[2129] • BENEDICTO XVI (2005- • ¿CÓMO COMUNICAR A LA GENTE DE HOY LA BELLEZA DEL MATRIMONIO?
Del Encuentro Cari fratelli, con los sacerdotes de la Diócesis de Albano, Sala de los Suizos, Palacio pontificio de Castelgandolfo, 31 agosto 2006
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[...] Ahora podemos mencionar el matrimonio: también este sacramento se presenta como una gran ocasión misionera, porque hoy, gracias a Dios, siguen queriendo casarse en la iglesia también muchos que no frecuentan demasiado la iglesia. Es una ocasión para ayudar a estos jóvenes a confrontarse con la realidad que es el matrimonio cristiano, el matrimonio sacramental. Me parece también una gran responsabilidad. Lo vemos en los procesos de nulidad y lo vemos sobre todo en el gran problema de los divorciados que se han vuelto a casar, que quieren recibir la Comunión y no entienden por qué no es posible. Probablemente, en el momento del sí ante el Señor no entendieron lo que implica ese sí. Es unirse al sí de Cristo con nosotros. Es entrar en la fidelidad de Cristo y, por tanto, en el sacramento que es la Iglesia y así en el sacramento del matrimonio.
Por eso, la preparación para el matrimonio es una ocasión de suma importancia, tiene una dimensión misionera, para anunciar de nuevo en el sacramento del matrimonio el sacramento de Cristo, para comprender esta fidelidad y así hacer comprender luego el problema de los divorciados que se han vuelto a casar. [...]
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Se trata de dos grandes preguntas. La primera es: ¿cómo comunicar a la gente de hoy la belleza del matrimonio? Vemos cómo muchos jóvenes tardan en casarse en la iglesia, porque tienen miedo de hacer una opción definitiva. Más aún, también tardan en casarse por lo civil. A muchos jóvenes, y también a muchos no tan jóvenes, una opción definitiva les parece un vínculo contra la libertad. Y su primer deseo es la libertad. Tienen miedo de fallar al final. Ven muchos matrimonios fracasados. Tienen miedo de que esta forma jurídica, como ellos la perciben, sea una carga exterior que apague el amor.
Es preciso ayudarles a comprender que no se trata de un vínculo jurídico, de una carga que se asume con el matrimonio. Al contrario, la profundidad y la belleza radican precisamente en el hecho de que es una opción definitiva. Sólo así el matrimonio puede hacer madurar el amor en toda su belleza. Pero, ¿cómo comunicarlo? Creo que es un problema que afrontamos todos nosotros.
Para mí, en Valencia y usted, eminencia, podrá confirmarlo un momento importante no sólo fue cuando hablé de esto, sino también cuando se presentaron ante mí diversas familias con más o menos hijos; una familia era casi una parroquia, con muchos niños. La presencia, el testimonio de estas familias fue realmente mucho más fuerte que todas las palabras. Esas familias presentaron ante todo la riqueza de su experiencia familiar: cómo una familia tan grande resulta realmente una riqueza cultural, una oportunidad de educación de unos y otros, una posibilidad de hacer que convivan juntas las diversas expresiones de la cultura de hoy, la entrega, la ayuda mutua también en los momentos de sufrimiento, etc...
Pero también fue importante el testimonio de las crisis que han sufrido. Uno de esos matrimonios casi había llegado al divorcio. Explicaron cómo habían aprendido a superar esa crisis, el sufrimiento ante la alteridad del otro, y cómo habían aprendido a aceptarse de nuevo. Precisamente al superar el momento de la crisis, del deseo de separarse, creció una nueva dimensión del amor y se abrió una puerta hacia una nueva dimensión de la vida, que sólo podía abrirse soportando el sufrimiento de la crisis. Esto me parece muy importante. Hoy se llega a la crisis en el momento en que se constata la diversidad de temperamentos, la dificultad de soportarse cada día, durante toda la vida. Entonces, al final, se decide: separémonos.
A través de estos testimonios hemos comprendido que en la crisis, soportando el momento en que parece que ya no se puede más, realmente se abren nuevas puertas y una nueva belleza del amor. Una belleza hecha sólo de armonía no es una verdadera belleza; le falta algo; es deficitaria. La verdadera belleza necesita también el contraste. Lo oscuro y lo luminoso se completan. La uva para madurar no sólo necesita el sol, sino también la lluvia; no sólo el día, sino también la noche.
Los sacerdotes, tanto los jóvenes como los mayores, debemos aprender la necesidad del sufrimiento, de la crisis. Debemos aguantar, trascender este sufrimiento. Sólo así la vida resulta rica. Para mí el hecho de que el Señor lleve por toda la eternidad los estigmas tiene un valor simbólico. Esos estigmas, expresión de los atroces sufrimientos y de la muerte, son ahora sellos de la victoria de Cristo, de toda la belleza de su victoria y de su amor por nosotros.
