[0214] • GREGORIO XVI, 1831-1846 • PELIGROS DE LOS MATRIMONIOS MIXTOS
De la Carta Encíclica Summo iugiter, a los Obispos de Baviera (Alemania), 27 mayo 1832
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[1.–] Con sumo cuidado procuró siempre la Sede Apostólica que fuesen religiosamente observados los cánones de la Iglesia que prohiben severamente los matrimonios de los católicos con los herejes. Y si bien, para evitar más graves escándalos, fue necesario a veces tolerar en algunos lugares semejantes matrimonios, con todo, los Romanos Pontífices no dejaron de procurar por todos los medios a su alcance, que aun en esos lugares se enseñase al pueblo el desorden y peligro espiritual inherentes a tales matrimonios y, por consiguiente, la gravedad del delito de que se hace reo el católico, hombre o mujer, que se atreve a violar las sanciones canónicas establecidas acerca de estas cosas. Si algunas veces los mismos Romanos Pontífices dispensaron, en casos particulares, de esta santísima prohibición canónica, esto fue hecho ciertamente por causas graves y con no poco disgusto, acostumbrando añadir a sus dispensas la condición expresa de tomar, antes del matrimonio, las debidas precauciones, no sólo para que el cónyuge católico no pueda ser pervertido por el acatólico –en realidad debe tener en cuenta que su obligación es apartar del error al no católico, en la medida de sus posibilidades–, sino también para que la prole de ambos sexos se eduque íntegramente en la santidad de la religión católica.
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[2.–] De aquí que Nosotros –que aun sin mérito Nuestro por la disposición de Dios, ocupamos la Cátedra de Pedro–, teniendo ante los ojos aquella norma establecida santísimamente por Nuestros Predecesores, no pudimos menos de entristecernos vehementemente, Venerables Hermanos, con las muchas y fidedignas noticias que Nos llegaron de vuestras diócesis (así como de otros varios lugares), por las cuales entendimos que se encontraban allí algunos que se esforzaban con todo empeño en fomentar, entre el pueblo confiado a vuestros cuidados, una completa libertad en materia de matrimonios mixtos y, para promoverlos con más facilidad, esparcían opiniones contrarias a la verdad católica.
Ellos, según hemos sabido, se atreven a afirmar que los católicos pueden libre y lícitamente contraer matrimonio con los heterodoxos, no sólo sin recabar dispensa de la Iglesia, (dispensa que, según las reglas conocidas, en cada caso hay que implorar de esta Sede Apostólica), sino aun con desprecio de aquellas debidas cautelas que arriba mencionamos, sobre todo la que se refiere a la educación católica de toda la prole. Y a tanto han llegado, que pretenden que los matrimonios mixtos deben ser aprobados, aun en los casos en que la parte herética tenga todavía vivo un cónyuge anterior de quien se haya separado por el divorcio; y para ello se han esforzado en amenazar con graves castigos, a fin de inducir a los Pastores de almas a proclamar en la Iglesia, ante el pueblo católico, los matrimonios mixtos y a asistir luego al acto por el que aquéllos se contraen, o por lo menos, a conceder a los contrayentes las letras llamadas dimisoriales. Por último, no faltan entre ellos quienes procuran persuadirse a sí mismos y a otros que, no sólo en la religión católica se salva el hombre, sino que también los herejes que mueren en la herejía pueden llegar a la vida eterna.
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[5.–] Y entrando ya en materia comenzaremos, como es lógico, por las cosas que la fe –sin la cual es imposible agradar a Dios [1]– nos enseña, y que algunos, como ya advertimos, intentan poner en peligro con el fin de lograr una más amplia libertad en los matrimonios mixtos. No ignoráis, Venerables Hermanos, con qué celo tan intenso y constante han inculcado Nuestros Predecesores aquel mismo artículo de la fe que ellos se atreven a negar, referente a la necesidad de la fe y de la unidad católica para conseguir la salvación.
