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[1770] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA ACCIÓN DE LAS MUJERES, DETERMINANTE PARA LA SALVACIÓN DEL PUEBLO DE ISRAEL

Alocución L’Antico Testamento, en la Audiencia General, 27 marzo 1996

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1. El Antiguo Testamento nos hace admirar a algunas mujeres extraordinarias que, bajo el impulso del Espíritu de Dios, participan en las luchas y los triunfos de Israel o contribuyen a su salvación. Su presencia en las vicisitudes del pueblo no es ni marginal ni pasiva: se presentan como auténticas protagonistas de la historia de la salvación. He aquí los ejemplos más significativos.

Después del paso del mar Rojo el texto sagrado pone de relieve la iniciativa de una mujer inspirada para celebrar con júbilo ese acontecimiento decisivo: “María, la profetisa, hermana de Aarón tomó en sus manos un tímpano y todas la mujeres la seguían con tímpanos y danzando en coro. Y María les entonaba el estribillo: ‘Cantad al Señor pues se cubrió de gloria arrojando en el mar caballo y carro’” (Ex 15, 20-21).

Esta mención de la iniciativa femenina en un marco de celebración pone de relieve no sólo la importancia del papel de la mujer, sino también su aptitud particular para alabar y dar gracias a Dios.

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2. Una acción aún más importante realiza, en tiempos de los Jueces, la profetisa Débora. Después de haber ordenado al jefe del ejército que reuniera a sus hombres y entablara batalla, ella, con su presencia, asegura el éxito del ejército de Israel, anunciando que otra mujer, Yael, matará al jefe de los enemigos.

Además, para celebrar la gran victoria, Débora entona un largo cántico con el que alaba la acción de Yael: “Bendita entre las mujeres Yael (...). Bendita sea entre las mujeres que habitan en tiendas” (Jc 5, 24). Las palabras que Isabel dirige a María el día de la Visitación: “Bendita tú entre las mujeres...” (Lc 1, 42), son un eco de esa alabanza en el Nuevo Testamento.

El papel significativo de las mujeres en la salvación del pueblo, puesto de manifiesto por las figuras de Débora y Yael, se vuelve a encontrar en el caso de otra profetisa, llamada Juldá, que vivió en tiempos del rey Josías.

Interrogada por el sacerdote Jilquías, pronuncia oráculos que anuncian una manifestación de perdón para el rey, que temía la ira divina. Juldá se convierte así en mensajera de misericordia y de paz (cf. 2 R 22, 14-20). [...]

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4. En otra situación de grave dificultad para los judíos tiene lugar la historia narrada en el libro de Ester. En el reino de Persia, Amán, el encargado de negocios del rey, decreta el exterminio de los judíos. Para alejar el peligro, Mardoqueo, un judío que vive en la ciudadela de Susa, recurre a su sobrina Ester, que vive en el palacio del rey, donde había alcanzado el rango de reina. Ésta, contra la ley vigente, se presenta al rey sin haber sido llamada, y corriendo el peligro de ser condenada a muerte, obtiene la revocación del decreto de exterminio. Amán es ejecutado, Mardoqueo llega al poder y los judíos, librados de la amenaza, vencen así a sus enemigos.

Judit y Ester ponen en peligro su vida para lograr la salvación de su pueblo. Ahora bien, esas dos intervenciones son muy diferentes: Ester no mata al enemigo, sino que, desempeñando el papel de mediadora, intercede en favor de los judíos amenazados con el exterminio.

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5. El primer libro de Samuel atribuye después esa función de intercesión a otra figura de mujer, Abigail, esposa de Nabal. También aquí, gracias a su intervención, se realiza otro caso de salvación.

Abigail sale al encuentro de David, que había decidido aniquilar a la familia de Nabal, pidiéndole perdón por las culpas de su marido, y así libra a su casa de una desgracia segura (cf.1 S 25).

Como se puede notar fácilmente, la tradición veterotestamentaria pone de manifiesto en numerosas ocasiones, sobre todo en los escritos más cercanos a la venida de Cristo, la acción decisiva de la mujer para la salvación de Israel. De este modo, el Espíritu Santo, a través de las vicisitudes de las mujeres del Antiguo Testamento, iba delineando cada vez con mayor precisión las características de la misión de María en la obra de la salvación de la Humanidad entera.

[E 56 (1996), 595]