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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[0210] • PÍO VII, 1800-1823 • EDUCACIÓN CRISTIANA DE LOS HIJOS

De la Instrucción Sunt quaedam, de la Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe, 9 diciembre 1822

1822 12 09 0007

[7.–] Los misioneros deben dar algunas instrucciones y normas, con las que las esposas católicas puedan prevenir a sus hijos mayores del peligro de perder la fe. Lo primero de todo que los misioneros deben hacer es llevarlas a que hagan verdadera penitencia por el gran pecado que cometieron, e invoquen sobre sí el perdón de Dios, y procuren en la medida de sus fuerzas atraer al seno de la Iglesia católica al cónyuge que yerra en la fe, y ganar su alma; pues ganar a los padres es ganar a los hijos. Exhórtenlas después a que cada día eleven las más humildes súplicas a Dios, que con fortaleza y suavidad ablanda y dispone los corazones de los hombres, y que llama tanto a lo que no es como a lo que es; así se tendrá que subirá al cielo la oración ofrecida por la salvación de los maridos y de los hijos, y descenderá la misericordia divina. Anímenlas también a vivir las virtudes cristianas, con cuyos adornos como de joyas preciosísimas se muestren a sus maridos y, sobre todo, la modestia, la paciencia y la delicadeza; porque si la virtud causa alegría hasta cuando se da en el enemigo, ¿cuánto más lo hará si la tiene la esposa? Y si acaso se retrasara la misericordia divina, no desesperen de ella, siguiendo el ejemplo de las santas esposas Mónica, Clotilde y otras que, con la ayuda de Dios, acabaron por conducir a sus maridos a la fe, alejados de ella.

Una vez que se han seguido estas indicaciones, en el caso de que no hayan convencido del todo a sus maridos, no ganarán sus almas, pero tratarán de vencer su resistencia y disponer sus corazones en orden a conseguir al menos algún fruto en el campo de la educación de los hijos. Y a este respecto los misioneros hablarán de las precauciones y diligencias que deben emplearse con objeto de evitar los peligros de una mala educación de los hijos; tantas por supuesto cuantas los padres están obligados a poner para procurar la salud espiritual de los mismos. Pongan empeño, pues, las esposas católicas en que se les permita educar a los hijos y a las hijas al menos hasta los años de la pubertad; pues si a partir de ese tiempo, los hijos pierden la fe, serán responsables ellos mismos, y no se deberá a la negligencia de la madre católica. En el caso de que ya desde el uso de razón, no se les dé la posibilidad de educar a sus hijos, deberán con amonestaciones, consejos, recomendaciones, cuanto sea necesario, inculcar en sus hijos la verdadera religión. Por último, si tal vez los misioneros advierten que alguna de ellas se desanima porque, tras haber puesto toda diligencia y cuidado, no tiene posibilidad alguna de intervenir en la educación católica de los hijos, les hablarán de la hermosísima sentencia de San Bernardo en el libro cuarto De Consideratione: No desesperes; cuida de tu hijo; no, cura a tu hijo. Has oído: Ten cuidado de él, y no: Cúralo o sánalo. No está siempre en la mano del médico que el enfermo se alivie. Pablo habla: trabajé más que todos, no dice: Progresé más que todos, o más que todos fructifiqué, evitando escrupulosamente una palabra incómoda. Conocía el hombre, a quien Dios había instruido, que cada uno recibirá según su trabajo, no según el resultado[1].

[1]. [PL 182, 773].