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§ 4.–Por tanto, Nos, a la vista del ejemplo de San Carlos Borromeo, reconociendo ciertamente que hasta el presente habéis empleado todo empeño y diligencia, os exhortamos todavía –pidiéndooslo por el amor de Jesucristo– a que no ceséis en el empeño tan importante de enseñar los rudimentos de la fe cristiana. Haced que cada párroco siga cuidadosamente lo que se manda en el Sagrado Concilio de Trento y en vuestras Constituciones Sinodales; que los maestros y maestras de las escuelas enseñen la Doctrina Cristiana en los días señalados; que los confesores cumplan con la obligación de su ministerio cuando alguno se presente a su tribunal desconociendo lo que es necesario con necesidad de medio para la salvación; y lo mismo hagan los párrocos antes de unir a los esposos en matrimonio. A los padres de familia y a los amos se les advierta seriamente de la obligación que ellos mismos tienen de enseñar y hacer que sus hijos y los de su casa sean instruidos en los mandamientos de la Doctrina Cristiana.