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[1560] • JUAN PABLO II (1978-2005) • DEFENDER LA VERDADERA FAMILIA

De la Homilía de la Misa en la visita pastoral a la parroquia de San Bernardo de Claraval, Roma (Italia), 6 marzo 1994

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[4.–] La liturgia nos habla de un templo metafórico. No sólo se trata del templo, construido con piedras, sino también del templo constituido por las personas. Por esto, concentremos nuestra reflexión en la familia, porque la tradición antigua de la Iglesia de los Padres definía a la familia iglesia doméstica. Está constituida por los padres, las madres, los hijos y las hijas. En medio de ellos habita Dios, que quiere poner su morada en ese templo vivo. Así, la familia es iglesia doméstica pero para serlo debe estar construida sobre un cimiento sólido, que es la verdad, como recordé en la encíclica Veritatis splendor.

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[5.–] La fuerza de la verdad permite construir un templo dentro de nosotros y entre nosotros, construirlo en la familia, en la sociedad, en la humanidad entera.

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[6.–] Hay algunos que quisieran construirlo sin la verdad y contra la verdad. Sobre todo es atacado el templo, la iglesia doméstica de la familia. Se le quiere quitar el cimiento de la verdad, aprovechándose de las debilidades humanas, afirmando la legitimidad de los divorcios, de las separaciones, y de todo lo que va contra la vida de los niños por nacer y de los ancianos. Se afirma eso contra el fundamento y contra el precepto que, por el contrario, está claramente en favor de la vida. La vida es sagrada.

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[7.–] Lo mismo se puede decir del intento de dar legitimidad a falsas familias constituidas por dos hombres o dos mujeres. Nosotros respetamos a todo hombre y a toda mujer, pero construir una familia sobre esas bases es equivocado y peligroso.

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[8.–] Durante este Año de la familia, toda la Iglesia debe ser muy prudente y muy valiente para defender la verdadera familia. Debemos sentir gran comprensión ante todas las debilidades humanas, como hacía Cristo, pero para la familia, entendida como principio de construcción de la sociedad, debemos ser intrépidos e intransigentes. Yo también trato de serlo, aunque el Papa por naturaleza es un hombre dulce, no severo o rígido. Pero es necesario ser rigurosos, en los principios. La construcción se basa en la verdad y, por tanto, en los preceptos. La Iglesia nos recuerda hoy el Decálogo, los diez mandamientos, que son las piedras inamovibles. No se puede eliminar ninguna; todas esas piedras deben mantenerse unidas. Así se construye la Iglesia.

[O.R. (e.c.), 11.III.1994, 12]