[1982] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA SANTIDAD MATRIMONIAL
Homilía Ma il figlio, en el rito de beatificación de los esposos Luigi Beltrame Quattrocchi y Maria Corsini, en la Basílica de San Pedro, 21 octubre 2001
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1. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra? (Lc 18, 8). La pregunta, con la que Jesús concluye la parábola sobre la necesidad de orar siempre sin desanimarse (Lc 18, 1), sacude nuestra alma. Es una pregunta a la que no sigue una respuesta; en efecto, quiere interpelar a cada persona, a cada comunidad eclesial y a cada generación humana. La respuesta debe darla cada uno de nosotros. Cristo quiere recordarnos que la existencia del hombre está orientada al encuentro con Dios; pero, precisamente desde esta perspectiva, se pregunta si a su vuelta encontrará almas dispuestas a esperarlo, para entrar con él en la casa del Padre. Por eso dice a todos: Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora (Mt 25, 13).
Queridos hermanos y hermanas, amadísimas familias, hoy nos hemos dado cita para la beatificación de dos esposos: Luis y María Beltrame Quattrocchi. Con este solemne acto eclesial queremos poner de relieve un ejemplo de respuesta afirmativa a la pregunta de Cristo. La respuesta la dan dos esposos, que vivieron en Roma en la primera mitad del siglo XX, un siglo durante el cual la fe en Cristo fue sometida a dura a prueba. También en aquellos años difíciles los esposos Luis y María mantuvieron encendida la lámpara de la fe lumen Christi y la transmitieron a sus cuatro hijos, tres de los cuales están presentes hoy en esta basílica. Queridos hermanos, vuestra madre escribió estas palabras sobre vosotros: Los educábamos en la fe, para que conocieran a Dios y lo amaran (Lordito e la trama, p. 9). Pero vuestros padres también transmitieron esa llama viva a sus amigos, a sus conocidos y a sus compañeros. Y ahora, desde el cielo, la donan a toda la Iglesia.
Juntamente con los parientes y amigos de los nuevos beatos, saludo a las autoridades religiosas que participan en esta celebración, comenzando por el cardenal Camillo Ruini y los demás señores cardenales, arzobispos y obispos presentes. Saludo asimismo a las autoridades civiles, entre las cuales destacan el presidente de la República italiana y la reina de Bélgica.
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2. No podía haber ocasión más feliz y más significativa que esta para celebrar el vigésimo aniversario de la exhortación apostólica Familiaris consortio. Este documento, que sigue siendo de gran actualidad, además de ilustrar el valor del matrimonio y las tareas de la familia, impulsa a un compromiso particular en el camino de santidad al que los esposos están llamados en virtud de la gracia sacramental, que no se agota en la celebración del sacramento del matrimonio, sino que acompaña a los cónyuges a lo largo de toda su existencia (Familiaris consortio, 56). La belleza de este camino resplandece en el testimonio de los beatos Luis y María, expresión ejemplar del pueblo italiano, que tanto debe al matrimonio y a la familia fundada en él.
Estos esposos vivieron, a la luz del Evangelio y con gran intensidad humana, el amor conyugal y el servicio a la vida. Cumplieron con plena responsabilidad la tarea de colaborar con Dios en la procreación, entregándose generosamente a sus hijos para educarlos, guiarlos y orientarlos al descubrimiento de su designio de amor. En este terreno espiritual tan fértil surgieron vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, que demuestran cómo el matrimonio y la virginidad, a partir de sus raíces comunes en el amor esponsal del Señor, están íntimamente unidos y se iluminan recíprocamente.
Los beatos esposos, inspirándose en la palabra de Dios y en el testimonio de los santos, vivieron una vida ordinaria de modo extraordinario. En medio de las alegrías y las preocupaciones de una familia normal, supieron llevar una existencia extraordinariamente rica en espiritualidad. En el centro, la Eucaristía diaria, a la que se añadían la devoción filial a la Virgen María, invocada con el rosario que rezaban todos los días por la tarde, y la referencia a sabios consejeros espirituales. Así supieron acompañar a sus hijos en el discernimiento vocacional, entrenándolos para valorarlo todo de tejas para arriba, como simpáticamente solían decir.
