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[1344] • JUAN PABLO II (1978-2005) • VALOR PROFÉTICO DE LA “HUMANAE VITAE”

De la Alocución Si rinnova per noi, a los Cardenales y Prelados de la Curia Romana, 22 diciembre 1988

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4. Este año se ha cumplido el vigésimo aniversario de la publicación de la Encíclica Humanae vitae: La Santa Sede, en colaboración con los Episcopados de los distintos países, ha sentido el deber de recordar el particular testimonio sobre la verdad del hombre y del amor humano, que el Papa Pablo VI, en julio de 1986, ofreció al mundo con ese valiente Documento. El Pontificio Consejo de Familia ha promovido al respecto un encuentro de Representantes de Conferencias Episcopales, quienes han reflexionado sobre la función, hoy particularmente urgente, del amor conyugal como don de Dios confiado a la responsabilidad del hombre y de la mujer. La Iglesia, al recordar a los esposos esta verdad fundamental, no hace más que recordarles el sentido de su dignidad personal y de los riesgos a los que está expuesta. Los extraordinarios progresos de la ciencia y de los resultados que, basándose en ellos, va obteniendo la tecnología en el campo de la bioética, al mismo tiempo que ofrecen perspectivas terapéuticas impensables hasta ayer, llevan también consigo graves peligros de “degradación” de la persona, pues algunas de sus aplicaciones suponen la convicción de que la persona no ha de ser fruto del amor de dos seres humanos llamados a participar –en la comunión indisoluble del vínculo matrimonial– en el poder creador de Dios, sino que puede ser un simple “producto” de la técnica.

En este sentido, se ha revelado con creciente claridad a lo largo de estos años el valor profético de la Encíclica Humanae vitae, cuyos pasos quiso seguir la Exhortación Apostólica Familiaris consortio. Está en juego la defensa de lo “humano” en una de sus dimensiones esenciales. No hay progreso auténtico cuando lo “humano” está amenazado. Por lo demás, el creyente sabe que el garante más fiable de la dignidad de la persona es Dios mismo, quien al crear al hombre, ha imprimido en él su propia imagen.

El hombre contemporáneo oye múltiples voces a este respecto. Las interpretaciones que se le dan sobre su naturaleza y su destino muchas veces contrastan entre sí. El resultado es un difuso sentimiento de extravío, que normalmente acaba en la falta de compromiso personal y en la aceptación de los modelos de comportamiento que propaga la moda del momento. Cuando éstos llegan a tocar aspectos fundamentales de lo “humano”, la dignidad misma de la persona es puesta en tela de juicio, es acechada, y muchas veces queda también comprometida. El comportamiento, sobre el que la Humanae vitae ha dado orientaciones precisas, está unido estrechamente a uno de estos aspectos fundamentales de lo “humano”. El que la Encíclica siga encontrando incomprensiones y críticas, pone de manifiesto lo necesario que es continuar favoreciendo la comprensión de la profundidad substancial del problema. De aquí el esfuerzo de la Iglesia, que advierte toda la gravedad de esta situación y no se retrae de sus responsabilidades como madre y maestra.

[E 49 (1989), 71-72]