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[1898] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LOS DESAFÍOS DE LA FAMILIA CRISTIANA

De la Exhortación Apostólica postsinodal Ecclesia in America, sobre el encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América, 22 enero 1999

1999 01 22b 0046

46. Dios Creador, formando al primer varón y a la primera mujer, y mandando “sed fecundos y multiplicaos” (Gn 1, 28), estableció definitivamente la familia. De este santuario nace la vida y es aceptada como don de Dios. La Palabra de Dios, leída asiduamente en la familia, la construye poco a poco como iglesia doméstica y la hace fecunda en humanismo y virtudes cristianas; allí se constituye la fuente de las vocaciones. La vida de oración de la familia en torno a alguna imagen de la Virgen hará que permanezca siempre unida en torno a la Madre, como los discípulos de Jesús (cf. Hch 1, 14)” (174). Son muchas las insidias que amenazan la solidez de la institución familiar en la mayor parte de los países de América, siendo, a la vez, desafíos para los cristianos. Se deben mencionar, entre otros, el aumento de los divorcios, la difusión del aborto, del infanticidio y de la mentalidad anticonceptiva. Ante esta situación hay que subrayar “que el fundamento de la vida humana es la relación nupcial entre el marido y la esposa, la cual entre los cristianos es sacramental” (175).

Es urgente, pues, una amplia catequización sobre el ideal cristiano de la comunión conyugal y de la vida familiar, que incluya una espiritualidad de la paternidad y la maternidad. Es necesario prestar mayor atención pastoral al papel de los hombres como maridos y padres, así como a la responsabilidad que comparten con sus esposas respecto al matrimonio, la familia y la educación de los hijos. No debe omitirse una seria preparación de los jóvenes antes del matrimonio, en la que se presente con claridad la doctrina católica, a nivel teológico, espiritual y antropológico sobre este sacramento. En un continente caracterizado por un considerable desarrollo demográfico, como es América, deben incrementarse continuamente las iniciativas pastorales dirigidas a las familias.

Para que la familia cristiana sea verdaderamente “iglesia doméstica” (176), está llamada a ser el ámbito en que los padres transmiten la fe, pues ellos “deben ser para sus hijos los primeros predicadores de la fe, mediante la palabra y el ejemplo” (177). En la familia tampoco puede faltar la práctica de la oración, en la que se encuentren unidos tanto los cónyuges entre sí como con sus hijos. A este respecto, se han de fomentar momentos de vida espiritual en común: la participación en la Eucaristía los días festivos, la práctica del sacramento de la reconciliación, la oración cotidiana en familia y obras concretas de caridad. Así se consolidará la fidelidad en el matrimonio y la unidad de la familia. En un ambiente familiar con estas características no será difícil que los hijos sepan descubrir su vocación al servicio de la comunidad y de la Iglesia y que aprendan, especialmente con el ejemplo de sus padres, que la vida familiar es un camino para realizar la vocación universal a la santidad (178).

[OR (e.c.) 29.I.1999, 16]

174. Propositio 12.

175. Ibíd.

176. Conc. Ecum. Vat. II, Cost. dogm. sulla Chiesa Lumen gentium, 11 [1965 11 21a/ 11].

177. Ibíd.

178. Cfr Propositio 12.