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[1346] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA TRAGEDIA DE LA MORTALIDAD INFANTIL

Del Discurso Me complace, a la dirección de la UNICEF para América Latina y  el Caribe, 12 enero 1989

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[3.–] Al hablar del escandaloso problema de la mortalidad infantil, os decía en el Mensaje cuaresmal: “...las víctimas se cuentan por decenas de miles cada día. Unos niños mueren antes de nacer y otros tras una corta y dolorosa existencia consumida trágicamente por enfermedades fácilmente prevenibles”.

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[4.–] “Investigaciones serias muestran que, en los países más cruelmente azotados por la pobreza, es la población infantil la que sufre el mayor número de muertes... Un alto porcentaje de niños mueren prematuramente, otros quedan lisiados en tal grado que se ve comprometido su desarrollo físico y psíquico, y tienen que luchar en condiciones de injusta desventaja para sobrevivir y ocupar un puesto en la sociedad”.

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[5.–] “Las víctimas de esta tragedia son los niños engendrados en situación de pobreza causada muy a menudo por injusticias sociales; son también las familias, carentes de los recursos necesarios, que lloran inconsolables la muerte prematura de sus hijos”.

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[6.–] Ante esta tragedia de la mortalidad infantil, que también azota tan cruelmente a los países de América Latina y del Caribe, así como a otros países en vías de desarrollo, todos estamos llamados a unir esfuerzos para preservar la vida, incluso antes de nacer, y a ofrecer asimismo a todos los niños los recursos necesarios para el crecimiento físico y espiritual, al que todo ser humano tiene un derecho inalienable.

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[7.–] Me alegra saber que algunos programas de la Pastoral Social de la Iglesia se coordinan con éxito con las iniciativas y acciones de UNICEF, como son, entre otros, los programas de vacunación, agua potable, alimentación adecuada.

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[8.–] Se hace necesario, pues, trabajar de modo intenso y capilar a nivel de familias. Es en el núcleo familiar donde, antes del nacimiento, deben hacerse los preparativos adecuados para acoger con amor, responsabilidad y ternura a cada niño y niña que viene a este mundo. A los padres y madres de familia se les debe procurar toda la formación y los medios indispensables que les permitan asegurar el desarrollo completo y normal de sus hijos.

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[9.–] Por eso, invito una vez más a la comunidad familiar, así como a la sociedad en general, a crear condiciones permanentes que favorezcan cada vez mejor el sano crecimiento de los niños.

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[10.–] ¡América Latina, Continente de la esperanza, en los niños que nacen y crecen hoy funda la firme esperanza del mañana!

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[11.–] A vosotros, profesionales y apóstoles de la infancia, os aliento a continuar con entusiasmo y sin desfallecer en vuestra tarea de interesar y comprometer a todos los grupos sociales y a las diversas instancias de la vida pública a trabajar por el bienestar integral de la infancia; a mantener y mejorar cada día más una cultura de la vida que respete todos los principios éticos; a asegurar a los niños, especialmente a los más pobres y desprotegidos, las condiciones necesarias para que puedan insertarse convenientemente en la sociedad.

[E 49 (1989), 159]

 

© Javier Escrivá-Ivars y Augusto Sarmiento. Universidad de Navarra