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[1571] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA RELACIÓN DEL TRABAJO CON LA FAMILIA

Del Discurso Questa frase, a los Trabajadores, en la Solemnidad de San José, 19 marzo 1994

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3. Hoy queremos considerar, en particular, el trabajo en relación con la familia. El carpintero José de Nazaret trabajaba para mantener a la Sagrada Familia. Trabajar para sustentar a su familia es el primer derecho de todo trabajador y de toda trabajadora. Si el orden social del trabajo se refiere a la persona que trabaja; si debe estar al servicio de ella, significa que el trabajo debe estar al servicio del bien de las familias, creando para ellas las condiciones para la existencia y para la educación de los hijos. Nunca se subrayará bastante, en este año dedicado a la familia, lo que ésta representa para la sociedad.

Así pues, debemos dedicar una atención participar al importantísimo trabajo que realizan las mujeres, las madres, dentro de la familia. Son insustituibles en los cometidos que les ha asignado el Creador. Nadie sabe dar la vida, nadie sabe educar al recién nacido, mejor que su madre. Podríamos decir que Dios mismo se adaptó a esta regla, encomendando su Hijo único a María. El legítimo deseo de contribuir con sus propias capacidades al bien común y el mismo marco socioeconómico llevan, a menudo, a la mujer a realizar una actividad profesional. Pero es preciso evitar que la familia y la humanidad corran el peligro de sufrir una pérdida que las empobrecería, porque la mujer no puede ser sustituida en su misión de engendrar y educar a los hijos. Las autoridades deberán, por tanto, proveer con leyes oportunas a la promoción profesional de la mujer y, al mismo tiempo, a la defensa de su vocación de madre y educadora.

Ojalá que, por intercesión de la Madre de Dios y de su esposo san José, este día se convierta en ocasión de gratitud por todo lo que la familia, la cultura, la vida social italiana a lo largo de los siglos deben a las mujeres y a las madres. Al tiempo que damos gracias a Dios por esto le pedimos que la mujer, esposa y madre, siga siendo una fuerza-guía. El Señor, que le confía el ser humano desde la concepción, siga haciéndolo también en el futuro. Que nunca falte el talento femenino, que se ha manifestado tantas veces en Italia mediante egregias figuras de madres santas, dispuestas a veces incluso a dar la vida para asegurar la del niño que llevaban en su seno.

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4. Nuestra mirada se dirige hoy también a los jóvenes, chicos y chicas, que frecuentan las escuelas, los ateneos, las universidades, y se preparan para una profesión o un oficio a fin de dar su contribución a la gran empresa del trabajo, manantial de bien para la sociedad. Pensamos en ellos con esperanza, pero también con preocupación, porque por desgracia las posibilidades de encontrar trabajo se han reducido drásticamente desde hace algún tiempo. Así, sucede que los jóvenes, en vez de pasar de la escuela al trabajo, como sería de desear, comienzan una fase de búsqueda afanosa de un puesto de trabajo. Eso les produce una gran desilusión: se sienten seres inútiles para la sociedad. Tras todo esto se esconde un serio peligro. Los jóvenes quieren fundar su propia familia, y tienen derecho a hacerlo. Pero ¿cómo lo lograrán, si les falta esa condición fundamental? ¿Cómo van a casarse, si no se les asegura la posibilidad de un sueldo que baste para la casa, para la familia y para la educación de los hijos?

Es urgente replantear en su conjunto el problema de la organización del trabajo y del empleo. No deben faltar en el país perspectivas de esperanza para los jóvenes que desean desempeñar su papel en la sociedad. Deben sentir que la sociedad los necesita, que de ellos se espera una contribución al bien común, según la preparación específica de cada uno. No hay que dejar que se pierdan o disminuyan esas energías jóvenes; no se puede apagar el espíritu. Si el actual sistema económico no garantiza esto, hay que revisarlo con valentía y, si fuera preciso, corregirlo. Éste es el gran tema de nuestra oración de hoy.

[O.R. (e.c.), 1.IV.1994, 12]