[0200] • PÍO VII, 1800-1823 • MATRIMONIOS MIXTOS Y DIVORCIADOS ARREPENTIDOS
Del Breve Etsi Fraternitatis, al Arzobispo de Mainz (Alemania), 8 octubre 1803
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4.–Para responderos de manera oportuna y completa, según la obligación de Nuestra solicitud pastoral, sobre los problemas mencionados más arriba, Nos pensamos que ante todo hay que asentar dos principios que son como los puntos principales de toda la cuestión, y a los que hay que tener siempre presentes, principalmente cuando se trata de contraer o disolver matrimonios, sea de católicos con herejes, sea de herejes entre sí.
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5.–El primer punto es que la Iglesia Católica ha prohibido y reprobado siempre los matrimonios de católicos con herejes, como cosa perniciosa y detestable. Así lo podríamos probar con innumerables decretos de los Concilios y de los Sumos Pontífices, si no bastara ya lo que Nuestro Predecesor de inmortal memoria, Benedicto XIV, escribió, tanto en su Encíclica al primado, arzobispos y obispos de Polonia (1) como en su notable obra sobre el Sínodo diocesano. Y aunque esos matrimonios sean tolerados en algunas regiones, en razón de las dificultades de lugar y tiempo, eso debe atribuirse a indulgencia. Y esta indulgencia no debemos considerarla –en modo alguno– como aprobación y consentimiento, sino como simple tolerancia exigida por la necesidad de evitar mayores males y no por la libre voluntad. Así lo puso de relieve, no hace mucho tiempo, el Papa Pío VI –de feliz memoria– en una carta dirigida a los obispos de Breslau, Rosenau (2) y Zips.
1. Cf. Epist. Encycl. Magnae Nobis [1748 06 29/2-5].
2. S. C. C., Rosnavien., 20 aug. 1780. —Roskovany, De Matrimoniis mixtis, tom II, p. 539-542.
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6.–El segundo principio es que la sentencia de los tribunales laicos y asambleas no católicas, que pronuncian en particular la nulidad de los matrimonios y tratan de disolver sus vínculos, no pueden tener –ante la Iglesia– ningún valor ni alcance. ¿Preguntáis lo que han de hacer los párrocos católicos cuando un cónyuge, desligado de su primer matrimonio y que ha recobrado su libertad por la sentencia de un consistorio no católico, desea casarse con un católico o una católica; y si el párroco puede asistir a semejante matrimonio y dar la bendición nupcial, cosa que se ha osado hacer por dos veces en vuestra diócesis, según Nos decíais? ¡Venerable hermano! Vos mismo, con la sabiduría que os hace sobresalir, tendréis que ver que esos párrocos cometerían una falta gravísima y traicionarían a su sagrado ministerio si aprobaran tales matrimonios con su presencia y los confirmaran con su bendición. Por otra parte, a eso no hay que llamarlo matrimonio, sino unión adúltera. Porque persiste y permanece intacto el impedimento debido al vínculo del primer matrimonio, que no pudo ser desligado ni disuelto por la sentencia de un tribunal no católico; y en tanto que dure y persista ese impedimento, cualquier unión entre un hombre y una mujer es adulterio. Por eso, es preferible que con palabras dulces y persuasivas, en una conversación eficaz, el párroco exhorte al cónyuge a no pecar contra la ley de Dios, establecida por Él desde el origen del mundo y sobre la que Él mismo ha dicho: “No separe el hombre lo que Dios ha unido” [3]. Si el cónyuge, obstinado por su resolución, no quiere mostrarse dócil a las amonestaciones de su párroco, y se une por vergonzoso adulterio con una esposa no católica; y si fuera aventurado y peligroso, y tal vez aun nocivo para la religión, seguir resistiendo y contrariando la decisión de esa persona, entonces el párroco puede soportar en silencio un delito tan monstruoso, pero no puede jamás asistir a esa unión ni menos aún bendecirla. Aunque el poder laico ordene, proteste y amenace, “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” [4]. El sacerdote de Dios, según palabras de San Cipriano, si observa el Evangelio y guarda los preceptos de Cristo, podrá sufrir la muerte, pero jamás será vencido [5].
[3]. [Mt. 19, 6; Mc. 10, 9].
[4]. [Act. 5, 29].
