[0213] • PÍO VIII, 1829-1830 • LEY DIVINA Y ECLESIÁSTICA SOBRE LOS MATRIMONIOS MIXTOS
De la Carta Apostólica Litteris altero, a los Obispos de la provincia eclesiástica de Colonia (Alemania), 25 marzo 1830
1830 03 25 0001
1.–[...] Es inútil enseñaros cuál es la norma y conducta de la Iglesia con respecto a los matrimonios mixtos. No ignoráis que la Iglesia aborrece estas uniones que presentan tantas deformidades y peligros espirituales; y que, por esta razón, la Iglesia ha velado siempre con el mayor cuidado para que se cumplan religiosamente las leyes canónicas que las prohiben. Es verdad que vemos que los Romanos Pontífices han levantado algunas veces esta prohibición, y dispensado de la observancia de los sagrados cánones; pero no lo han hecho sino por razones graves y con gran repugnancia. Además, tuvieron la costumbre constante de añadir a la dispensa que concedían una cláusula expresa sobre las condiciones previas, bajo las cuales permitían estos matrimonios, a saber: que el esposo católico no pudiera ser pervertido por el acatólico, y que, al contrario, el primero debía saber que estaba obligado a emplear los medios a su alcance para apartar al otro de su error; que, además, los hijos de ambos sexos, que nacieran de esa unión, habían de ser educados exclusivamente en la santidad de la religión católica.
Sabéis, Venerables Hermanos, que todas estas precauciones tienen la finalidad de hacer que se respeten, en este punto, las leyes naturales y divinas. En efecto: es un hecho reconocido que los católicos –ya sean varones, ya hembras– que se casan con acatólicos, de forma que se expongan a sí mismos y a sus futuros hijos al peligro de ser pervertidos, no solamente violan los sagrados cánones, sino que además pecan directa y gravemente contra la ley natural y divina. Así, pues, comprenderéis que Nos haríamos culpable de un gran delito ante Dios y ante la Iglesia, si, con respecto a la celebración de matrimonios mixtos en vuestras regiones, autorizáramos –tanto en vosotros como en los párrocos de vuestras diócesis– un comportamiento, del cual pudiera deducirse que, aunque formalmente y de palabra no se aprueban esas uniones, se las aprueba al menos –inequívocamente– de hecho y en la realidad.
Alabamos, pues, el celo con el que habéis tratado, hasta el presente, de apartar de esos matrimonios a los católicos cuyas almas han sido confiadas a vuestros cuidados; y os exhortamos encarecidamente en el Señor a seguir trabajando denodadamente en esta tarea, “con toda paciencia y doctrina”. Los esfuerzos que hagáis, serán recompensados abundantemente en los cielos.
Así, pues, según estas instrucciones, siempre que una persona católica –principalmente si es mujer– quiera casarse con un acatólico, será menester que el obispo o párroco la instruya cuidadosamente acerca de las disposiciones canónicas sobre los matrimonios, y la advierta seriamente del delito del que se va a hacer culpable ante Dios, si ella tiene el atrevimiento de violarlas. Será conveniente, sobre todo, obligarla a que tenga bien presente que el dogma más firme de nuestra religión es que “fuera de la fe católica nadie puede salvarse”, y que, por consiguiente, se dé cuenta de que su comportamiento sería cruel y atroz para el hijo que espera de Dios, si se decide a contraer un matrimonio en el que sabe que la educación de sus hijos dependerá enteramente de la voluntad de un padre acatólico. Estas saludables amonestaciones, si la prudencia lo aconseja, deberán repetirse, principalmente cuando se acerque el día de la boda, y en la época en que se hagan las proclamaciones de costumbre, y con las cuales se investiga si existen otros impedimentos canónicos que se opongan a la celebración. Si, en determinados casos, no se escucha las amonestaciones paternales de los pastores, será menester –ciertamente–, para evitar todo alboroto y preservar a la religión de mayores males, abstenerse de censurar nominalmente a las personas. Mas, por otra parte, el pastor católico deberá abstenerse de honrar, con cualquier clase de ceremonia, el matrimonio que va a seguirse; deberá abstenerse de todo acto por el cual pueda parecer que da su consentimiento a esa boda.
