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[1493] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL TESTIMONIO DE LA FAMILIA CRISTIANA, ELEMENTO ESENCIAL DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

Del Discurso A ciascuno di voi, a los peregrinos de la diócesis de Faenza-Modigliana (Italia), 3 abril 1993

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3. Queridísimos hermanos y hermanas, nuestro encuentro de hoy me trae a la memoria la peregrinación diocesana de marzo de 1984 en el Año del Jubileo de la Redención. Recuerdo, sobre todo, la intensa jornada pasada con vosotros el 10 de mayo de 1986, cuando, en la homilía, considerando el significado del matrimonio cristiano y de la familia a la luz de las “bodas de Caná”, os recordaba que el consentimiento mutuo entre un hombre y una mujer cristiana no es sólo un pacto de amor que los compromete para toda la vida, sino que es, sobre todo, el “sí” dado a un misterio de fe: el misterio mismo de la unión mística y esponsal entre Cristo y la Iglesia, que nos compromete a testimoniarlo en la propia vida. Me complace repetiros esta consideración en la perspectiva del Año Internacional de la Familia, que celebramos el año próximo. El testimonio claro y coherente de las familias cristianas es elemento esencial en el empeño de la nueva evangelización. La auténtica evangelización en el Dos mil, como conocéis bien, exige, sobre todo, una firme adhesión a la verdad revelada. Frente a la difusión del relativismo religioso y ético, hay que reafirmar, constantemente, con claridad y coraje, que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. Sobre Él, el creyente debe construir el edificio de la vida personal, de la familia, de la sociedad, a fin de imitar al varón prudente del Evangelio “que edificó su casa sobre la roca. Cayó la lluvia, vinieron los ríos, soplaron los vientos y se echaron sobre aquella casa, y no se cayó, porque estaba cimentada sobre roca firme” (1). Hay que formar conciencias verdaderamente cristianas. Hay que educar en la auténtica coherencia de vida, que se nutra del asiduo trato con Cristo. También para el cristiano de hoy son válidas las palabras de San Pablo: “Esta vida que vivo ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (2).