Tanto los sacerdotes como las personas casadas debemos aceptar la necesidad de soportar la crisis de la alteridad, del otro, la crisis en que parece que ya no se puede convivir. Los esposos deben aprender juntos a seguir adelante, también por amor a los hijos, y así conocerse de nuevo, amarse de nuevo, con un amor mucho más profundo, mucho más verdadero. Así, en un camino largo, con sus sufrimientos, realmente madura el amor.
Me parece que nosotros, los sacerdotes, podemos también aprender de los esposos, precisamente de sus sufrimientos y de sus sacrificios. A menudo pensamos que sólo el celibato es un sacrificio.
Pero, conociendo los sacrificios de las personas casadas pensemos en sus hijos, en los problemas que surgen, en los temores, en los sufrimientos, en las enfermedades, en la rebelión, y también en los problemas de los primeros años, cuando se pasan casi todas las noches en vela porque los niños lloran debemos aprender de ellos, de sus sacrificios, nuestro sacrificio. Y aprender juntos que es hermoso madurar en los sacrificios y así trabajar por la salvación de los demás.
Usted, don Pennazza, con razón ha citado el Catecismo, que afirma que el matrimonio es un sacramento para la salvación de los demás: ante todo para la salvación del otro, del esposo, de la esposa, pero también de los niños, de los hijos y, por último, de toda la comunidad. Así el sacerdote madura también al encontrarse con los demás.
Así pues, creo que debemos implicar a las familias. Las fiestas de la familia me parecen muy importantes. Con ocasión de las fiestas conviene que aparezca la familia, que se destaque la belleza de las familias. También los testimonios, aunque quizá estén demasiado de moda, en ciertas ocasiones pueden ser realmente un anuncio, una ayuda para todos nosotros.
Para concluir, a mi parecer sigue siendo muy importante que en la carta de san Pablo a los Efesios las bodas de Dios con la humanidad a través de la encarnación del Señor se realicen en la cruz, en la que nace la nueva humanidad, la Iglesia. El matrimonio cristiano nace precisamente en estas bodas divinas. Como dice san Pablo, es la concretización sacramental de lo que sucede en este gran misterio. Así debemos seguir redescubriendo siempre este vínculo entre la cruz y la resurrección, entre la cruz y la belleza de la Redención, e insertarnos en este sacramento. Pidamos al Señor que nos ayude a anunciar bien este misterio, a vivir este misterio, a aprender de los esposos cómo lo viven ellos, a ayudarnos a vivir la cruz, de forma que lleguemos también a los momentos de la alegría y de la resurrección.
[Insegnamenti BXVI, II/2 (2006), 170, 174-177]
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[...] Possiamo menzionare adesso ancora il matrimonio: anche questo si presenta come una grande occasione missionaria, perché oggi grazie a Dio vogliono ancora sposarsi in chiesa anche molti che non frequentano tanto la chiesa. È unoccasione per portare questi giovani a confrontarsi con la realtà che è il matrimonio cristiano, il matrimonio sacramentale. Mi sembra anche una grande responsabilità. Lo vediamo nei processi di nullità e lo vediamo soprattutto nel grande problema dei divorziati risposati, che vogliono accostarsi alla Comunione e non capiscono perché non è possibile. Probabilmente non hanno capito, nel momento del sì davanti al Signore, che cosa è questo sì. È un allearsi con il sì di Cristo con noi. È un entrare nella fedeltà di Cristo, quindi nel Sacramento che è la Chiesa e così nel Sacramento del matrimonio.
Perciò penso che la preparazione al matrimonio è unoccasione di grandissima importanza, di missionarietà, per annunciare di nuovo nel Sacramento del matrimonio il Sacramento di Cristo, per capire questa fedeltà è così far capire poi il problema dei divorziati risposati. [...]
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Due grandi domande! La prima è: come comunicare alla gente di oggi la bellezza del matrimonio? Vediamo come molti giovani tardano a sposarsi in chiesa, perché hanno paura della definitività: anzi, tardano anche a sposarsi civilmente. La definitività appare oggi a molti giovani, e anche non tanto giovani, un vincolo contro la libertà. E il loro primo desiderio è la libertà. Hanno paura che alla fine non riescano. Vedono tanti matrimoni falliti. Hanno paura che questa forma giuridica, come essi la sentono, sia un peso esteriore che spegne lamore.
Bisogna far capire che non si tratta di un vincolo giuridico, un peso che si realizza con il matrimonio. Al contrario, la profondità e la bellezza stanno proprio nella definitività. Solo così esso può far maturare lamore in tutta la sua bellezza. Ma, come comunicarlo? Mi sembra un problema comune a tutti noi.