[5]. [Epist. ad Cornelium papam: PL 3, 825].
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7.–Para responder completamente a las preguntas que Nos habéis hecho, hay que aclarar todavía la siguiente cuestión: Dos cónyuges, pertenecientes a la religión católica, que, después de la ruptura de su matrimonio por la sola autoridad de un tribunal no católico, han contraído segundas nupcias ante un ministro no católico, y después, arrepintiéndose del delito cometido, piden humildemente perdón, ¿pueden ser admitidos a la participación de los sacramentos? –No puede haber duda en este punto. Han de ser admitidos a la participación de los sacramentos, con tal de que hagan dignos frutos de penitencia, el primero de los cuales ha de consistir en separarse de su segundo cónyuge, si el primero vive todavía. Pero si éste ha muerto, y los dos cónyuges son católicos, entonces el obispo decidirá lo que hay que hacer para que el matrimonio se pueda contraer según las reglas y santamente. Mas si se tratara de un cónyuge católico que desea unirse con uno no católico, ora en el caso de que su primer matrimonio haya sido disuelto regular y legítimamente por la doble sentencia del juez eclesiástico, ora en el caso de que su primera unión haya quedado rota y desatada naturalmente por la muerte del otro cónyuge, entonces los obispos deberán actuar con precaución y suma atención. Y puesto que la Iglesia ha sentido siempre aversión hacia estos matrimonios entre herejes y católicos y los ha prohibido con las más severas leyes, y la principal razón para ello ha sido que –en tales matrimonios– se oculta casi siempre un grave peligro de que el cónyuge católico sea pervertido y alejado de su fe, y porque la educación católica de los hijos de ambos sexos permanece insegura y dudosa, los obispos han de excluir y rechazar tales uniones –en cuanto sea posible– con caridad y dulzura cristiana. Pero si está descartado el peligro de perversión del cónyuge católico, y queda asegurada la educación católica de los hijos (en las condiciones que Benedicto XIV mandó observar diligentemente, en su carta –anteriormente citada– a los obispos de Polonia), y si Vos, Venerable Hermano, o vuestros obispos sufragáneos Nos pedís dispensa en ciertos casos y por algún motivo muy urgente, Nos no rehusaremos acceder a vuestras súplicas, si el bien de la religión y la salvación de las almas parecen exigirlo.
[EM, 55-62]
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4.–Ut ergo super praedictis ex Nostro Apostolicae sollicitudinis ministerio Tibi opportune et cumulate respondeamus, duo hic praemittenda esse duximus, quae sane totius rei sunt veluti prima capita, quae que ubi praesertim agitur de matrimoniis tum Catholicorum cum haereticis, tum haereticorum inter se vel ineundis vel dissolvendis, semper prae oculis haberi debent.
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5.–Atque horum primum est, Catholicorum cum haereticis connubia Ecclesiam Catholicam tamquam illicita, perniciosa et detestabilia perpetuo interdixisse et reprobasse, quod innumeris possemus Conciliorum, Summorumque Pontificum decretis demonstrare, nisi abunde sufficerent ea, quae hac de re immortalis memoriae Pontifex Benedictus XIV praedecessor Noster scripsit tum in encyclicis literis ad Poloniae regni Primatem, Archiepiscopos et Episcopos (1), tum in praeclaro suo opere de Synodo Dioecesana. Et licet in quibusdam regionibus propter locorum et temporum difficultatem eadem connubia tolerari contingat, id quidem ad eam referendum est aequanimitatem, quae nulla ratione approbationis et consensus cuiuspiam loco habenda sit, sed merae patientiae, quam ad maiora vitanda mala affert necessitas, non voluntas, quemadmodum haud ita pridem fel. rec. Pontifex Pius VI Episcopis Vratislaviensi, Rosnaviensi (2), et Scepusiano rescripserat.
