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[1484] • JUAN PABLO II (1978-2005) • ORACIÓN POR LA FAMILIA

Saludo a los Jóvenes en la visita pastoral a la parroquia de la Sagrada Familia de Nazaret, Roma (Italia), 14 febrero 1993

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Jóvenes queridísimos de la parroquia que lleva el título de la Sagrada Familia.

[1.–] Este título no es sólo una palabra, es una realidad muy profunda porque se refiere a aquella Sagrada Familia en la que se encarnó el Hijo de Dios, se encarnó en la Virgen Madre, María, en la familia de Nazaret, formada por Él, su Madre y su Padre putativo, San José. Es una realidad que se prolonga largamente en la vida humana, porque la familia es la realidad humana más difundida, más fundamental: la célula fundamental de la sociedad humana: la sociedad civil, la sociedad religiosa. La familia. ¿Qué querría deciros hoy, en estas circunstancias? Todos formáis familias, todos sois hijos e hijas de familias, algunos de vosotros sois padres: he visto a algunos padres jóvenes con hijos pequeños. Querría desearos, sobre todo, una cosa: rezad por vuestra familia, la familia de la que procedéis, la familia formada por vuestros padres, por vuestros hermanos y hermanas, esta comunidad, esta comunión tan íntima, esta “communio personarum”, como se llama con expresión latina. Rezad mucho por vuestra familia para que sea buena, para que sea coherente, para que sea fiel, para que sea ejemplar. No hay cosa de mayor interés que tener una familia buena, y, para ello, es necesario rezar con mucha insistencia por vuestras familias. Por toda familia tal como es, por cada una de las miles de familias de vuestra parroquia. La segunda consigna que os doy es ésta: rezad por vuestra futura familia, para que cada uno de vosotros crezca y madure de forma que perciba su vocación personal. Esta vocación personal podrá ser también una vocación al celibato, al sacerdocio, a la vida religiosa masculina o femenina. Ésta no es vida sin familia, es tan sólo una familia más extensa. Si un sacerdote renuncia a una familia propia, lo hace para tener una familia más extensa, para servir a una familia mayor, para ejercer una paternidad con hijos mucho más numerosos. He visto recientemente en África tantos misioneros, muchos italianos, que han ido allá para ejercer su paternidad con los de aquellas tierras, necesitados de paternidad espiritual. Aunque la vocación común, más ordinaria, es la de fundar una familia normal, no espiritual, más grande, caracterizada por la paternidad y la maternidad espiritual. Una familia formada, en primer lugar, por los novios; después, por los esposos; luego, por los padres. Hijos, hijas: rezad por vuestra futura familia. Hay que rezar mucho, porque no hay problema más importante que éste: el de fundar, construir una buena familia; una responsabilidad mayor, una felicidad mayor –todos vosotros queréis ser felices– en esta vida, que tener una familia buena; que ser un buen padre, una buena madre; que tener hijos buenos, y, si alguna vez estos hijos caen o son enfermos, ser buenos padres en la prueba, porque la prueba puede ser superada con un amor más grande. Rezad mucho por vuestro amor, por la persona a la que debéis uniros con vuestro amor, a la que debéis invitar a caminar con vosotros en este amor en el camino de la vida. Debéis rezar mucho porque éste es un problema de la mayor importancia, de la mayor responsabilidad. Y se requiere responsabilidad, se requiere madurez personal, se requieren virtudes, pero, sobre todo, se necesita la ayuda de Dios. Esta familia ha de edificarse sobre la roca de la fe y de la gracia de Dios.

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[2.–] Éste es mi deseo para toda la parroquia, para todos los presentes: os lo deseo en el nombre de Dios, del Hijo y del Espíritu Santo.

[OR (e. c.), 12.III.1993, 9]