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[1482] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA, CAMINO DE RENOVACIÓN DE LA SOCIEDAD

Del Discurso The pastoral visit, a los Obispos de Uganda, en Kampala (Uganda), 7 febrero 1993

1993 02 07b 0007

7. Comparto totalmente el énfasis que pusisteis en vuestra carta pastoral acerca de la necesidad de reforzar la vida familiar. En efecto, afianzar la vida familiar es un requisito esencial para la renovación de la sociedad, porque la cultura de una sociedad se transmite y se cultiva precisamente en el hogar, y en él se decide su futuro. Una de las mayores preocupaciones del Estado, y también de la Iglesia, debe ser la de proteger y promover la familia.

Las familias cristianas de esta nación tiene un papel crucial que desempeñar en la sociedad civil pero, a la vez, su tarea es esencialmente eclesial. Es oportuno recordar que a la familia se la suele llamar con toda razón “Iglesia en miniatura” (Ecclesia domestica), porque “está insertada de tal forma en el misterio de la Iglesia que participa, a su manera, en la misión que es propia de la Iglesia” (Familiaris consortio, 49). En esta comunión establecida mediante el sacramento del matrimonio, los cónyuges llegan a ser, como la Iglesia, una comunidad salvada, que también está llamada a ser comunidad salvífica a través de la participación del amor de Cristo a los otros, ante todo a los hijos e hijas que Dios les dé (cfr. ib.). La acción pastoral de la Iglesia debe tender específicamente a ayudar a los padres cristianos para que puedan realizar esta noble vocación. En ocasiones, podéis tener necesidad de recordar a vuestros colaboradores que la atención pastoral de las familias no es una cuestión de programas nuevos y, a veces, superficiales, sino el resultado de una catequesis penetrante que impulse a las parejas y a sus hijos a una fe más profunda, a una participación más generosa en los sacramentos –sobre todo en la penitencia y la sagrada Eucaristía–, a una vida de oración más ferviente y a un servicio mutuo más generoso.

Al rezar juntos, los miembros de la familia cristiana manifiestan claramente que su comunión no se limita a este mundo, sino que es una participación en la comunión eterna de la santísima Trinidad. Esta oración enseña de igual manera a los hijos el camino del seguimiento de Cristo. Cuando padres e hijos se unen diariamente para alabar y dar gracias a Dios –tanto en los momentos de alegría como en los de ansiedad y dolor– los jóvenes aprenden a poner totalmente su vida en manos del Padre celestial (cfr. Familiaris consortio, 60). Ningún pastor de almas puede dejar de insistir en la importancia de la oración en la vida cristiana de los fieles.

[OR (e. c.), 19.II.1993, 13]