INICIO CRONOLOGICO DOCUMENTOS ESCRITURA CONCILIOS PAPAS AUTORES LUGARES MATERIAS EDICIONES
EDITORES

[2298] • BENEDICTO XVI (2005- • LA COMÚN DIGNIDAD Y LA VOCACIÓN DEL HOMBRE Y DE LA MUJER EN EL MATRIMONIO

De la Exhortación Apostólica Ecclesia in Medio Oriente, a los Patriarcas, a los Obispos, al Clero, a las Personas Consagradas y a los Fieles Laicos sobre la Iglesia en Oriente Medio, comunión y testimonio, 14 de septiembre de 2012

2012 09 14a 0058

58. Institución divina fundada en el matrimonio, tal y como lo ha querido el Creador mismo (cf. Gn 2,18-24; Mt 19,5), la familia está actualmente expuesta a muchos peligros. La familia cristiana, en particular, se ve más que nunca frente a la cuestión de su identidad profunda. En efecto, las características esenciales del matrimonio sacramental –la unidad y la indisolubilidad (cf. Mt 19,6)–, y el modelo cristiano de familia, de la sexualidad y del amor, se ven hoy en día, si no rechazados, al menos incomprendidos por algunos fieles. Acecha la tentación de adoptar modelos contrarios al evangelio, difundidos por una cierta cultura contemporánea diseminada por todo el mundo. El amor conyugal se inserta en la alianza definitiva entre Dios y su pueblo, sellada plenamente en el sacrificio de la cruz. Su carácter de mutua entrega de sí al otro hasta el martirio, se manifiesta en algunas Iglesias orientales, donde cada uno de los contrayentes recibe al otro como “corona” durante la ceremonia nupcial, llamada con razón “oficio de coronación”. El amor conyugal no se construye en un momento, sino que es el proyecto paciente de toda una vida. Llamada a vivir cotidianamente el amor en Cristo, la familia cristiana es un instrumento privilegiado de la presencia y la misión de la Iglesia en el mundo. En este sentido, necesita ser acompañada pastoralmente58 y sostenida en sus problemas y dificultades, sobre todo allí donde las referencias sociales, familiares y religiosas tienden a debilitarse o perderse59.

2012 09 14a 0059

59. Familias cristianas en Oriente Medio, os invito a renovaros siempre con la fuerza de la Palabra de Dios y los sacramentos, para ser aún más iglesia doméstica que educa en la fe y la oración, semillero de vocaciones, escuela natural de las virtudes y los valores éticos, y primera célula viva de la sociedad. Contemplad siempre a la Familia de Nazaret60, que tuvo el gozo de acoger la vida y expresar su piedad observando la Ley y las prácticas religiosas de su tiempo (cf. Lc 2,22-24.41). Mirad a esta familia, que vivió también la prueba de la pérdida del niño Jesús, el dolor de la persecución, la emigración y el duro trabajo cotidiano (cf. Mt 2,13ss; Lc 2,41ss). Ayudad a vuestros hijos a crecer en sabiduría, edad y gracia ante Dios y los hombres (cf. Lc 2,52); enseñadles a confiar en el Padre, a imitar a Cristo y a dejarse guiar por el Espíritu Santo.

2012 09 14a 0060

60. Después de estas reflexiones sobre la común dignidad y la vocación del hombre y la mujer en el matrimonio, pienso especialmente en las mujeres en Oriente Medio. El primer relato de la creación muestra la igualdad ontológica entre el hombre y la mujer (cf. Gn 1,27-29). Esta igualdad quedó dañada a consecuencia del pecado (cf. Gn 3,16; Mt 19,4). Superar este legado, fruto del pecado, es un deber de todo ser humano, hombre o mujer61. Quisiera asegurar a todas las mujeres que la Iglesia católica, fiel al designio divino, promueve la dignidad personal de la mujer y su igualdad con los hombres, frente a las más variadas formas de discriminación a las que está sometida por el simple hecho de ser mujer62. Estas prácticas dañan la vida de comunión y testimonio. Ofenden gravemente, no sólo a la mujer, sino también y sobre todo a Dios, el Creador. Reconociendo su sensibilidad innata para el amor y la protección de la vida humana, y honorándolas por su aportación específica en la educación, la salud, el trabajo humanitario y la vida apostólica, estimo que las mujeres deben comprometerse y estar más implicadas en la vida pública y eclesial63. De este modo, darán su aportación peculiar en la edificación de una sociedad más fraterna y de una Iglesia que se embellece por la verdadera comunión entre los bautizados.

2012 09 14a 0061

61. Además, en el caso de controversias jurídicas, que lamentablemente pueden oponer al hombre y a la mujer, especialmente en cuestiones de orden matrimonial, la voz de la mujer debe ser escuchada y tomada en consideración con respeto, al igual que la del hombre, para que cesen ciertas injusticias. En este sentido, se ha de fomentar una aplicación más sana y justa del derecho de la Iglesia. La justicia de la Iglesia debe ser ejemplar en todos sus grados y en todos los campos de su competencia. Es absolutamente necesario velar para que los conflictos jurídicos relacionados con cuestiones matrimoniales no conduzcan a la apostasía. Por lo demás, los cristianos de la región deben tener la posibilidad de aplicar en el campo matrimonial, como en otros campos, su derecho propio sin restricciones.

 

© Javier Escrivá-Ivars y Augusto Sarmiento. Universidad de Navarra