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[1992] • JUAN PABLO II (1978-2005) • NADIE ES DUEÑO DE LA VIDA

Del Discurso Si celebra, en el rezo del Ángelus, 3 febrero 2002

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1. Hoy, primer domingo de febrero, se celebra en Italia la Jornada en favor de la vida, ocasión propicia para reflexionar en ese valor tan fundamental que es la vida del hombre.

El tema propuesto por los obispos este año es: “Reconocer la vida”. Reconocer significa, ante todo, redescubrir con renovado estupor lo que la misma razón y la ciencia no temen llamar “misterio”. La vida, especialmente la vida humana, suscita el interrogante fundamental, que el salmista expresa de modo insuperable: “¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano para que de él te cuides?” (Sal 8, 5).

Reconocer significa, además, garantizar a todo ser humano el derecho a desarrollarse según sus potencialidades, asegurándole la inviolabilidad desde la concepción hasta la muerte natural. Nadie es dueño de la vida; nadie tiene el derecho de manipular, oprimir o incluso quitar la vida, ni la propia ni la ajena. Mucho menos puede hacerlo en nombre de Dios, que es el único Señor y el amante más sincero de la vida. Los mártires mismos no se quitan la vida, sino que, para permanecer fieles a Dios y a sus mandamientos, aceptan que los maten.

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2. Reconocer el valor de la vida implica aplicaciones coherentes en el ámbito jurídico, especialmente para proteger a los seres humanos que no son capaces de defenderse por sí mismos, como los niños por nacer, los discapacitados psíquicos y los enfermos más graves o terminales.

Por lo que respecta, en particular, al embrión humano, la ciencia ya ha demostrado que se trata de un individuo humano que posee desde la fecundación su identidad propia. Por tanto, se puede exigir lógicamente que esta identidad se reconozca también jurídicamente, ante todo en su derecho fundamental a la vida, como solicita con su apreciable iniciativa el “Movimiento en favor de la vida” italiano.

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3. Encomendemos a la santísima Madre de Cristo y de todos los hombres el compromiso, en Italia y en el mundo entero, en favor de la vida, especialmente donde se la desprecia, margina y viola.

Que María nos enseñe a “reconocer la vida” como misterio y responsabilidad, recordando que “gloria Dei, vivens homo”, “gloria de Dios es el hombre que vive” (san Ireneo).

[OR (ed. esp) 8-II-2002, 1]