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[1649] • JUAN PABLO II (1978-2005) • VALOR PARA SERVIR A LA VERDAD DE CRISTO SOBRE LA FAMILIA

De la Homilía de la Misa en la entrega del anillo a los nuevos Cardenales, 27 noviembre 1994

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4. Detengámonos también sobre las lecturas de la actual liturgia de Adviento. El profeta Jeremías dice: “En esos días.... yo suscitaré a David un renuevo de justicia que hará derecho y justicia en la tierra” (Jer 33, 15). En la noche de Belén el Hijo de Dios se hace hombre, viniendo al mundo por obra del Espíritu Santo y naciendo de la Virgen de Nazaret, María. Es confiado a los cuidados de José, carpintero de Nazaret, esposo de la Inmaculada Virgen. De esta forma, juntamente con la venida del Hijo de Dios en carne humana, se realiza el misterio de la Sagrada Familia de Nazaret. Dios viene al mundo, como todo hombre, en el contexto de una familia.

Esto tiene una elocuencia particular al término de este año, celebrado en toda la Iglesia como Año de la Familia. Es difícil expresar en qué gran medida nos ha enriquecido este año, cuánto ha profundizado el sentido de la familia en todo el mundo. Y nosotros sabemos que la manifestación de la santidad de la familia como comunidad de amor y de vida se ha realizado también frente a algunas amenazas hacia la familia misma y hacia los valores fundamentales que ésta custodia y propone.

No podemos olvidar la importante Conferencia de El Cairo, convocada por la Organización de las Naciones Unidas; no podemos olvidar los peligros a los que la Iglesia y, en particular, la Sede Apostólica ha tenido que hacer frente para despertar las conciencias, lo que ha conseguido en muchos casos con eficacia. Hoy, ante este altar, debemos dar gracias por todo el bien que de esta forma se ha hecho en la vida de cada una de las familias, y también de las naciones enteras y de los Estados.

Para vosotros, queridos hermanos Cardenales, y para todos los Pastores de la Iglesia, sea ésta una ulterior confirmacíón del hecho de que el servicio al “evangelio de la vida y del amor”, el servicio a la verdad proyectada por Cristo sobre la familia exige también un gran coraje. Éste está inscrito de forma particular en la tradición del cardenalato en la Iglesia. Es la fortaleza de los Apóstoles que derramaban su sangre por la verdad de Cristo; es la fortaleza de tantos sucesores suyos, Pastores de la Iglesia, que por la misma causa han estado dispuestos a sacrificar la vida y muchas veces la han sacrificado de hecho.

[E 54 (1994), 1919-1920]