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[1341] • JUAN PABLO II (1978-2005) • ATENCIÓN PASTORAL A LA INSTITUCIÓN FAMILIAR

Del Discurso Me complace, a los Obispos de Puerto Rico, en la visita ad limina, 28 octubre 1988

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5. Particular cuidado a vuestra solicitud de Pastores han de merecer los movimientos apostólicos, cuyo dinamismo ha de tener su fuente en la fuerza de la fe y en la vida sacramental.

Bien sabéis que “el apostolado de los laicos brota de la misma esencia de su vocación cristiana” (Apostolicam actuositatem, 2). Ellos, convenientemente asistidos por los sacerdotes, han de trabajar –individualmente o legítimamente asociados– para atraer a la Iglesia a aquellos hermanos cuya fe se ha debilitado o que se encuentren alejados de ella. Igualmente, los seglares han de prestar su colaboración generosa en las tareas parroquiales y diocesanas: en la catequesis, en la asistencia caritativa, en la promoción social y humana. Mas, sobre todo, han de dar testimonio de vida cristiana para que sus familias sean –como señala el Documento de Puebla– el “primer centro de evangelización” (n. 617).

Por otra parte, no se os ocultan ciertamente, queridos hermanos, los riesgos y peligros que acechan a la institución familiar. Factores de diversa índole han contribuido a que, en nuestra época, ciertos principios que son básicos para la estabilidad familiar se vean seriamente amenazados.

En efecto, una difundida mentalidad divorcista que quiere evitar compromisos definitivos, así como las reprobables prácticas anticoncepcionales y la violación del don de la vida mediante el aborto, todo ello divulgado también por unos medios de comunicación social que no siempre promueven los verdaderos valores humanos y del espíritu, hace que vayan en aumento los casos de dolorosas situaciones familiares que tantos y tan graves problemas suscitan.

Tarea ineludible de la pastoral familiar será, por consiguiente, continuar inculcando en los cónyuges cristianos una valoración cada vez mayor de la vida, pues al engendrar un hijo los esposos han de ser conscientes de que están colaborando íntimamente con el plan creador de Dios. La paternidad responsable que defiende la doctrina católica ha de ser fuente de orientación clara y de espiritualidad cristiana para los esposos. Dicha doctrina no podrá, en ningún caso, ser representada en sentido reductivo, haciéndola casi sinónimo de lo contrario, es decir, de ausencia de paternidad y maternidad. En una palabra, el matrimonio cristiano, sacramento instituido por Jesucristo, ha de significar siempre un “sí” a la vida.

[E 48 (1988), 1692-1693]

 

© Javier Escrivá-Ivars y Augusto Sarmiento. Universidad de Navarra