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[1775] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA, EL PRIMER Y MÁS IMPORTANTE CAMINO DE LA IGLESIA

Del Discurso Bendigo y doy gracias, a un grupo de Obispos de Colombia en la visita ad limina, 30 abril 1996

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5. Otro desafío pastoral, que exige lo mejor de nuestra solicitud pastoral, es el de la familia. Ya tuve ocasión de escribir, con motivo del Año de la familia, que “entre los numerosos caminos, la familia es el primero y el más importante. Es un camino común, aunque particular, único e irrepetible, como irrepetible es todo hombre, un camino del cual no puede alejarse el ser humano” (Carta a las familias, 2).

Bien conocéis la gravedad de las múltiples amenazas que sufre la familia por todas partes y que habéis constatado particularmente en vuestras mismas comunidades diocesanas. La difusión del divorcio, visto incluso como un legítimo recurso por cierto número de católicos, y la recurrente propuesta de ley sobre la legalización del aborto, que falsamente pretende dar derecho a una ascendente y escalofriante perpetración de este “crimen abominable” (Gaudium et spes, 51), son males a los que se suman, entre otros, la dolorosa problemática de la acelerada desintegración familiar que se viene constatando en Colombia en las dos últimas décadas, la alarmante proliferación de la prostitución, la violencia que de diversas maneras afecta a tantos hogares, la falta de preparación y de compromiso de los padres para dar una verdadera formación cristiana a sus hijos, la situación cultural, social y económica realmente infrahumana en que viven tantas familias. Pero, “no obstante los problemas que en nuestros días asedian al matrimonio y la institución familiar, ésta como célula primera y vital de la sociedad puede generar grandes energías, que son necesarias para el bien de la humanidad. Por eso, hay que anunciar con alegría y convicción la buena nueva sobre la familia” (Discurso en Santo Domingo, 12 de octubre de 1992, 18).

Es una verdad fundamental que el matrimonio y la familia no son una realidad efímera y transitoria, como las modas y costumbres cambiantes de una sociedad, sino que vienen de Dios. Bajo esta luz se ha de enfocar la relación esencial de la familia con su origen divino, en el cual, mediante el sacramento del matrimonio, el amor humano quiere reflejar fielmente el amor de Dios y prolongar su poder creador, salvaguardando la unidad, la indisolubilidad y la fidelidad de los esposos.

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6. Sé que en repetidas ocasiones vosotros, como obispos, habéis tenido importantes intervenciones en defensa y promoción de la institución familiar. Sin embargo, dado que esta problemática continúa agudizándose cada vez más, se impone una evaluación objetiva de sus causas, a fin de que la evangelización fomente una mayor formación de los fieles y, al mismo tiempo, haga oír la voz de la Iglesia en los ambientes sociales, culturales y jurídicos llamados a preservar la institución familiar. Urge intensificar una reflexión serena y profunda que ayude, en las presentes circunstancias, a promover y crear un modelo de familia que posibilite un núcleo auténticamente humano que encarne los valores del Evangelio y luego los irradie como base de una nueva sociedad.

Si en la familia se fragua el futuro de la humanidad, no se deben ahorrar esfuerzos en favorecer una pastoral más orgánica y audaz para preparar a los jóvenes para el matrimonio; una pastoral creativa para sostener y ayudar a las “familias incompletas”, desafortunadamente cada día más numerosas en vuestro país, una pastoral de acompañamiento constante de los esposos católicos que luchan en medio de los ataques de una sociedad permisiva y materialista por construir sus hogares según el designio de Dios, una pastoral de animación espiritual que tenga presente la situación particular de los divorciados, los separados y de quienes viven en unión libre; una pastoral coordinada que logre aunar fuerzas y aprovechar bien todo el potencial de tantas iniciativas y movimientos apostólicos, que den respuestas efectivas a todos los problemas que aquejan a las familias colombianas. La dramática situación que atraviesa la familia es en cierto sentido causa, pero también consecuencia, de la crisis cultural que vivimos. Esto induce a pensar que es preciso situar la pastoral familiar dentro del cuadro más amplio de la nueva evangelización.

[AAS 88 (1996), 862-864]

 

© Javier Escrivá-Ivars y Augusto Sarmiento. Universidad de Navarra