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3. La riqueza de fe y amor de los esposos Luis y María Beltrame Quattrocchi es una demostración viva de lo que el concilio Vaticano II afirmó acerca de la llamada de todos los fieles a la santidad, especificando que los cónyuges persiguen este objetivo propriam viam sequentes, siguiendo su propio camino (Lumen gentium, 41). Esta precisa indicación del Concilio se realiza plenamente hoy con la primera beatificación de una pareja de esposos: practicaron la fidelidad al Evangelio y el heroísmo de las virtudes a partir de su vivencia como esposos y padres.
En su vida, como en la de tantos otros matrimonios que cumplen cada día sus obligaciones de padres, se puede contemplar la manifestación sacramental del amor de Cristo a la Iglesia. En efecto, los esposos, cumpliendo en virtud de este sacramento especial su deber matrimonial y familiar, imbuidos del espíritu de Cristo, con el que toda su vida está impregnada por la fe, la esperanza y la caridad, se acercan cada vez más a su propia perfección y a su santificación mutua y, por tanto, a la glorificación de Dios en común (Gaudium et spes, 48).
Queridas familias, hoy tenemos una singular confirmación de que el camino de santidad recorrido juntos, como matrimonio, es posible, hermoso y extraordinariamente fecundo, y es fundamental para el bien de la familia, de la Iglesia y de la sociedad.Esto impulsa a invocar al Señor, para que sean cada vez más numerosos los matrimonios capaces de reflejar, con la santidad de su vida, el misterio grande del amor conyugal, que tiene su origen en la creación y se realiza en la unión de Cristo con la Iglesia (cf. Ef 5, 22-33).
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4. Queridos esposos, como todo camino de santificación, también el vuestro es difícil. Cada día afrontáis dificultades y pruebas para ser fieles a vuestra vocación, para cultivar la armonía conyugal y familiar, para cumplir vuestra misión de padres y para participar en la vida social.
Buscad en la palabra de Dios la respuesta a los numerosos interrogantes que la vida diaria os plantea. San Pablo, en la segunda lectura, nos ha recordado que toda Escritura inspirada por Dios es también útil para enseñar, para reprender, para corregir y para educar en la virtud (2 Tm 3, 16). Sostenidos por la fuerza de estas palabras, juntos podréis insistir con vuestros hijos a tiempo y a destiempo, reprendiéndolos y exhortándolos con toda comprensión y pedagogía (2 Tm 4, 2).
La vida matrimonial y familiar puede atravesar también momentos de desconcierto. Sabemos cuántas familias sienten en estos casos la tentación del desaliento. Pienso, en particular, en los que viven el drama de la separación; pienso en los que deben afrontar la enfermedad y en los que sufren la muerte prematura del cónyuge o de un hijo. También en estas situaciones se puede dar un gran testimonio de fidelidad en el amor, que llega a ser más significativo aún gracias a la purificación en el crisol del dolor.
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5. Encomiendo a todas las familias probadas a la providente mano de Dios y a la protección amorosa de María, modelo sublime de esposa y madre, que conoció bien el sufrimiento y la dificultad de seguir a Cristo hasta el pie de la cruz. Amadísimos esposos, que jamás os venza el desaliento: la gracia del sacramento os sostiene y ayuda a elevar continuamente los brazos al cielo, como Moisés, de quien ha hablado la primera lectura (cf. Ex 17, 11-12). La Iglesia os acompaña y ayuda con su oración, sobre todo en los momentos de dificultad.
