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[1545] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA UNIDAD DE LA FAMILIA Y EL RESPETO DE LA VIDA HUMANA, VALORES FUNDAMENTALES DE LA PAZ Y PROSPERIDAD DE LA SOCIEDAD

Discurso In occasione, a los participantes en un Seminario sobre “Problemas de la Familia y de la Bioética”, 10 febrero 1994

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1. Con ocasión del seminario de estudio sobre la Pastoral de la Familia y la Bioética, encuentro de profundización e intercambio de experiencias que se ha desarrollo durante tres semanas, habéis deseado ser recibidos por el Sucesor de Pedro para manifestarle vuestros sentimientos de comunión en la fe y en la caridad de Cristo. Os agradezco sinceramente este gesto de adhesión, y doy a todos y cada uno una cordial bienvenida. También expreso mi gratitud al querido cardenal Alfonso López Trujillo, que me ha presentado en síntesis el desarrollo de vuestros trabajos.

Sé que algunos de vosotros sois pastores de vastas diócesis e imagino las dificultades que podéis haber encontrado al salir de vuestra sede para aprovechar esta ocasión de actualización y de formación permanente. Pero, ¿qué obispo puede dejar su diócesis sin tener que afrontar problemas y molestias? Por eso, es más loable la disponibilidad que habéis manifestado para no perder esta ocasión de profundización doctrinal sobre temas de gran actualidad.

Me complace la iniciativa del Consejo Pontificio para la Familia, que os ofrece a todos una preciosa oportunidad de estudio, de reflexión y de intercambio fraterno. Como nos acaban de explicar, se caracteriza por una intensa actividad y se prolonga durante un tiempo notable, con viva satisfacción y con gran beneficio tanto pastoral como personal.

Doy las gracias a todos los que han contribuido a su realización y, de modo especial, a los especialistas del Instituto para los Estudios sobre el Matrimonio y la Familia y del Instituto de Bioética de la Universidad Católica.

Con afecto especial saludo a los obispos de Europa oriental, para quienes el curso constituye la primera ocasión de intercambio pastoral de varios días con obispos de otros continentes sobre estos temas de suma actualidad y, en ciertos aspectos, nuevos para sus Iglesias.

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2. En la actualidad, los obispos, a menudo, tienen numerosos y variados compromisos y no siempre logran encontrar tiempo para afrontar con la calma y profundidad necesarias temas complejos y nuevos como los que habéis estudiado en estos días. Así pues, ha sido una gracia del Señor haber tenido esta oportunidad, y ahora podréis volver a vuestras diócesis para afianzar y perfeccionar la Pastoral de la Familia y de la defensa de la vida humana con nuevo entusiasmo y conocimientos más profundos.

Con toda seguridad, vuestra participación suscitará otras iniciativas análogas, encaminadas a la realización de encuentros de estudio y formación para los obispos y para los diversos agentes de Pastoral, con el fin de llevar a cabo una acción eficaz de apoyo a la familia incrementando una cultura de la vida que venza a la cultura de la muerte, cuyos signos se están manifestando en varios ámbitos de la sociedad actual.

No me cansaré de recomendar la creación de institutos para la preparación de los responsables de la pastoral en estos sectores fundamentales de la vida eclesial, como respuesta a los grandes retos: hoy, más que nunca, resulta indispensable una formación seria y eficaz, que persiga esos objetivos. Vuestra participación en el seminario atestigua vuestra solicitud pastoral y constituye un ejemplo estimulante para muchos.

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3. La fiel unidad de criterios teológicos y pastorales, a la luz de la insustituible enseñanza del Magisterio de la Iglesia, y con el auxilio de las ciencias humanas y biológicas, constituye una base sólida para el servicio pastoral en el campo específico de que os habéis ocupado en estos días.

La Iglesia está llamada a anunciar el evangelio de la familia, comunidad de amor y de vida fundada en el matrimonio, y a proponer y defender la dignidad del amor auténtico y responsable. Las sociedades están tratando de comprender cada vez mejor la necesidad de admitir la importancia de la institución familiar y la profundidad de la doctrina de la Iglesia en defensa de la verdad sobre el hombre, el cual exige que se le respete, ame y ayude.

En efecto, la Iglesia es consciente de que, al promover el matrimonio y la familia y al defender el carácter sagrado de la vida, contribuye al bien de la sociedad de la manera más auténticamente genuina y desinteresada.

La sociedad no puede vivir en paz y prosperidad; no puede lograr un progreso auténtico sin defender la dignidad de la persona, la unidad de la familia y el respeto a la vida humana. Las autoridades públicas más atentas y clarividentes están cayendo cada vez más en la cuenta de esta verdad, que es a la vez elemental, civil y política.

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4. Con este espíritu he querido ofrecer mi palabra directa y casi confidencial a las familias mismas, mediante una carta que pronto se hará pública.

La verdad evangélica que he querido recordar en esa carta está destinada a reforzar las conciencias de los creyentes, pero los valores que se recuerdan en ella son esenciales y vitales para todas las familias e incluso para la sociedad.

El Año de la Familia ha ofrecido, por tanto, la ocasión propicia para llevar a cabo esta iniciativa, que podría repetirse provechosamente también para los obispos de otras conferencias y continentes, de forma que produzcan frutos duraderos en las Iglesias locales.

[E 54 (1994), 407]