[1361] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA LABOR EVANGELIZADORA DE LA FAMILIA
Del Discurso Doy fervientes gracias, a los Obispos de Costa Rica, en la visita ad limina, 21 abril 1989
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7. Frente al vasto campo del apostolado con miras a la nueva evangelización de la sociedad costarricense, no podemos olvidar el papel que en ello ha de desempeñar el laicado católico. A Dios gracias, son muchos los hombres y mujeres comprometidos, que conscientes de sus compromisos bautismales y responsabilidades eclesiales, están prestando un servicio encomiable en tantos sectores de la acción pastoral, en modo particular en aquellas circunscripciones eclesiásticas que cuentan todavía con escaso clero y en las cuales la presencia de los laicos es imprescindible para la evangelización y la catequesis.
A este respecto son de alabar las iniciativas surgidas en Costa Rica para la creación de Escuelas e Institutos destinados a la formación de laicos cristianos. Éstos han de ser conscientes de que también a ellos va dirigida la llamada universal a la santidad como exigencia de su misma vocación cristiana, que es también vocación al apostolado. Ellos han de ser fermento de vida cristiana en todos los ambientes donde viven, donde trabajan, donde actúan.
Dentro de ese inmenso campo, la pastoral familiar ha de ocupar un lugar preferente. Si ha de hacerse una nueva Evangelización de la sociedad, necesariamente habrá de iniciarse en la familia. “El ministerio de evangelización de los padres cristianos es original e insustituible y asume las características típicas de la vida familiar, hecha, como debería estar, de amor, sencillez, concreción y testimonio cotidiano” (14).
Conscientes de su responsabilidad, los cónyuges cristianos han de dedicar sus mejores esfuerzos a la atención de sus hijos. Dios le llama a la santidad ahí, en el fiel cumplimiento de su “original e insustituible” ministerio como padre y madre. Ese esfuerzo conjunto por formar cristianamente a los hijos será también un estímulo seguro para el crecimiento del amor conyugal.
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8. La labor evangelizadora realizada por los padres con sus hijos ha de ser completada en las diversas instituciones educativas y en las parroquias. Los colegios y las universidades deben estar en condiciones de realizar esa tarea; no sólo las clases de Religión, sino todas las actividades deben estar informadas por el espíritu cristiano.
Junto a la pastoral familiar, ocupará una parte importante de vuestros desvelos la atención a los niños y a los jóvenes, esperanza de la Iglesia. De ellos –y, por tanto, de su formación– depende que esa nueva Evangelización florezca en un tercer milenio verdaderamente cristiano. Sé que, en Costa Rica –así lo noté cuando estuve con ellos– los jóvenes tienen un espíritu generoso, dispuesto a abrirse frente a los grandes ideales. No dejéis de planteárselos; ellos también participan de la única misión de la Iglesia y han de estar dispuestos a llevar a cabo esta nueva Evangelización de América.
Como consecuencia de esa intensa labor de evangelización, todas las nobles actividades humanas serán penetradas en profundidad por el espíritu de Cristo. El mundo del trabajo, los medios de comunicación social, el mundo de la cultura en sus variadas manifestaciones, la política, el mundo de las finanzas y cualquier otro trabajo humano, se transformarán: sus “estructuras de pecado” serán vencidas “–presupuesta la ayuda de la gracia divina– con una actitud diametralmente opuesta: el empeño por el bien del prójimo con la disponibilidad, en sentido evangélico, a “perderse” en favor del otro en vez de explotarlo, y a “servirlo” en vez de oprimirlo para el propio provecho” (15).
“Conviene subrayar –he escrito en la Encíclica “Sollicitudo rei socialis”– el papel preponderante que corresponde a los laicos, hombres y mujeres... A ellos corresponde animar con empeño cristiano, las realidades temporales y, en ellas, mostrar que son testigos y operadores de paz y de justicia” (16).
[AAS 81 (1989), 1155-1157 ]