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[1689] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL VALOR FUNDAMENTAL DE LA VIDA HUMANA

Saludo en el rezo del Ángelus, 26 marzo 1995

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1. El jueves próximo se hará pública la encíclica Evangelium vitae, que llevará la fecha de 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación del Señor.

Fruto de una larga consulta del Episcopado, esta encíclica es una meditación sobre la vida que comprende la plenitud de sus dimensiones naturales y sobrenaturales; una meditación intensa de gratitud al Señor, Dios de la vida, y acompañada de un fuerte llamamiento a los cristianos y a todos los hombres de buena voluntad, para que juntos nos pongamos generosamente al servicio de este bien fundamental, proclamando ante el mundo el “Evangelio de la vida”.

En este delicado ámbito se registran hoy inquietantes contradicciones. Por una parte se observan algunos signos de esperanza: baste pensar en el cada vez más convencido rechazo de la guerra como instrumento para resolver las tensiones internacionales, en la amplia reacción de la opinión pública ante las violaciones de los derechos humanos, en el compromiso creciente para aniquilar el hambre, la droga y las enfermedades incurables. Por otra parte, se asiste a la expansión de una preocupante “cultura de la muerte”, emergente no sólo en las guerras fratricidas que siguen ensangrentando numerosas regiones del mundo y en las formas de violencia realizadas con perjuicio de los más débiles, sino sobre todo en los atentados a la vida naciente y a la de los ancianos y enfermos terminales. La legitimación del aborto y las crecientes reivindicaciones concernientes a la eutanasia indican otras tantas derrotas de la “cultura de la vida”.

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2. Frente a esta realidad, la Iglesia siente el deber de levantar alta su voz. La vida humana es un valor fundamental, que se arraiga en la dignidad misma del hombre, la única criatura que, a diferencia de todas las demás del mundo visible, es persona, ser al mismo tiempo corpóreo y espiritual, dotado de inteligencia y libertad, llamado a un destino inmortal y sobrenatural. Y eso vale para cada hombre y cada mujer, independientemente de la situación física, racial, social, económica y cultural. Vale para cada estadio de la vida humana: para el hombre ya nacido y para el que todavía se encuentra en el seno materno, para el que está sano y para quien tiene minusvalías o para el enfermo, para el joven y para el anciano. La vida humana es “sagrada”: ¡Sólo Dios es Señor de ella! Cualquier brecha abierta en el frente del pleno respeto a la vida constituye una mina puesta a los fundamentos de la convivencia humana, de la sana democracia y de la verdadera paz.

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3. La encíclica lleva la fecha de la Anunciación. He escogido esta solemnidad por el valor altamente significativo que reviste precisamente en relación al tema de la vida. En la Anunciación, la Virgen acoge el anuncio de su divina maternidad y en el “sí”que pronuncia alcanza su culminación el “sí” de toda madre a la vida de su propio hijo.

María, Madre del Autor de la vida, Madre de los vivientes, ayuda a toda la Humanidad a apreciar cada vez más el gran don de la vida. Bendice a las familias y haz que todas sean santuarios de acogida, respeto y amor por la vida del ser humano.

[O.R. (e. c.) 31.III.1995, 1]