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[1773] • JUAN PABLO II (1978-2005) • DEFENSA DE LA VIDA HUMANA DESDE EL SENO MATERNO

Discurso Juz po raz, a los participantes en una peregrinación promovida por “Radio María” de Polonia, 18 abril 1996

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1. Ya es la tercera vez que los oyentes de Radio María vienen en peregrinación a Roma, la ciudad eterna, a la Sede apostólica, para encontrarse con el Papa. Os saludo cordialmente. Doy la bienvenida al arzobispo Marian Przykucki, aquí presente en nombre de la Conferencia episcopal polaca, así como a mons. Zbigniew Kraszewski y al obispo castrense Glódz, pastor de las Fuerzas armadas polacas. Saludo también al padre director y sus colaboradores. Os agradezco este encuentro, que ya se ha convertido en una tradición, y vuestra participación tan numerosa. De modo particular, os agradezco la incesante unión espiritual expresada mediante vuestras oraciones, con las cuales ayudáis eficazmente al Papa en su servicio a la Iglesia universal. ¡Qué Dios os lo pague! Dado que no todos los oyentes de Radio María pueden estar presentes en esta audiencia, transmitidles mi agradecimiento y mi saludo; transmitídselo también a vuestros seres queridos, a vuestras familias y, especialmente, a los enfermos, a los que sufren y a los ancianos.

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Medio de evangelización

2. El 29 de marzo del año pasado, durante el encuentro celebrado aquí, en la plaza de San Pedro –hacía mucho más frío que hoy–, dije que la tarea de Radio María es la evangelización. Radio María la realiza con gran esmero desde el inicio de su actividad. Esto se manifiesta a través de la catequesis, las conversaciones religiosas y, especialmente, mediante la oración hecha en unión con los oyentes. De este modo, el mensaje del Evangelio que libera llega a muchos corazones humanos, animando y consolando. También este año quiero reflexionar con vosotros sobre el tema de la evangelización. En la carta apostólica Tertio millennio adveniente (mientas ya se acerca el tercer milenio) escribí, entre otras cosas: “Existe (...) la urgente necesidad (...), con ocasión del gran jubileo, de que se ilustre y profundice la verdad sobre Cristo como único mediador entre Dios y los hombres, y como único redentor del mundo (...). En el año 2000 deberá resonar con fuerza renovada la proclamación de la verdad: Ecce natus est nobis Salvator mundi” (n. 38), el mensaje navideño. Se trata, aquí, de anunciar a la persona de Jesucristo, porque es la fuente, el fundamento y el centro de todo mensaje evangélico. San Pablo expresó esto con gran fuerza, afirmando que no “quise saber (...) sino a Jesucristo, y éste crucificado” (1 Co 2, 2). También nosotros debemos anunciar y testimoniar a este Cristo en toda su plenitud; a este Cristo siempre vivo, siempre presente; a este Cristo, que es el camino, la verdad y la vida. De él debemos dar testimonio y en él debemos edificar el futuro de nuestras familias y de toda la nación.

1. Ioannis Pauli PP. II Tertio Millennio Adveniente, 38.

2. 1 Cor. 2, 2.

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El evangelio de la vida

3. Queridos hermanos, este año se ha cumplido el primer aniversario de la publicación de mi encíclica Evangelium vitae. Hoy quisiera recordároslo. Precisamente “el evangelio de la vida está en el centro del mensaje de Jesús. Acogido con amor cada día por la Iglesia, es anunciado con intrépida fidelidad como buena noticia a los hombres de todas las épocas y culturas” (n. 1). La vida humana posee un carácter sagrado e intangible; por tanto, todo hombre y, especialmente todo cristiano, tiene el deber de defender la vida, toda vida y, de modo particular, la del niño que se halla en el seno materno. Por eso, todo ataque contra esta vida debería encontrar una firme y clara oposición por parte de todos y, especialmente, por parte de los creyentes, hijos e hijas de la Iglesia. No se puede construir el bien común sin reconocer y tutelar el derecho a la vida; este derecho es el pilar en el que se apoya toda sociedad civil (cf. n. 101). Así pues, con mucha gratitud quiero subrayar los esfuerzos de todos los hombres de buena voluntad en nuestro país, que pronuncian un firme “sí” a la vida. Me refiero a las personas, las instituciones eclesiásticas y laicas y las organizaciones que sirven a la vida y proclaman su sacralidad e intangibilidad.

En la encíclica ya mencionada escribí que el evangelio de la vida es “parte integrante del Evangelio que es Jesucristo. Nosotros estamos al servicio de este Evangelio, apoyados por la certeza de haberlo recibido como don y de haber sido enviados a proclamarlo a toda la humanidad ‘hasta los confines de la tierra’ (Hch 1, 8). Mantengamos, por ello, la conciencia humilde y agradecida de ser el pueblo de la vida y para la vida y presentémonos de este modo ante todos” (ib., 78). Somos el pueblo de la vida, y debemos comportarnos según esta vocación. Deberíamos ser solidarios con la vida, solidarios con las madres que esperan un hijo, solidarios con las familias necesitadas de ayuda moral, de consejo o de apoyo material. Consideremos la defensa de la vida humana como lo esencial de nuestra misión. “El compromiso al servicio de la vida obliga a todos y cada uno” (ib., 79).

Para este servicio al evangelio de la vida, tenemos necesidad de fuerza. Deberíamos encontrarla en aquel que vino “para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Desarrollemos en nosotros la vida divina de la fe, la esperanza y la caridad, que es la vida de Cristo en nosotros. Es el don más valioso que nos ha dado Jesús, para que tengamos la vida no sólo a la medida del hombre, sino también a medida del Hijo de Dios, en el que el Padre se complace eternamente. Amemos esta vida de Dios en nosotros y defendámosla, puesto que de ella nace el amor a toda vida humana.

3. Ioannis Pauli PP. II Evangelium Vitae, 1 [1995 03 25b/ 1].

4. Cfr. ibid. 101 [1995 03 25b/ 101].

5. Act. 1, 8.

6. Ioannis Pauli PP. II Evangelium Vitae, 78 [1995 03 25b/ 78].

7. Ibid. 79 [1995 03 25b/ 79].

8. Io. 10, 10.

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Mensaje de amor y de solidaridad

4. Queridos peregrinos de diversas partes de Polonia, os confío estas reflexiones durante el tiempo de Pascua, que nos recuerda de modo particular la vida, su victoria sobre la muerte. Profundizad en estas verdades y compartidlas en vuestras familias y en los ambientes en que vivís y trabajáis.

Espero que Radio María anuncie valientemente el Evangelio con la palabra y las obras, a fin de que por las ondas del éter se difunda el mensaje de Cristo, su mensaje de vida que es siempre mensaje de verdad, de amor y de solidaridad. Al mismo tiempo, agradezco los numerosos y generosos esfuerzos en el apostolado de la palabra, que hoy es tan importante y tan necesario en nuestro país. Que este trabajo de evangelización tan grande y responsable se realice siempre con espíritu de comunión eclesial, en unión con los obispos. Sólo la unión de la acción enriquece y da frutos, y la tarea propuesta se realiza oportunamente. Que la Madre del Hijo de Dios y Madre nuestra, Reina de Polonia y Señora de Jasna Góra, os acompañe con su protección en este camino.

[O.R. (e. c.) 10.V. 1996, 4]