Al mismo tiempo, pido a todas las familias que a su vez sostengan los brazos de la Iglesia, para que no falte jamás a su misión de interceder, consolar, guiar y alentar. Queridas familias, os agradezco el apoyo que me dais también a mí en mi servicio a la Iglesia y a la humanidad. Cada día ruego al Señor para que ayude a las numerosas familias heridas por la miseria y la injusticia, y acreciente la civilización del amor.
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6. Queridos hermanos, la Iglesia confía en vosotros para afrontar los desafíos que se le plantean en este nuevo milenio. Entre los caminos de su misión, la familia es el primero y el más importante (Carta a las familias, 2); la Iglesia cuenta con ella, llamándola a ser un verdadero sujeto de evangelización y de apostolado (ib., 16).
Estoy seguro de que estaréis a la altura de la tarea que os aguarda, en todo lugar y en toda circunstancia. Queridos esposos, os animo a desempeñar plenamente vuestro papel y vuestras responsabilidades. Renovad en vosotros mismos el impulso misionero, haciendo de vuestros hogares lugares privilegiados para el anuncio y la acogida del Evangelio, en un clima de oración y en la práctica concreta de la solidaridad cristiana.
Que el Espíritu Santo, que colmó el corazón de María para que, en la plenitud de los tiempos, concibiera al Verbo de la vida y lo acogiera juntamente con su esposo José, os sostenga y fortalezca. Que colme vuestro corazón de alegría y paz, para que alabéis cada día al Padre celestial, de quien viene toda gracia y bendición. Amén.
[DP (2001), 161]
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1. Ma il Figlio delluomo, quando verrà, troverà la fede sulla terra?[43]. Linterrogativo, col quale Gesù conclude la parabola sulla necessità di pregare sempre, senza stancarsi[44], scuote il nostro animo. E una domanda a cui non fa seguito una risposta: essa, infatti, intende interpellare ogni persona, ogni comunità ecclesiale, ogni generazione umana. La risposta deve darla ciascuno di noi. Cristo vuole ricordarci che lesistenza delluomo è orientata allincontro con Dio; ma proprio in questa prospettiva egli si domanda se al suo ritorno troverà anime pronte ad attenderlo, per entrare con lui nella casa del Padre. Per questo a tutti dice: Vegliate, perché non sapete né il giorno né lora[45].
Cari Fratelli e Sorelle! Carissime famiglie! Oggi ci siamo dati appuntamento per la beatificazione di due coniugi: Luigi e Maria Beltrame Quattrocchi. Con questo solenne atto ecclesiale noi intendiamo porre in evidenza un esempio di risposta affermativa alla domanda di Cristo. La risposta è data da due sposi, vissuti a Roma nella prima metà del secolo ventesimo, un secolo in cui la fede in Cristo è stata messa a dura prova. Anche in quegli anni difficili i coniugi Luigi e Maria hanno tenuto accesa la lampada della fede lumen Christi e lhanno trasmessa ai loro quattro figli, dei quali tre sono oggi presenti in questa Piazza. Carissimi, di voi così scriveva vostra madre: Li allevammo nella fede, perché conoscessero Dio e lo amassero[46]. Ma quella vivida fiamma i vostri genitori lhanno trasmessa anche agli amici, ai conoscenti, ai colleghi... Ed ora, dal Cielo, la donano a tutta la Chiesa.
Insieme con i parenti e gli amici dei nuovi Beati, saluto le Autorità religiose intervenute a questa celebrazione, a cominciare dal Cardinale Camillo Ruini e dagli altri Signori Cardinali, Arcivescovi e Vescovi presenti. Saluto inoltre le Autorità civili, tra le quali spiccano il Presidente della Repubblica italiana e la Regina del Belgio.
[43]Luc. 18, 8.
[44]Ibid. 18, 1.
[45]Matth. 25,13.
[46]Maria Corsini, Lordito e la trama, p. 9.
