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[1719] • JUAN PABLO II (1978-2005) • La casa en la vida del hombre y de la familia

De la Homilía en la Misa para los Jóvenes provenientes de toda Europa, en Loreto (Italia), 10 septiembre 1995

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4. Queridos jóvenes peregrinos, procedéis de casi todos los países del continente europeo. El llamamiento que hoy dirigimos a Europa y, al mismo tiempo, a todo el mundo, se podría sintetizar en esta única palabra: “casa”. ¡Una palabra clave! Pensamos, ante todo, en la Casa de Nazaret: la casa en la que vivió el Hijos de Dios, la casa de la Sagrada Familia. Una casa profundamente humana. No es sólo un gran símbolo, sino también una meta que tenemos por delante. Hemos venido aquí a pedir una casa para todos los hombres de nuestro tiempo, para las familiar de todo el mundo: para los que viven en su patria y para los que han emigrado, para los prófugos y los perseguidos. En particular, hemos venido a pedir que a nadie le falte una casa en nuestras sociedades europeas. Pidamos una casa para todos los hombres y todas las familias.

La casa es también símbolo de paz. Estamos aquí para pedir la paz. Vosotros, jóvenes, no habéis vivido ni la primera ni la segunda guerra mundial, pero principalmente europea, que causaron devastaciones y muerte en tantas casas de nuestro continente. Pero todos somos testigos de la guerra de los Balcanes, de esta guerra interminable que ha degradado a la humanidad y sigue devastando casas, escuelas y ateneos, transformando los serenos lugares de trabajo y de vida en cementerios donde se entierra, ante todo, a los jóvenes, dado que son principalmente ellos los que pierden la vida en los frentes de esta guerra inútil. Nos arrodillamos ante la tumbas de tantos jóvenes, junto a sus madres y sus padres que lloran. Y, mientras pedimos para ellos el descanso eterno, con el lenguaje silencioso de su muerte exhortamos a todos los responsables de la guerra a tener pensamientos de reconciliación y de paz.

Lo hacemos con la seguridad de interpretar los sentimientos de todas las personas de buena voluntad. Es necesario que cada uno se comprometa a hacer oír su propia voz y a realizar gestos concretos de paz. Amadísimos jóvenes peregrinos, en este sentido se orienta la iniciativa que habéis tomado en favor de vuestros coetáneos de Bosnia-Herzegovina. Se trata de un gesto significativo de solidaridad, que bendigo y apoyo de corazón, con la esperanza de que produzca los abundantes frutos que todos anhelamos.

[DP-95 (1995), 182]