Per me, a Valencia e Lei, Eminenza, potrà confermarlo è stato un momento importante non solo quando ho parlato di questo, ma quando si sono presentate davanti a me diverse famiglie con più o meno bambini; una famiglia era quasi una parrocchia, con tanti bambini! La presenza, la testimonianza di queste famiglie è stata veramente molto più forte di tutte le parole. Esse hanno presentato anzitutto la ricchezza della loro esperienza familiare: come una famiglia così grande diventa realmente una ricchezza culturale, opportunità di educazione degli uni e degli altri, possibilità di far convivere insieme le diverse espressioni della cultura di oggi, il donarsi, laiutarsi anche nella sofferenza, ecc.
Ma è stata importante anche la testimonianza delle crisi che hanno sofferto. Una di queste coppie era quasi arrivata al divorzio. Hanno spiegato come hanno poi imparato a vivere questa crisi, questa sofferenza dellalterità dellaltro, ad accettarsi di nuovo. Proprio nel superare il momento della crisi, della voglia di separarsi, è cresciuta una nuova dimensione dellamore e si è aperta una porta su una nuova dimensione della vita, che solo nel sopportare la sofferenza della crisi poteva riaprirsi.
Questo, mi sembra molto importante. Oggi si arriva alla crisi nel momento in cui si vede la diversità dei temperamenti, la difficoltà di sopportarsi ogni giorno, per tutta la vita. Alla fine, allora si decide: separiamoci. Abbiamo capito proprio da queste testimonianze che nella crisi, nel sopportare il momento in cui sembra che non se ne può più, realmente si aprono nuove porte e una nuova bellezza dellamore. Una bellezza fatta solo di armonia non è una vera bellezza. Manca qualcosa, diventa deficitaria. La vera bellezza ha bisogno anche del contrasto. Loscuro e il luminoso si completano. Anche luva per maturare ha bisogno non solo del sole, ma anche della pioggia, non solo del giorno ma anche della notte.
Noi stessi, sacerdoti, sia giovani che adulti, dobbiamo imparare la necessità della sofferenza, della crisi. Dobbiamo sopportare, trascendere questa sofferenza. Solo così, la vita diventa ricca. Per me ha un valore simbolico il fatto che il Signore porti per leternità le stimmate. Espressione dellatrocità della sofferenza e della morte, esse sono adesso sigilli della vittoria di Cristo, di tutta la bellezza della sua vittoria e del suo amore per noi.
Dobbiamo accettare, sia da sacerdoti sia da sposati, la necessità di sopportare la crisi dellalterità, dellaltro, la crisi in cui sembra che non si possa più stare insieme. Gli sposi devono imparare insieme ad andare avanti, anche per amore dei bambini, e così conoscersi di nuovo, amarsi di nuovo, in un amore molto più profondo, molto più vero. Così, in un cammino lungo, con le sue sofferenze, realmente matura lamore.
Mi sembra, che noi sacerdoti possiamo anche imparare dagli sposi, proprio dalle loro sofferenze e dai loro sacrifici. Spesso pensiamo che solo il celibato sia un sacrificio.
Ma, conoscendo i sacrifici delle persone sposate pensiamo ai loro bambini, ai problemi che nascono, alle paure, alle sofferenze, alle malattie, alla ribellione, e anche ai problemi dei primi anni, quando le notti trascorrono quasi sempre insonni a causa dei pianti dei piccoli figli dobbiamo imparare da loro, dai loro sacrifici, il nostro sacrificio. E, insieme imparare che è bello maturare nei sacrifici e così lavorare per la salvezza degli altri.
Lei, don Pennazza, giustamente, ha citato il Concilio, che afferma che il matrimonio è un Sacramento per la salvezza degli altri: anzitutto per la salvezza dellaltro, dello sposo, della sposa, ma anche dei bambini, dei figli, e infine di tutta la comunità. E, così, anche il sacerdote matura nellincontrarsi.
Penso allora che dobbiamo coinvolgere le famiglie. Le feste della famiglia mi sembrano molto importanti. Nelloccasione delle feste conviene che appaia la famiglia, appaia la bellezza delle famiglie. Anche le testimonianze per quanto forse un po troppo di moda in certe occasioni possono realmente essere un annuncio, un aiuto per tutti noi.
Per concludere, per me rimane molto importante che nella Lettera di san Paolo agli Efesini le nozze di Dio con lumanità tramite lincarnazione del Signore si realizzino nella Croce, nella quale nasce la nuova umanità, la Chiesa. Il matrimonio cristiano nasce proprio in queste nozze divine. È, come dice san Paolo, la concretizzazione sacramentale di quanto succede in questo grande Mistero. Così dobbiamo sempre di nuovo imparare questo legame tra Croce e Risurrezione, tra Croce e bellezza della Redenzione, e inserirci in questo Sacramento. Preghiamo il Signore perché ci aiuti ad annunciare bene questo Mistero, a vivere questo Mistero, ad imparare dagli sposi come lo vivono loro, ad aiutarci a vivere la Croce, così da giungere anche ai momenti della gioia e della Risurrezione.