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[2046] • JUAN PABLO II (1978-2005) • TUTELA DE LA INFANCIA Y DE LA ADOLESCENCIA

Discurso Sono lieto, a los participantes en la Conferencia Mundial de las Mujeres Parlamentarias para la Tutela de la Infancia y la Adolescencia, 18 octubre 2004

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2. Nuestro encuentro de hoy se sitúa en el contexto de la Conferencia mundial de las mujeres parlamentarias para la protección de la infancia y la adolescencia, organizada por la presidencia del Parlamento italiano. El tema de los trabajos, que concluyen hoy, concierne a las condiciones de malestar en que se encuentran muchos niños y adolescentes en varias partes del mundo. Por lo demás, vuestro objetivo consiste en buscar juntos formas eficaces de protección de los menores por parte de las instituciones. Al respecto, expreso todo mi aprecio por este laudable compromiso en favor de los sectores más jóvenes de la población, y os aliento a proseguir por este camino, conscientes de que los niños y los adolescentes constituyen el futuro y la esperanza de la humanidad.

Son el tesoro más valioso de la familia humana, pero, al mismo tiempo, el más frágil y vulnerable. Por tanto, es preciso prestarles una atención constante, escuchando todas sus exigencias y aspiraciones legítimas. De manera especial, nadie puede callar o permanecer indiferente cuando niños inocentes sufren, son marginados y heridos en su dignidad de personas humanas.

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3. El inmenso grito de dolor de la infancia abandonada y violada en muchas regiones de la tierra debe impulsar a las instituciones públicas, a las asociaciones privadas y a todos los hombres de buena voluntad a tomar renovada conciencia del deber que todos tenemos de proteger, defender y educar con respeto y amor a estas frágiles criaturas. Para ser eficaz, toda acción de protección de la infancia y de la adolescencia no puede por menos de inspirarse en la debida consideración de sus derechos fundamentales, bien expresada en la conocida máxima de Juvenal: “Maxima debetur puero reverentia” (cf. Sátiras, XIV, 47). En el Evangelio, además, Jesús señala a los niños como nuestros “modelos” de vida y condena con firmeza a los que no los respetan.

[OR (ed. esp.) 29-X-2004, 6]