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[2062] • BENEDICTO XVI (2005- • EL “EVANGELIO DE LA FAMILIA”, VALOR CENTRAL PARA LA IGLESIA Y LA SOCIEDAD

De la Carta Il venerato, al cardenal Alfonso López Trujillo, con motivo del V Encuentro Mundial de las Familias en Valencia, 17 de mayo de 2005

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[1.] El venerado Santo Padre Juan Pablo II convocó, el 22 de febrero de este año, el V Encuentro Mundial de las Familias en Valencia, España, eligiendo como tema: “La transmisión de la fe en la familia” y señalando como fecha la primera semana de julio del año 2006.

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[2.] Me es grato renovar la convocatoria de este importante Encuentro Mundial de las Familias. A este respecto, me propongo alentar, como lo hizo Juan Pablo II, “la estupenda novedad” (FC 51), el “Evangelio de la Familia”, cuyo valor es central para la Iglesia y la sociedad. Yo mismo tuve la oportunidad de ser el Relator general de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos sobre la Familia, celebrado en Roma en 1980. Fruto de dicha Asamblea fue la Exhortación apostólica Familiaris consortio, que analiza profundamente la identidad y la misión de la familia, a la que califica como “iglesia doméstica” y santuario de la vida.

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[3.] Todos los pueblos, para dar un rostro verdaderamente humano a la sociedad, no pueden ignorar el bien precioso de la familia, fundada sobre el matrimonio. “La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio para toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole” (can. 1055), es el fundamento de la familia, patrimonio y bien común de la humanidad. Así pues, la Iglesia no puede dejar de anunciar que, de acuerdo con los planes de Dios (cf. Mt 19,3-9), el matrimonio y la familia son insustituibles y no admiten otras alternativas.

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[4.] La familia cristiana tiene, hoy más que nunca, una misión nobilísima e ineludible, como es transmitir la fe, que implica la entrega a Jesucristo, muerto y resucitado, y la inserción en la comunidad eclesial. Los padres son los primeros evangelizadores de los hijos, don precioso del Creador (cf. GS 50), comenzando por la enseñanza de las primeras oraciones. Así se va construyendo un universo moral enraizado en la voluntad de Dios, en el cual el hijo crece en los valores humanos y cristianos que dan pleno sentido a la vida.

[Insegnamenti BXVI, I (2005), 113-114]