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[1684] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL DERECHO DE LA FAMILIA A UNA VIVIENDA DIGNA

Discurso Je suis heureux, a la Unión Internacional de Inmobiliarias, 4 marzo 1995

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[1.–] Me da mucha alegría acogeros a vosotros, los miembros del comité ejecutivo de la Unión internacional de la propiedad inmobiliaria. En los lugares donde los apóstoles Pedro y Pablo testimoniaron la fuerza del Evangelio hasta el martirio, los cristianos, y todos los hombres de buena voluntad, están invitados a descubrir la llamada de Cristo, que resuena aún hoy mediante su palabra. La Escritura nos invita a ensanchar el espacio de nuestra tienda (cf. Is 54, 2), para acoger a todos los hombres como a hermanos, y en especial a los más desvalidos, porque el amor preferencial por los pobres es una expresión del amor a Cristo (cf. Mt 25). Desde la encíclica Rerum novarum, la Iglesia ha recordado incansablemente que el hombre es el centro de la vida social y que, sin suprimir el principio del destino universal de los bienes, la “propiedad privada [...] se basa en el propio derecho natural” (Juan XXIII, Mater et magistra, 43), con una innegable función social.

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[2.–] Durante los últimos decenios, las nuevas relaciones internacionales de fuerzas han contribuido a aumentar el número de personas que no tienen la posibilidad de un techo y, por tanto, de vivir dignamente y ocupar el lugar que les corresponde en la sociedad. Sin desconocer las leyes del mercado, conviene movilizar hoy a todos los miembros de la sociedad, para defender siempre los derechos de quienes desean legítimamente tener una vivienda y para desarrollar “programas concretos de vivienda a bajos costos y condiciones de pago favorables y a largo plazo, fácil acceso de los medios técnicos y legales requeridos para ello” (Comisión pontificia “Justitia et pax”, “¿Qué has hecho de tu hermano sin techo?”, 1987: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 7 de febrero de 1988, p. 19). El artículo primero de vuestros estatutos expresa vuestra preocupación por ayudar a nuestros contemporáneos a que tengan acceso a la propiedad. Charles Péguy, invocando los principios fundamentales de solidaridad y comunión, en la época en que se fundó vuestra asociación, ya pedía para cada hogar una vivienda para amar, a fin de dar un rostro humano a la ciudad y permitir a cada familia vivir dignamente (cf. Marcel ou la cité harmonieuse).

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[3.–] Al término de nuestro encuentro, os encomiendo de buen grado a la intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, que experimentó la falta de una vivienda en Belén y camino de Egipto, y os imparto de todo corazón mi bendición apostólica, así como a todos los miembros de la Unión internacional de la propiedad inmobiliaria y a sus familiares.

[O.R. (e. c.) 7.IV.1995, 8]