[EM, 66-68]
1830 03 25 0001
1.– [...] Itaque ad rem propius venientes, haud Nobis opus est, ut Fraternitates Vestras sacra omni doctrina peritissimas edoceamus, quae nam adversus mixtas, de quibus agitur, nuptias Ecclesiae ratio sit. Ergo ignotum Vobis non est, Ecclesiam ipsam a connubiis huiusmodi, quae non parum deformitatis, et spiritualis periculi praeseferunt, abhorrere, atque idcirco Apostolicam hanc Sedem summo semper constantique studio curasse ut canonicae leges matrimonia eadem prohibentes religiose custodirentur. Quodsi Romani Pontifices a sanctissimo illo canonum interdicto nonnunquam dispensasse inveniuntur, id profecto graves ob causas, et aegre admodum fecerunt, suisque dispensationibus adiicere consueverunt conditionem expressam de praemittendis matrimonio opportunis cautionibus, non modo ut coniux catholicus ab acatholico perverti non posset, quin potius ille teneri se sciret ad hunc pro viribus ab errore retrahendum, sed etiam, ut proles utriusque sexus ex eodem matrimonio procreanda in catholicae religionis sanctitate omnino educaretur. Nostis autem, Venerabiles Fratres, ipsas omnes cautiones eo spectare, ut hac in re naturales divinaeque leges sartae tectae habeantur, quandoquidem exploratum est, catholicas personas seu viros, seu mulieres, quae nuptias cum acatholicis ita contrahunt, ut se aut futuram sobolem periculo perversionis temere committant, non modo canonicas violare sanctiones, sed directe etiam, gravissimeque in naturalem ac divinam legem peccare. Atque exinde iam intelligitis, Nos quoque gravissimi coram Deo et Ecclesia criminis reos fore, si circa nuptias huiusmodi istis in regionibus contrahendas, illa a Vobis aut a parochis Vestrarum dioecesium fieri assentiremur per quae, si non verbis, factis tamen ipsae indiscriminatim approbarentur. Quare Nos summopere commendantes zelum illum Vestrum, quo catholicos Vestrae curae commissos a connubiis mixtis avertere hactenus adlaborastis, enixe Vos in Domino exhortamur, ut posthac pariter in id ipsum sedulo incumbatis in omni patientia et doctrina: horum deinde laborum copiosam in coelis mercedem accepturi. luxta haec igitur, quoties praesertim catholica aliqua mulier viro acatholico nubere velit, diligenter ab Episcopo seu a parocho edocenda erit, quaenam circa huiusmodi nuptias canonum sententia sit, serioque admonenda de gravi scelere, quo apud Deum rea fiet, si eos violare praesumat; et maxime opportunum erit eamdem adhortari, ut meminerit firmissimum illud nostrae religionis dogma, quod extra veram catholicam fidem nemo salvus esse potest: proindeque agnoscat se in filios, quos a Deo expectat, iam nunc crudelissime acturam, si tales contraxerit nuptias, in quibus sciat illorum educationem in viri acatholici arbitrio futuram. Quae quidem salubria monita erunt etiam, prout prudentia suggesserit, iteranda, eo praesertim tempore, quo nuptiarum dies instare videatur, dumque consuetis proclamationibus disquiritur, utrum alia sint, quae illis obstent, impedimenta canonica. Quodsi nonnullis in casibus paterna huiusmodi sacrorum pastorum studia in irritum cadere contingat, tum sane abstinendum erit a catholica eadem persona, censuris in illam nominatim expressis, corripienda, ne tumultus aliquis excitetur, et graviora rei catholicae mala obveniant: sed alia ex parte abstinere etiam catholicus pastor debebit non solum a nuptiis, quae deinde fiant, sacro quocumque ritu honestandis, sed etiam a quovis actu, quo aprobare illas videatur.
[CICF 2, 734-735]