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[1363] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FIDELIDAD AL VÍNCULO INDISOLUBLE DEL MATRIMONIO

De la Homilía en la Misa de la Beatificación de Victoria Rasoamanarivo, en Antananarivo (Madagascar), 30 abril 1989

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3. A los cristianos de hoy, Victoria enseña cómo vivir el propio bautismo. Adolescente, educada por las religiosas de San José de Cluny, prepara con seriedad su ingreso en la Iglesia. Al descubrir los mandamientos, se decide inmediatamente a observarlos y a luchar contra el pecado. Practica la obediencia a la ley de Dios en una gozosa libertad interior, como aquel que ama. Así acepta la vida nueva que le ha sido dada. El sacramento del bautismo significa verdaderamente para ella dejarse dominar por la presencia de Cristo resucitado. Su conversión es tan libre y pura que da la impresión, desde el comienzo, de que es cristiana en todo su ser. La confirmación terminará haciendo de ella una fiel, un “templo del Espíritu Santo”, como dice el Apóstol.

Pedimos a Victoria que ayude a los hijos y a las hijas de Madagascar a recibir el don de la fe de la forma generosa como ella lo ha recibido; le pedimos que atraiga a los hermanos y a las hermanas malgaches a depositar toda su vida bajo la luz de Cristo, que ilumina a los bautizados, guía sus decisiones, los sostiene en el sufrimiento y los acompaña en la alegría.

Tomad también ejemplo de ella en descubrir su profundo amor a la Misa, a la cual jamás quería faltar. La comunión con el Cuerpo de Cristo es el verdadero alimento del bautizado, dado que es el encuentro más íntimo con el Señor: Él se ha hecho pan de vida para que pudiéramos participar de su vida. Él se entrega en la comunión para que nuestros lazos fraternos sean reforzados y ampliados por medio de su presencia de amor. Ha querido que su sacrificio fuera celebrado en todos los tiempos a fin de que todas las generaciones se ofrecieran, en Él, al Padre la salvación y la reconciliación de las gentes.

Sabemos también qué valiente fidelidad ha demostrado Victoria al sacramento del matrimonio, a pesar de las pruebas inherentes al mismo. Su compromiso había sido sellado ante Dios y, por tanto, no aceptaba someterlo a discusión. Con el apoyo de la gracia, respetó a su esposo a despecho de todos y le conservó su amor; con el deseo ardiente de que se volviera al Señor y se convirtiera; le fue reservado el consuelo de ver, al final, que su marido aceptaba el bautismo.

Hermanos y hermanas, siguiendo el ejemplo de Victoria, no dejéis jamás de ir a beber en la fuente de agua viva de los sacramentos: Son los dones inagotables de Cristo a su Iglesia. [...]

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7. Reconocéis en vuestra primera beata las cualidades tradicionales de vuestro pueblo. Muchos testigos han descrito su paciencia, no una resignación o una huida ante las dificultades, sino una actitud profundamente serena ante lo que entristece o hiere, incluso ante el mal que se condena. Su inagotable paciencia reforzaba su convencimiento cristiano para permanecer fiel al vínculo indisoluble del matrimonio, a pesar de las humillaciones y de los sufrimientos que debía soportar. Impresionaba a los que se acercaban a ella por la alegría interior que reflejaba. Conservaba una confianza optimista, incluso en los momentos más inquietantes. Jamás se separó de los lazos ancestrales de solidaridad que en su pueblo unen a todas las personas y a toda la sociedad; hacía que floreciera en sí misma la espiritualidad natural de los malgaches.

Y con toda la riqueza de su personalidad es como Victoria ha dado su adhesión sin reservas a la fe. La intimidad con Cristo y los dones de su gracia la han conducido a situar muy alto sus virtudes humanas. Admiramos en ella a una mujer a la que se le ha permitido unir maravillosamente lo que ha recibido de la tradición y de la cultura malgache con lo que ha recibido de la luz del Evangelio. En su sencillez espontánea, es un magnífico ejemplo para vuestra comunidad cristiana deseosa de revalorizar lo mejor de su herencia en un fecundo encuentro con la gracia del bautismo. Creo que la santidad de Victoria podrá iluminar en profundidad los estudios que estáis haciendo encaminados a una justa inculturación de la fe cristiana en vuestra tierra.

[E 49 (1989), 716, 718-719]