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[2003] • JUAN PABLO II (1978-2005) • PASTORAL DE LA FAMILIA

Del Discurso Os recibo con profundo gozo, a los obispos de la Conferencia Episcopal de Chile en vista ad limina, 15 octubre 2002

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4. Conozco y valoro cuanto estáis haciendo en favor de la familia, que afronta tantas dificultades de diversa índole y está sometida a insidias que atentan a aspectos esenciales según el proyecto de Dios, como es el matrimonio con carácter indisoluble. Estos esfuerzos, que son un servicio precioso a vuestra Patria, han de ir acompañados también por una pastoral familiar integral, que incluya una adecuada preparación de los cónyuges antes del matrimonio, les asista después, especialmente cuando se presenten las dificultades, y les oriente en la educación de los hijos. En este aspecto, nada puede suplir una verdadera cultura de la vida, una experiencia profunda de fidelidad o un arraigado espíritu de entrega, sobre lo cual la Palabra de Dios y el Magisterio eclesial iluminan sobremanera la existencia humana. Evangelizar a las familias es presentar a los cónyuges el amor sin límites de Cristo por su Iglesia, que ellos han de reflejar en este mundo (cf. Ef 5, 31s). Se ha de inculcar también en sus miembros la vocación a la santidad a la que son llamados, sin temor a proponer ideales elevados que, si bien en ocasiones pueden parecer difíciles de alcanzar, son los que responden al plan divino de salvación.

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5. La reciente experiencia vivida en la última Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Toronto, me lleva también a evocar el Encuentro Continental de jóvenes que tuvo lugar hace unos años en Santiago. Vosotros fuisteis protagonistas de aquella magna convocatoria, seguros de la generosidad de su respuesta y del entusiasmo de su colaboración. En ellos, como les dije en mi mensaje, “late con fuerza un deseo de servicio al prójimo y de solidaridad” (A los participantes en el primer Encuentro Continental Americano de jóvenes, i10-10-1998), que requiere la orientación y la confianza de los Pastores para que se transforme en un encuentro vivo con Cristo, en un decidido proyecto de seguir fielmente su Evangelio y de propagarlo gozosamente en la sociedad chilena y en todo el mundo. En efecto, no obstante tantos señuelos que invitan al hedonismo, a la mediocridad o al éxito inmediato, los jóvenes no se dejan amedrentar fácilmente por las dificultades y, por tanto, son particularmente sensibles a las exigencias radicales y al compromiso sin reservas cuando se les presenta el verdadero sentido de la vida. No les asusta que éste sea un camino cuesta arriba si descubren a Cristo que lo recorrió primero y está dispuesto a recorrerlo de nuevo con ellos (cf. Discurso en la fiesta de acogida, Toronto, 25-7-2002, 3). Para ellos, llenos de iniciativa, lo más importante es hacerse constructores y artífices de la vida y del mundo al que se asoman. Por eso necesitan saber de vosotros, sin equívocos ni reservas sobre los valores evangélicos, los deberes morales o la necesidad de la gracia divina implorada en la oración y recibida en los sacramentos, cómo “poner piedra sobre piedra para edificar, en la ciudad del hombre, la ciudad de Dios” (En la Vigilia de oración, Toronto, 27-7-2002, 4).

[DP (2002), 154]