[1975] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL DEBER/DERECHO A LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA EN EL EJERCICIO DE LA MEDICINA
Del Discurso I warmly welcome, a los participantes en un Congreso Internacional de Obstetricia y Ginecología, 18 junio 2001
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2. Los obstetras, los ginecólogos y las enfermeras obstétricas cristianos están llamados siempre a ser servidores y custodios de la vida, porque el evangelio de la vida está en el centro del mensaje de Jesús. Acogido con amor cada día por la Iglesia, es anunciado con intrépida fidelidad como buena noticia a los hombres de todas las épocas y culturas (Evangelium vitae, 1). Sin embargo, vuestra profesión ha llegado a ser aún más importante y vuestra responsabilidad mayor en el contexto cultural y social actual, en que la ciencia y la medicina corren el riesgo de perder su dimensión ética original, (y los profesionales de la salud) pueden estar a veces fuertemente tentados de convertirse en manipuladores de la vida o incluso en agentes de muerte (ib., 89).
Hasta hace poco, la ética médica en general y la moral católica raramente estaban en desacuerdo. Por lo general, los médicos católicos podían ofrecer sin problemas de conciencia a los pacientes todo lo que la ciencia médica proporcionaba. Pero ahora esto ha cambiado profundamente. La disponibilidad de medicamentos anticonceptivos y abortivos, nuevas amenazas contra la vida en la legislación de algunos países, ciertas aplicaciones del diagnóstico prenatal, la difusión de técnicas de fertilización in vitro, la consiguiente producción de embriones para tratar la esterilidad, pero también para su destinación a la investigación científica, el uso de células estaminales embrionarias para el desarrollo de tejido para trasplantes con el fin de curar enfermedades degenerativas, y proyectos de clonación total o parcial, ya realizados con animales: todo esto ha modificado radicalmente la situación.
Además, la concepción, el embarazo y el nacimiento ya no se ven como medios de cooperación con el Creador en la maravillosa tarea de dar la vida a un nuevo ser humano. Por el contrario, a menudo se consideran como un peso, e incluso como una enfermedad que hay que curar, más que como un don de Dios.
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3. Los obstetras, los ginecólogos y las enfermeras católicos se ven inevitablemente afectados por estas tensiones y estos cambios. Están expuestos a una ideología social que les exige ser agentes de una concepción de salud reproductiva basada en nuevas técnicas reproductivas. Sin embargo, a pesar de la presión que se ejerce sobre su conciencia, muchos reconocen aún la responsabilidad que tienen como médicos especialistas de cuidar de los seres humanos más indefensos y débiles, y proteger a los que no tienen poder económico o social, o no pueden hacer oír su voz.
El conflicto entre la presión social y las exigencias de la conciencia recta puede llevar al dilema de abandonar la profesión médica o ir contra las propias convicciones. Frente a esta tensión, debemos recordar que existe un camino intermedio que se abre ante los profesionales católicos de la salud que son fieles a su conciencia. Es el camino de la objeción de conciencia, que debe ser respetado por todos y, de modo especial, por los legisladores.
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4. Al esforzarnos por servir a la vida, debemos trabajar para asegurar que en la legislación y en la práctica se garantice el derecho a una formación y a un ejercicio profesional que respeten la conciencia. Como observé en mi encíclica Evangelium vitae, es evidente que los cristianos, como todos los hombres de buena voluntad, están llamados, por un grave deber de conciencia, a no prestar su colaboración formal a aquellas prácticas que, aun permitidas por la legislación civil, se oponen a la ley de Dios. En efecto, desde el punto de vista moral, nunca es lícito cooperar formalmente en el mal (n. 74). Dondequiera que se viole el derecho de las personas a formarse en la medicina y a practicarla respetando las convicciones morales de cada uno, los católicos deben trabajar con ahínco para restablecerlo.
En particular, las universidades y los hospitales católicos están llamados a seguir las directrices del Magisterio de la Iglesia en todos los aspectos de la práctica obstétrica y ginecológica, incluida la investigación sobre embriones. También deberían ofrecer una red de enseñanza cualificada y reconocida internacionalmente, a fin de ayudar a los médicos que, a causa de sus convicciones morales, sufren discriminación o presiones inaceptables para especializarse en obstetricia y ginecología.
[DP (2001), 99]
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2. Christian obstetricians, gynaecologists and obstetric nurses are always called to be servants and guardians of life, for the Gospel of life is at the heart of Jesus message. Lovingly received day after day by the Church, it is to be preached with dauntless fidelity as good news to the people of every age and culture[29]. But your profession has become still more important and your responsibility still greater in todays cultural and social context, in which science and the practice of medicine risk losing sight of their inherent ethical dimension, [and] health-care professionals can be strongly tempted at times to become manipulators of life, or even agents of death[30].Until quite recently, medical ethics in general and Catholic morality were rarely in disagreement. Without problems of conscience, Catholic doctors could generally offer patients all that medical science afforded. But this has now changed profoundly. The availability of contraceptive and abortive drugs, new threats to life in the laws of some countries, some of the uses of prenatal diagnosis, the spread of in vitro fertilization techniques, the consequent production of embryos to deal with sterility, but also their destination to scientific research, the use of embryonic stem cells for the development of tissue for transplants to cure degenerative diseases, and projects of full or partial cloning, already done with animals: all of these have changed the situation radically.
Moreover, conception, pregnancy and childbirth are no longer understood as ways of cooperating with the Creator in the marvelous task of giving life to a new human being. Instead they are often perceived as a burden and even as an ailment to be cured, rather than being seen as a gift from God.
[29]Ioannis Pauli PP. II Evangelium Vitae, 1 [1995 03 25b/1]
[30]Ibid. 89 [1995 03 25b/89]
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3. Inevitably Catholic obstetricians and gynaecologists and nurses are caught up in these tensions and changes. They are exposed to a social ideology which asks them to be agents of a concept of reproductive health based on new reproductive technologies. Yet despite the pressure upon their conscience, many still recognize their responsibility as medical specialists to care for the tiniest and weakest of human beings, and to defend those who have no economic or social power, or public voice of their own.
The conflict between social pressure and the demands of right conscience can lead to the dilemma either of abandoning the medical profession or of compromising ones convictions. Faced with that tension, we must remember that there is a middle path which opens up before Catholic health workers who are faithful to their conscience. It is the path of conscientious objection, which ought to be respected by all, especially legislators.
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4. In striving to serve life, we must work to ensure that the right to professional training and practice that is respectful of conscience in law and in practice is guaranteed. It is clear, as I noted in my Encyclical Evangelium Vitae, that Christians, like all people of good will, are called upon under grave obligation of conscience not to cooperate formally in practices which, even if permitted by civil legislation, are contrary to Gods law. Indeed, from the moral standpoint, it is never licit to cooperate formally in evil[31]. Wherever the right to train for and practice medicine with respect for ones moral convictions is violated, Catholics must earnestly work for redress.
In particular, Catholic universities and hospitals are called to follow the directives of the Churchs Magisterium in every aspect of obstetric and gynaecological practice, including research involving embryos. They should also offer a qualified and internationally recognized teaching network, in order to help doctors who are subject to discrimination or unacceptable pressure on their moral convictions to specialize in obstetrics and gynaecology.
[Insegnamenti GP II, 24/1 (2001), 1230-1231]
[31]Ioannis Pauli PP. II Evangelium Vitae, 74 [1995 03 25b/74]