1. Cf. Epist. Encycl. Magnae Nobis [1748 06 29/2-5].
2. S. C. C., Rosnavien., 20 aug. 1780. —Roskovany, De Matrimoniis mixtis, tom II, p. 539-542.
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6.–Alterum vero est, sententiam laicorum tribunalium et acatholicorum conventuum, a quibus praesertim matrimoniorum nullitas declaratur, eorumque vinculi attentatur dissolutio nullum robur vimque prorsus nullam penes Ecclesiam consequi posse... Quaerebas, quid agendum sit a parochis catholicis, cum aliquis ex coniugibus per sententiam Consistorii acatholici solutus a priori matrimonio ac suae libertati restitutus, si velit cum catholico aut catholica nubere, possitne parochus his nuptiis assistere el benedictionem nuptialem impertiri, quod bis tentatum fuisse in ipsa dioecesi narrabas? At Tu ipse ea, qua praestas, sapientia vides, Ven. Frater, gravissimum commissuros scelus, suumque sacrum ministerium prodituros esse eos parochos, qui has nuptias sua praesentia probarent suaque benedictione firmarent. Neque enim illae nuptiae dicendae sunt, sed potius adulterina connubia. Perstat enim immotumque manet impedimentum ligaminis ex vinculo prioris matrimonii, quod per sententiam acatholici consistorii relaxare ac dissolvi non potuit, quo durante ac persistente impedimento, si vir foeminae coniungitur, adulterium est. Quapropter suavibus verbis ac blandis et efficaci sermone potius a parocho adhortandus est coniux ille, ne tantum facinus committat, ac ne contra Dei legem peccet, quam Idem ab ipso mundi primordio tulit inquiens: “quod Deus coniunxit, homo non separet” [3]. Quodsi propositi tenax morigerum se parochi monitis praebere renuat, et turpi adulterio cum coniuge acatholica copuletur, sitque aleae ac periculi plenum ipsique religioni fortasse noxium ulterius obsistere et contra niti: silere quidem et tolerare tam immane facinus parochus poterit, nunquam vero vel copulationi interesse, multo minus benedictionem impertiri. Iubeat, increpet, minetur laica potestas: “obedire magis Deo oportet, quam hominibus” [4]. Sacerdos Dei (verbis utimur divi Cypriani) EvangeIium tenens et Christi praecepta custodiens occidi potest, vinci non potest...[5].
[3]. [Mt. 19, 6; Mc. 10, 9].
[4]. [Act. 5, 29].
[5]. [Epist. ad Cornelium papam: PL 3, 825].
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7.–Ad plenam propositae abs Te quaestionis explanationem restat nunc declarandum, an ii comuges catholicae religionis cultores, qui sola acatholici consistorii authoritate excusso prioris matrimonii vinculo ad secundas nuptias coram ministro acatholico properaverint, deinde admissi sceleris poenitentes veniam humiliter petant, possint ad Sacramentorum participationem admitti? Sed nulla in hac re potest esse dubitatio, siquidem veros poenitentiae fructus faciant, quorum primum illum esse oportet, ut a secundo coniuge separentur, si prior vivat adhuc; sin vero decesserit et uterque coniux sit catholicus, Episcopus statuat, quid factu opus fuerit, ut rite sancteque matrimonium contrahi possit; sed si catholicus alter ex coniugibus fuerit, qui cum acatholico velit nuptias inire, vel in eo casu, quo vinculum prioris sui matrimonii per duplicem sententiam iudicis ecclesiastici rite ac legitime dissolutum fuerit, vel in altero, quod per mortem alterius coniugis primum matrimonium suapte natura disruptum ac discissum: tunc caute et maxima adhibita diligentia se gerant Episcopi. Huiusmodi enim matrimonia inter unam partem haereticam et alteram catholicam cum Ecclesia semper detestata fuerit, et severissimis legibus interdixerit eo vel maxime, quod plerumque subest grave periculum pervertendi el abstrahendi a fide coniugen catholicum, et anceps ac dubia sit educatio prolis utriusque sexus in religione catholica, christiana caritate ac suavitate quantum fieri poterit, avertant Episcopi ac reiiciant talia coniugia. Quodsi periculum perversionis coniugis removeatur, et prolis educatio catholica in tuto sit, iis adhibitis conditionibus, quas Benedictus XIV in supra memoratis literis ad Primatem et Episcopos Poloniae diligenter servari praescripsit, Tuque, Ven. Frater, aut Episcopi Tui suffraganei a Nobis petierint aliquo in casu ex urgentissima causa dispensari, non recusabimus vestris precibus assentiri, si id religionis bonum et animarum salus postulare videatur.
[CICF 2, 718-719]