amor fiel, exclusivo, generoso supone una intensa vida espiritual, profundas convicciones doctrinales y un ejercicio valiente de la ascética y de la caridad.

En nuestra sociedad, junto a corrientes negativas, se nota cada día más una profunda necesidad de certeza, un ardiente deseo de amor puro y estable, una viva ansia de verdad y, por tanto, de seriedad y coherencia. Los jóvenes, sobre todo, sienten la desilusión de las perspectivas y de las conquistas exclusivamente humanas y terrenas y la necesidad de puntos de apoyo estables y seguros. La pastoral juvenil debe, pues, considerar aten tamente esta aspiración íntima del alma del joven y no temer pedir demasiado. Estamos en un momento histórico cargado de tensiones espirituales y culturales, en el que se percibe en todo su grandioso valor el sentido de las palabras de Cristo: “Quien pierda su vida por mi causa, la encontrará” (Mt 10, 39).

[OR (ed. esp.) 21-IX-1986, 9]