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[1807] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL ESPÍRITU DE FAMILIA EN LA RELACIÓN ENTRE LOS PUEBLOS

Del Discurso É com imenso prazer, al Embajador de Cabo Verde ante la Santa Sede, en la presentación de las Cartas Credenciales, 12 diciembre 1996

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[5.–] El citado espíritu de familia, garantía de épocas más serenas y pacíficas para la humanidad, se pone de manifiesto en las palabras que, el año pasado, dirigí a la Asamblea General de las Naciones Unidas: “El concepto de ‘familia’ evoca inmediatamente algo que va más allá de las simples relaciones funcionales o de la nueva convergencia de intereses. La familia es, por su naturaleza, una comunidad fundada en la confianza recíproca, en el apoyo mutuo y en el respeto sincero. En una auténtica familia no existe el dominio de los fuertes; al contrario, los miembros más débiles son, precisamente por su debilidad, doblemente acogidos y ayudados. Son éstos, trasladados al nivel de la ‘familia de las naciones’, los sentimientos que deben construir, antes aun que el mero derecho, las relaciones entre los pueblos” (4), para que la comunidad internacional pueda aspirar, con fundada esperanza, a ver curadas las llagas que todavía sangran en la carne de muchos seres humanos.

4. Ioannis Pauli PP. II Oratio occasione oblata L anniversariae recordationis Nationum Unitarum Institutionis (ONU) Neo-Eboraci habita, 14, die 5 oct. 1995: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, XVIII, 2 (1995) 741.

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[6.–] Señor Embajador, pasando del ámbito de la ‘familia de las naciones’ a su paradigma, es decir, a las familias de la nación, recuerdo cómo la Asamblea de los Obispos para África, celebrada en 1994, puso de manifiesto que, en este continente, “particularmente, la familia representa el pilar sobre el cual está construido el edificio de la sociedad” (5), especificando que “posee vínculos vitales y orgánicos con la sociedad, porque constituye su fundamento y alimento continuo mediante su función de servicio a la vida. En efecto, de la familia nacen los ciudadanos, y éstos encuentran en ella la primera escuela de esas virtudes sociales, que son el alma de la vida y del desarrollo de la sociedad misma. Así, la familia, en virtud de su naturaleza y vocación, lejos de encerrarse en sí misma, se abre a las demás familias, asumiendo su función social” (6). Ésa es la razón por la que la Iglesia en Cabo Verde, y en cualquier lugar de la tierra, toma tan a pecho la defensa de la familia: salvaguardando la célula primordial de la sociedad, coopera en evitar que ésta se desintegre. Puedo asegurarle que los católicos de Cabo Verde están empeñados en colaborar al bienestar nacional, a pesar de los vandálicos atentados contra los símbolos religiosos, que, desgraciadamente, se han repetido de manera anónima.

5. Eiusdem, Ecclesia in Africa, 80 [1995 09 14b/ 80].

6. Ibid. 85 [1995 09 14b/ 85].

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[7.–] Cuando, por tanto, se reconoce, como justamente lo hace el Señor Embajador, que su País “ha crecido siempre sobre la base de principios y valores cristianos”, es lícito esperar que el modelo de familia, fundado sobre la unidad e indisolubilidad del matrimonio, sea privilegiado como garantía de la estabilidad y solidez de la vida social de la nación. El Concilio Vaticano II hizo esta llamada: “El poder civil ha de considerar como un deber suyo sagrado reconocer la verdadera naturaleza del matrimonio y de la familia, protegerla y ayudarla, asegurar la mora lidad pública y favorecer la prosperidad doméstica” (7). Un ordenamiento jurídico, que proteja convenientemente a la familia, tendrá repercusiones positivas en el bien común, al hacer que esta institución continúe siendo el núcleo sobre el que se fundamente la sociedad.

7. Gaudium et Spes, 52 [1965 12 07c/ 52]