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2. Non poteva esserci occasione più felice e più significativa di quella odierna per celebrare i ventanni dellEsortazione Apostolica Familiaris consortio. Questo documento, che resta ancor oggi di grande attualità, oltre ad illustrare il valore del matrimonio e i compiti della famiglia, sollecita ad un particolare impegno nel cammino di santità a cui gli sposi sono chiamati in forza della grazia sacramentale, che non si esaurisce nella celebrazione del sacramento del matrimonio, ma accompagna i coniugi lungo tutta la loro esistenza[47]. La bellezza di questo cammino risplende nella testimonianza dei beati Luigi e Maria, espressione esemplare del popolo italiano, che tanto deve al matrimonio e alla famiglia fondata su di esso.
Questi coniugi hanno vissuto, nella luce del Vangelo e con grande intensità umana, lamore coniugale e il servizio alla vita. Hanno assunto con piena responsabilità il compito di collaborare con Dio nella procreazione, dedicandosi generosamente ai figli per educarli, guidarli, orientarli alla scoperta del suo disegno damore. Da questo terreno spirituale così fertile sono scaturite vocazioni al sacerdozio e alla vita consacrata, che dimostrano quanto il matrimonio e la verginità, a partire dal comune radicamento nellamore sponsale del Signore, siano intimamente collegati e si illuminino reciprocamente.
Attingendo alla parola di Dio ed alla testimonianza dei Santi, i beati Sposi hanno vissuto una vita ordinaria in modo straordinario. Tra le gioie e le preoccupazioni di una famiglia normale, hanno saputo realizzare unesistenza straordinariamente ricca di spiritualità. Al centro, lEucaristia quotidiana, a cui si aggiungevano la devozione filiale alla Vergine Maria, invocata con il Rosario recitato ogni sera, ed il riferimento a saggi consiglieri spirituali. Così hanno saputo accompagnare i figli nel discernimento vocazionale, allenandoli a valutare qualsiasi cosa dal tetto in su, come spesso e con simpatia amavano dire.
[47]Ioannis Pauli PP. II Familiaris Consortio, 56 [1981 11 22/56]
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3. La ricchezza di fede e damore dei coniugi Luigi e Maria Beltrame Quattrocchi è una vivente dimostrazione di quanto il Concilio Vaticano Secondo ha affermato circa la chiamata di tutti i fedeli alla santità, specificando che i coniugi perseguono questo obiettivo propriam viam sequentes, seguendo la loro propria via[48]. Questa precisa indicazione del Concilio trova oggi una compiuta attuazione con la prima beatificazione di una coppia di sposi: per essi la fedeltà al Vangelo e leroicità delle virtù sono state riscontrate a partire dal loro vissuto come coniugi e come genitori.
Nella loro vita, come in quella di tante altre coppie di sposi che ogni giorno svolgono con impegno i loro compiti di genitori, si può contemplare lo svelarsi sacramentale dellamore di Cristo per la Chiesa. Gli sposi, infatti, compiendo in forza di tale sacramento il loro dovere coniugale e familiare, penetrati dallo Spirito di Cristo, per mezzo del quale tutta la loro vita è pervasa di fede, speranza e carità, tendono a raggiungere sempre più la propria perfezione e la mutua santificazione, e perciò partecipano alla glorificazione di Dio[49].
Care famiglie, oggi abbiamo una singolare conferma che il cammino di santità compiuto insieme, come coppia, è possibile, è bello, è straordinariamente fecondo ed è fondamentale per il bene della famiglia, della Chiesa e della società. Questo sollecita ad invocare il Signore, perché siano sempre più numerose le coppie di sposi in grado di far trasparire, nella santità della loro vita, il mistero grande dellamore coniugale, che trae origine dalla creazione e si compie nellunione di Cristo con la Chiesa[50].
[48]Lumen Gentium, 41 [1964 11 21a/41]
[49]Gaudium et Spes, 49 [1965 12 07/49]
[50] Cfr. Eph. 5, 22-33.
