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[1449] • JUAN PABLO II (1978-2005) • PROMOVER EL PAPEL DE LA MUJER EN LA SOCIEDAD

Discurso It is a pleasure, a los participantes en el Coloquio “Women in Society according to Islam and Christianity”, promovido por el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, 26 junio  1992

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1. Es un placer para mí saludar a los participantes en el coloquio “Las mujeres en la sociedad, según el islamismo y el cristianismo”, organizado conjuntamente por el Consejo Pontificio para el diálogo interreligioso y por la Real Academia para la investigación de la civilización islámica (Fundación Al Albait) de Amán, Jordania. Este seminario, el tercero de vuestra serie de coloquios sobre temas comunes a cristianos y musulmanes, aborda un argumento de gran interés en nuestros días, y de importancia fundamental para el establecimiento de relaciones más justas entre las personas y los pueblos del mundo.

Los creyentes han de sentir la urgencia de la llamada a defender la igual dignidad humana de toda persona humana, creada por Dios varón y mujer. Las diferencias entre la mujer y el varón nunca han de servir para que uno de ellos oprima o discrimine al otro, o para que uno de los dos reclame una posición superior. Sin embargo, sabemos que, por desgracia, en la práctica las mujeres experimentan formas difundidas de discriminación. Por tanto, los creyentes disponen de un amplio espacio para trabajar juntos en la defensa y promoción del lugar propio y digno de la mujer en la sociedad, según el plan de Dios.

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2. Como cristianos, nuestro modo de afrontar esa cuestión deriva de la enseñanza de la Biblia: el activo papel social que desempeñaron las intrépidas figuras femeninas del Antiguo Testamento, como por ejemplo Débora, Noemí, Judit y Ester; y las mujeres fieles de los evangelios, que acompañaban a Jesús, “escuchaban la palabra de Dios y la guardaban”, y que con María Magdalena fueron las primeras en proclamar la resurrección (cfr. Mulieris dignitatem, 16). Pero nuestra comprensión cristiana del papel de la mujer deriva, sobre todo, de la actitud de respeto y estima que Jesús mostró siempre hacia las mujeres y de nuestra meditación sobre la figura elevada de María, modelo para los cristianos de virginidad y de maternidad, de fe y de activa preocupación social. Recordemos las palabras de María en el himno que llamamos Magnificat: “Ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso. Santo es su nombre... Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los que le temen... A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada” (Lc 1, 46-53).

De igual modo, vosotros, participantes musulmanes en el coloquio, estáis explicando a vuestros colegas cristianos lo que el Corán y sus tradiciones os enseñan acerca del papel de la mujer en la sociedad. De esta forma, vuestro coloquio ofrece un ejemplo excelente de diálogo interreligioso y de cooperación, necesarios para ayudar a los creyentes a promover la justicia, la armonía y la paz.

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3. Por eso, os aliento en vuestras deliberaciones, y apoyo y animo todos los esfuerzos serios de cristianos y musulmanes para estudiar juntos los temas más importantes de nuestros días. Como creyentes en Dios, que procuran entregar su vida a su voluntad, tenemos que dar una contribución esencial al mundo. Podemos hacerlo con mayor efectividad cuando nos informamos recíprocamente a través de un examen meticuloso de los problemas y reflexionamos sobre ellos a la luz de nuestras respectivas religiones.

Los problemas y desafíos que afrontan las mujeres en las sociedades modernas destacan como cuestiones que requieren un esmerado estudio en el marco de ese esfuerzo común. Albergo la esperanza de que vuestras discusiones susciten un gran interés en promover el respeto del papel legítimo y la libertad de la mujer.

Que Dios bendiga abundantemente vuestro trabajo en este coloquio.

[E 52 (1992), 1282]