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[1657] • JUAN PABLO II (1978-2005) • VALOR DEL SACRIFICIO DE LAS ESPOSAS Y MADRES VIUDAS

Saludo a un grupo de Viudas provenientes de Bosnia y Herzegovina, en Loreto (Italia), 10 diciembre 1994

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[1.–] Para mí este encuentro con vosotras, viudas procedentes de Sarajevo y de otras zonas de Bosnia-Herzegovina, constituye un momento particularmente importante de esta visita pastoral. Al Papa no le ha sido posible ir a Sarajevo y a vuestro país, pero vosotras habéis venido a encontramos con el Papa. Estamos ahora aquí, en presencia de María, junto a la santa Casa de Loreto. Os saludo a cada una con profundo afecto, y os aseguro que comparto profundamente vuestros sufrimientos, así como los de vuestras familias y los de vuestro pueblo.

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[2.–] Mi pensamiento va, en este momento, a la Familia de Nazaret. Su atractivo es muy grande. En ella se refleja toda situación familiar, incluida la vuestra. En efecto, María santísima, por lo que podemos intuir leyendo los evangelios, experimentó la situación de viudez: de su esposo, san José, después del episodio de Jesús a los doce años en el Templo, no se hace ninguna referencia. Así, se ofrece a nuestra meditación la experiencia de fe de María que, sin su marido, permanece con Jesús, lo acompaña con su oración, lo sigue en su misión, incluso hasta la pasión y el Calvario, donde, al pie de la cruz, se asocia al misterio de su muerte redentora. María es al mismo tiempo la Madre de Jesús y su más fiel discípula.

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[3.–] Hoy María quiere transmitirnos, de alguna manera, esa experiencia suya de discípula de Cristo, incluso en la difícil condición de viudez. Vuestra situación, amadísimas hermanas, a la luz de la fe, es un patrimonio inestimable para la Iglesia, para su vida y para su misión en el mundo. En particular, vuestro sacrificio de esposas y madres, a quienes la guerra privó de sus maridos, y a menudo también de sus hijos, tiene gran importancia ante Dios: unido al de Cristo, atrae sobre la humanidad el don de la paz, ese don que el mundo no puede dar, pero que el Señor Jesús nos ha dejado como prenda y promesa del reino futuro de los cielos.

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[4.–] Gracias, queridas hermanas, por haber venido. El Señor os recompense. Que María esté siempre a vuestro lado y os ayude a soportar la dureza de la prueba con la esperanza de quien acumula tesoros para la patria eterna, donde, con todos nuestros seres queridos, gozaremos para siempre de la plenitud de la paz.

[O.R. (e.c.), 23.XII.1994, 8]