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4. Come ogni cammino di santificazione, anche il vostro, cari sposi, non è facile. Ogni giorno voi affrontate difficoltà e prove per essere fedeli alla vostra vocazione, per coltivare larmonia coniugale e familiare, per assolvere alla missione di genitori e per partecipare alla vita sociale.
Sappiate cercare nella parola di Dio la risposta ai tanti interrogativi che la vita di ogni giorno vi pone. San Paolo nella seconda Lettura ci ha ricordato che tutta la Scrittura è ispirata da Dio e utile per insegnare, convincere, correggere e formare alla giustizia[51]. Sorretti dalla forza di questa parola, potrete insieme insistere con i figli in ogni occasione opportuna e non opportuna, ammonendoli ed esortandoli con ogni magnanimità e dottrina[52].
La vita coniugale e familiare può conoscere anche momenti di smarrimento. Sappiamo quante famiglie sono tentate in questi casi dallo scoraggiamento. Penso, in particolare, a coloro che vivono il dramma della separazione; penso a chi deve affrontare la malattia e a chi soffre la scomparsa prematura del coniuge o di un figlio. Anche in queste situazioni si può dare una grande testimonianza di fedeltà nellamore, reso ancora più significativo dalla purificazione attraverso il passaggio nel crogiolo del dolore.
[51]1 2 Tim. 3, 16.
[52]Ibid. 4, 2.
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5. Affido tutte le famiglie provate alla provvida mano di Dio e allamorevole cura di Maria, sublime modello di sposa e di madre, che ben conobbe il soffrire e la fatica del seguire Cristo fin sotto la croce. Carissimi sposi, non lasciatevi mai vincere dallo sconforto: la grazia del Sacramento vi sostiene e vi aiuta ad innalzare continuamente le braccia al cielo come Mosè, di cui ci ha parlato la prima Lettura[53]. La Chiesa vi è vicina e vi aiuta con la sua preghiera soprattutto nei momenti di difficoltà.
Nello stesso tempo, chiedo a tutte le famiglie di sostenere a loro volta le braccia della Chiesa, perché non venga mai meno alla sua missione di intercedere, consolare, guidare e incoraggiare. Vi ringrazio, care famiglie, per il sostegno che date anche a me nel mio servizio alla Chiesa e allumanità. Ogni giorno io prego il Signore perché aiuti tante famiglie ferite dalla miseria e dallingiustizia e faccia crescere la civiltà dellamore.
[53] Cfr. Ex. 17, 11-12.
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6. Carissimi, la Chiesa confida in voi, per affrontare le sfide che lattendono in questo nuovo millennio. Tra le vie della sua missione, la famiglia è la prima e la più importante[54]; su di essa la Chiesa conta, chiamandola ad essere un vero soggetto di evangelizzazione e di apostolato[55].
Sono certo che sarete allaltezza del compito che vi attende, in ogni luogo e in ogni circostanza. Vi incoraggio, cari coniugi, ad assumere pienamente il vostro ruolo e le vostre responsabilità. Rinnovate in voi stessi lo slancio missionario, facendo delle vostre case luoghi privilegiati per lannuncio e laccoglienza del Vangelo, in un clima di preghiera e nellesercizio concreto della solidarietà cristiana.
Lo Spirito Santo, che ha ricolmato il cuore di Maria perché, nella pienezza dei tempi, concepisse il Verbo della vita e lo accogliesse assieme al suo sposo Giuseppe, vi sostenga e vi rafforzi. Egli colmi i vostri cuori di gioia e di pace, così che sappiate rendere lode ogni giorno al Padre celeste, da cui discende ogni grazia e benedizione. Amen!
[Insegnamenti GP II, 24/2 (2001), 585-589]
[54]Ioannis Pauli PP. II Epistula familiis data ocurrente Familiae anno Gratissimam Sane, 2, die 2 febr. 1994: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, XVII, 1 (1994) 326 [1994 02 02a/2]
[55]Ibid. 16, p. 360.