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[1854] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA, FUTURO DE LA HUMANIDAD

De la Alocución  La famiglia, en la Audiencia General, 8 octubre 1997

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2. [Promover la familia es promover al hombre; atacarla es atacar al hombre] La asamblea de Río fue el segundo gran Encuentro mundial de las familias con el Papa. El primero tuvo lugar en Roma, el año 1994, con ocasión del Año internacional de la familia. Estas citas, que la Iglesia organiza a escala mundial, expresan la voluntad y el compromiso del pueblo de Dios de avanzar unido por un “camino” privilegiado: el “camino” del Evangelio, el “camino” de la paz, el “camino” de los jóvenes y, en este caso, el “camino” de la familia.

Sí, la familia es, de modo eminente, “camino de la Iglesia”, que reconoce en ella un elemento esencial e imprescindible del plan de Dios sobre la humanidad. La familia es lugar privilegiado de desarrollo personal y social. Quien promueve a la familia, promueve al hombre; quien la ataca, ataca al hombre. En torno a la familia y a la vida se juega hoy un reto fundamental, que afecta a la misma dignidad del hombre.

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3. [Proclamar al mundo la “buena noticia” sobre la familia] Por esto, la Iglesia siente la necesidad de testimoniar a todos la belleza del plan de Dios sobre la familia, señalando en ella la esperanza de la humanidad. La gran asamblea de Río de Janeiro ha tenido esta finalidad: proclamar ante el mundo entero la “buena nueva” sobre la familia. Es un testimonio que han dado hombres y mujeres, padres e hijos de culturas y lenguas diversas, unificados por la adhesión al evangelio del amor de Dios en Cristo.

El matrimonio y la familia fueron objeto de profunda reflexión en el Congreso teológico-pastoral, que he tenido la satisfacción de clausurar, dirigiendo a los participantes un discurso sobre la centralidad que estos temas deben asumir en la pastoral de la Iglesia.

En Río, en el gran estadio de Maracaná, resonó, por decir así, la “sinfonía” de la familia: sinfonía única, pero que se manifestó según modalidades culturales diversas. Fundamento común de todas las experiencias fue siempre el sacramento del matrimonio, tal como la Iglesia lo conserva sobre la base de la divina Revelación.

[La verdad sobre el matrimonio, sobre la cual se funda la familia] En las celebraciones eucarísticas –tanto en la que tuvo lugar en la catedral, como sobre todo en la del domingo en la explanada de Flamengo– resonaron las palabras de la sagrada Escritura que constituyen la base de la concepción cristiana de la familia, palabras escritas en el libro del Génesis y confirmadas por Cristo en el Evangelio: “El Creador, desde el comienzo, los hizo varón y mujer, y dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne” (Mt 19, 4-5). “De manera que –añade Jesús– ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre” (Mt 19, 6). Ésta es la verdad sobre el matrimonio, sobre la que se funda la verdad de la familia. Aquí se halla el secreto de su éxito y, a la vez, la fuente de su misión, que consiste en hacer que resplandezca en el mundo un reflejo del amor de Dios, uno y trino, creador y redentor de la vida.

[Una elocuente “epifanía” de la familia] Así, el encuentro de Río ha sido una elocuente “epifanía” de la familia, que se ha manifestado en la variedad de sus expresiones contingentes, pero también en la unicidad de su identidad sustancial: la de una comunión de amor, fundada en el matrimonio y llamada a ser santuario de la vida, pequeña iglesia y célula de la sociedad. Del estadio Maracaná de Río de Janeiro, transformado casi en una inmensa catedral, se lanzó al mundo un mensaje de esperanza, fundado en experiencias vividas: es posible y gozoso, aunque comprometedor, vivir el amor fiel, abierto a la vida; es posible participar en la misión de la Iglesia y en la construcción de la sociedad.

[Un mensaje de esperanza al término del sexto viaje internacional de este año] Deseo hacer que este mensaje resuene hoy, al término del sexto viaje internacional de este año. Ojalá que, gracias a la ayuda de Dios y a la especial protección de María, Reina de la familia, la experiencia vivida en Río de Janeiro sea prenda del renovado itinerario de la Iglesia a lo largo del “camino” privilegiado de la familia, y que sea también auspicio de una creciente atención por parte de la sociedad a la causa de la familia, que es la causa misma del hombre y de la civilización.

[OR (e.c.) 10.X.1997, 2]