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[1319] • JUAN PABLO II (1978-2005) • COORDENADAS ESENCIALES PARA LA PASTORAL FAMILIAR

Del Discurso In der liebe, a los Obispos austríacos, en la visita ad limina, 19 junio 1987

1987 06 19 0005

5. El problema delineado por el Concilio Vaticano II para la renovación eclesial continúa siendo la tarea pastoral preferente de la Iglesia a finales de este segundo milenio cristiano. En ese sentido, se trata sobre todo de una renovación interna que conduzca a reanimar y profundizar la vida espiritual de los creyentes, en la fidelidad a Cristo y a su Evangelio. En vuestra condición de Pastores del Pueblo de Dios, vosotros tenéis el deber de exponer auténticamente, en comunión con el Sucesor de Pedro, las enseñanzas del Concilio, impedir interpretaciones equivocadas y falsas conclusiones y aplicar con prudencia y paciencia en vuestras diócesis y comunidades las decisiones conciliares.

Aceptad con especial sentido de responsabilidad vuestro ministerio en favor de la unidad de la Iglesia, sobre todo en una época “en que no sufrirán la sana doctrina; antes, por el prurito de oír, se amontonarán maestros, conforme a sus pasiones” (2 Tim 4, 3). La protección y formación de las familias cristianas ha sido y continúa siendo elemento básico en cualquier otro trabajo pastoral. Las coordenadas esenciales para esa tarea se hallan expuestas de forma vinculante en la Exhortación Apostólica Familiaris consortio, basada en el Sínodo de los Obispos de 1980; en ella se asumen y desarrollan las posiciones sobre cuestiones de moral sexual y moral matrimonial adoptadas por Pablo VI, según toda la tradición de la fe, en la Encíclica Humanae vitae. No se puede dudar de la validez de las normas morales allí expuestas. Aunque sea comprensible que, cuando apareció la Encíclica, se manifestase cierta desorientación, reflejada incluso en algunas declaraciones episcopales, el desarrollo posterior de los acontecimientos ha demostrado cada vez con mayor énfasis la intrepidez profética de las orientaciones de Pablo VI; que es taban animadas por la sabiduría de la fe. Se ve cada vez más claramente que resulta insensato querer superar el aborto fomentando la contracepción. La invitación a la práctica de la contracepción como una forma supuestamente “inocua” de la relación recíproca de los sexos, no constituye sólo una negociación solapada de la libertad moral del hombre, sino que fomenta además una comprensión de la sexualidad despersonalizada y orientada únicamente al momento pasajero; así se da pábulo en definitiva a la mentalidad que está en el origen del aborto y de la que éste continúa nutriéndose. Por otra parte, no desconoceréis ciertamente que en los métodos más recientes, los límites entre contracepción y aborto son muy difíciles de precisar.

En razón del bien del hombre se debe custodiar además la indisolubilidad del matrimonio, el carácter definitivo del “sí” originado en el amor. El no de la Iglesia a la recepción de sacramentos por parte de las personas divorciadas que hayan vuelto a casarse no es expresión de falta de misericordia, sino defensa del amor y defensa de la fidelidad... Por lo demás no hay que quedarse sólo en el no. Aunque éste sea irrevocable en el terreno de lo sacramental, ello mismo otorga una importancia enorme a la solicitud pastoral hacia esos miembros de nuestras comunidades que viven en situaciones difíciles; éstos deben sentir del modo más concreto posible que el amor de la Iglesia sigue sosteniéndolos aún más debido precisamente a su situación. “Cuando un miembro sufre, sufren también los otros” (1 Cor 12, 26). Entonces y sólo entonces comprenderán también esos cristianos que se les excluya de la comunión y podrán aceptarlo interiormente (cfr. Familiaris consortio, 84).

[DP (1987), 116]