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[1357] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA CRISTIANA, “IGLESIA DOMÉSTICA”

Del Discurso Me complace, a los Obispos de Chile, en la visita ad limina,  10 marzo 1989

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7. Amados Hermanos, es en el seno de las familias cristianas donde nacerán las vocaciones con que Dios bendecirá a vuestras Iglesias particulares. Por consiguiente, se hace preciso dar especial impulso y atención a la pastoral familiar. Sé que en este campo hacéis muchos esfuerzos y os aliento a continuarlos. ¡Qué grato es al Señor ver que la familia cristiana es verdaderamente una “iglesia doméstica”, un lugar de oración, de transmisión de la fe, de aprendizaje a través del ejemplo de los mayores, de actitudes cristianas sólidas, que se conservarán a lo largo de toda la vida como el más sagrado legado! Se dijo de Santa Mónica que había sido “dos veces madre de Agustín”, porque no sólo lo dio a luz, sino que lo rescató para la fe católica y la vida cristiana. Así deben ser los padres cristianos: dos veces progenitores de sus hijos, en su vida natural, y en su vida en Cristo y espiritual. Preocupaos de instruir a los padres de familia para que prontamente lleven a sus hijos a la fuente bautismal, para que se preocupen oportunamente de que reciban la debida preparación para la primera Comunión y la Confirmación, y para que se acerquen a estos sacramentos sin excesiva demora. Que las familias cristianas reciban a los hijos con inmenso amor, y que jamás, por ningún motivo, haya quien se atreva a atentar contra la vida del aún no nacido.

No puedo dejar de referirme también a los jóvenes. Vosotros sabéis cuán grande es mi preocupación por los jóvenes. El gran educador que fue S. Juan Bosco –cuyo centenario acabamos de celebrar– estaba convencido de que la juventud de una persona es el periodo clave para el desarrollo que alcanzará más tarde, cuando sea adulto. Esa persuasión está confirmada por la experiencia de todos nosotros. Por eso os ruego, queridos Hermanos, que alentéis a vuestros sacerdotes, religiosos, religiosas y agentes de pastoral a desplegar un intenso apostolado entre la juventud. Que se comunique a los jóvenes un amor entusiasta y ardiente por Cristo, como lo tuvieron las Beatas Teresa de los Andes y Laurita Vicuña. Que los jóvenes –bien instruidos en los contenidos esenciales de la fe– aprendan a mirar todas las cosas desde la perspectiva del Evangelio. Que se formen en las virtudes humanas de la reciedumbre, la responsabilidad, la laboriosidad, la sinceridad y la generosidad. Que aprendan a amar la virtud de la pureza y a luchar con denuedo contra la influencia de los medios que comercializan el sexo y exaltan el erotismo con el falso espejismo de ser más libres. Dice la Escritura: “¿Cómo mantendrá el joven la limpieza de su camino? Guardando, (Señor), tu palabra” (15).

[E 49 (1989), 511]

15. Sal. 119,9.

 

© Javier Escrivá-Ivars y Augusto Sarmiento. Universidad de Navarra