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[2167] • BENEDICTO XVI (2005- • VENCER LAS DIFICULTADES NO ES IMPOSIBLE PARA EL QUE CONFÍA EN DIOS

Del Discurso Sono felice, a los jóvenes durante la Vigilia de Oración, en la explanada de Montorso de Loreto, 1 septiembre 2007

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[...] En lo más íntimo del corazón, todo muchacho y toda muchacha que se abre a la vida cultiva el sueño de un amor que dé pleno sentido a su futuro. Para muchos este sueño se realiza en la opción del matrimonio y en la formación de una familia, donde el amor entre un hombre y una mujer se vive como don recíproco y fiel, como entrega definitiva, sellada por el “sí” pronunciado ante Dios el día del matrimonio, un “sí” para toda la vida.

Sé bien que este sueño hoy es cada vez más difícil de realizar. ¡Cuántos fracasos del amor contempláis en vuestro entorno! ¡Cuántas parejas inclinan la cabeza, rindiéndose, y se separan! ¡Cuántas familias se desintegran! ¡Cuántos muchachos, incluso entre vosotros, han visto la separación y el divorcio de sus padres!

A quienes se encuentran en situaciones tan delicadas y complejas quisiera decirles esta tarde: la Madre de Dios, la comunidad de los creyentes, el Papa están cerca de vosotros y oran para que la crisis que afecta a las familias de nuestro tiempo no se transforme en un fracaso irreversible. Ojalá que las familias cristianas, con la ayuda de la gracia divina, se mantengan fieles al solemne compromiso de amor asumido con alegría ante el sacerdote y ante la comunidad cristiana el día solemne del matrimonio.

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Frente a tantos fracasos con frecuencia se formula esta pregunta: “¿Soy yo mejor que mis amigos y que mis parientes, que lo han intentado y han fracasado? ¿Por qué yo, precisamente yo, debería triunfar donde tantos otros se rinden?”. Este temor humano puede frenar incluso a los corazones más valientes, pero en esta noche que nos espera, a los pies de su Santa Casa, María os repetirá a cada uno de vosotros, queridos jóvenes amigos, las palabras que el ángel le dirigió a ella: “¡No temáis! ¡No tengáis miedo! El Espíritu Santo está con vosotros y no os abandona jamás. Nada es imposible para quien confía en Dios”.

Eso vale para quien está llamado a la vida matrimonial, y mucho más para aquellos a quienes Dios propone una vida de total desprendimiento de los bienes de la tierra a fin de entregarse a tiempo completo a su reino. Algunos de entre vosotros habéis emprendido el camino del sacerdocio, de la vida consagrada; algunos aspiráis a ser misioneros, conscientes de cuántos y cuáles peligros implica. Pienso en los sacerdotes, en las religiosas y en los laicos misioneros que han caído en la trinchera del amor al servicio del Evangelio.

[Insegnamenti BXVI, III/2 (2007), 192-193]