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[1875] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL RESPETO A LA VIDA

Del Discurso Sono lieto, a la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Pastoral de Agentes Sanitarios, 9 marzo 1998

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4. “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10): la Iglesia, que custodia y difunde el mensaje de la salvación, considera esta aguda y estimulante afirmación de Jesús como su programa. Esta misión se cumple en la defensa de la salud del hombre, que es vuestro programa.

El concepto de salud no puede limitarse a significar solamente la ausencia de enfermedad o de momentáneas disfunciones orgánicas. La salud comprende el bienestar de toda la persona, su estado biofísico, psíquico y espiritual. Por eso, en cierto modo, implica también su adaptación al ambiente en que vive y trabaja.

“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Los objetivos que perseguís –como, por ejemplo, la defensa de la dignidad de la persona, en su vida física y espiritual; la promoción de estudios e investigaciones en el campo sanitario; la incentivación de políticas sanitarias adecuadas; y la animación de la pastoral hospitalaria– son el reflejo, en el plano operativo, de la tarea que Jesús ha encomendado a su Iglesia: ¡servir a la vida! No puedo menos de animaros al cumplimiento de esta misión.

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5. La encarnación del Verbo ha sanado todas nuestras debilidades y ennoblecido la naturaleza humana, elevándola a la dignidad sobrenatural y haciendo del pueblo de los redimidos, gracias a la acción del Espíritu Santo, un solo cuerpo y un solo espíritu. Precisamente por eso, cada gesto de asistencia al enfermo, tanto en las estructuras sanitarias de vanguardia como en las sencillas de los países en vías de desarrollo, si se hace con espíritu de fe y delicadeza fraterna, llega a ser, en sentido auténtico, un acto de religión.

El cuidado de los enfermos, si se realiza en un marco de respeto a la persona, no se limita a la terapia médica o a la intervención quirúrgica, sino que tiende a curar al hombre en su totalidad, devolvíendole la armonía de un equilibrio interior, el gusto por la vida y la alegría del amor y de la comunión.

En el complejo y variado mundo de la sanidad, ésa es también la finalidad de las actividades de vuestro dicasterio, en colaboración con los centros pastorales análogos de las Iglesias particulares, que coordinan el servicio de los capellanes y de las religiosas que trabajan en hospitales, junto con la generosa disponibilidad de los voluntarios. El fin común es el respeto a la vida de cada persona que, aunque esté disminuida en sus funciones y en su integridad orgánica, conserva intacta la dignidad humana que le es propia.

[OR (e.c.) 20.III.1998, 2]