A esto se refieren las palabras del celebérrimo discípulo de los Apóstoles, San Ignacio mártir, en su carta a los filadelfos: “No erréis, hermanos míos; si alguno sigue al que hace cisma, no obtendrá la herencia del reino de Dios” [2]. San Agustín por su parte, y otros Obispos africanos congregados en el concilio Cirtense el año 412, explicaban esto mismo más explícitamente: “Quienquiera que esté separado de esta Iglesia Católica, por más que crea vivir laudablemente, con todo, por el sólo delito de estar separado de la unidad de Cristo, no tendrá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él” [3]. Y, pasando por alto otros muchos, casi innumerables pasajes, de los antiguos Padres, mencionaremos con honor aquel glorioso predecesor nuestro, San Gregorio Magno, que expresamente afirma ser ésa la doctrina de la Iglesia Católica. Dice así: “La santa Iglesia universal predica que a Dios no se le puede honrar con verdad sino dentro de ella, afirmando que cuantos están fuera de ella de ninguna manera se salvarán” [4].
Tenemos además, los actos solemnes de la misma Iglesia con los que se anuncia el mismo dogma. Así, en el decreto de fe que publicó Nuestro predecesor Inocencio III, en el IV Concilio Ecuménico de Letrán, se dice: “Una es la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual nadie puede salvarse” [5]. Finalmente, el mismo dogma se encuentra expresamente indicado en las profesiones de fe propuestas por la Sede Apostólica, tanto en la común a todas las Iglesias latinas [6] como en las otras dos, en uso, una entre los griegos [7] y otra entre los demás católicos orientales [8].
No hemos enumerado estos testimonios, entresacados de entre otros muchos, Venerables Hermanos, con ánimo de enseñaros un artículo de fe que vosotros ignoráis. Lejos de Nos el haceros objeto de una sospecha tan absurda e injuriosa. Pero es tal la preocupación que Nos apremia por este importantísimo y conocidísimo dogma, impugnado por algunos con audacia desmedida, que no pudimos contener el deseo de escribir algo apoyando esta verdad con múltiples argumentos.
[1]. [Cf Heb. 11, 6].
[2]. [PG 5, 669].
[3]. [Epist. 141, PL 33, 579].
[4]. [Moral. in Iob, lib. 14, cap 5: PL 75, 1043],
[5]. [Cap. Firmiter: DS, 802].
[6]. [Profess. Fidei Trid.: DS, 1862 ss.].
[7]. [Profess. Fidei graecis prescripta: DS, 1985 ss.].
[8]. [Benedicto XIV, Const. Nuper ad Nos: 1743 03 16/5].
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[6.–] Ánimo, pues, Venerables Hermanos, empuñad la espada del espíritu, que es la palabra de Dios, y con todas las energías de vuestro ánimo esforzaos por arrancar el error, que se va infiltrando. Obrad de tal manera y de tal manera obren bajo vuestra dirección los demás pastores de almas que os están subordinados, que el pueblo fiel de Baviera se aliente a custodiar con celo aún más ardiente la fe y la unidad católicas, como único camino de salvación, y, por lo mismo, a evitar todo peligro de abandonarla. Pues cuando esta necesidad de mantener la unión católica esté impresa y profundamente arraigada en los ánimos de todos los fieles bávaros, ya no será fácil que queden sin efecto los avisos y exhortaciones con los que os esforzaréis en alejarlos de la unión matrimonial con los herejes; y para que si alguna vez se diere una causa grave que parezca persuadir la necesidad de semejantes matrimonios mixtos, no los contraigan sin obtener la dispensa de la Iglesia y guardando religiosamente las condiciones que, como dijimos más arriba, suelen ser impuestas por ella.
Es, por cierto, oficio vuestro, enseñar asiduamente a los fieles que desean contraer tal matrimonio (así como a sus padres y a los otros bajo cuya tutela están), cuál es la doctrina canónica acerca de esto, y amonestarles gravemente que no se atrevan a infringirlos con perdición de sus almas. Por lo cual, si el caso lo exige, convendrá recordarles aquel conocidísimo precepto de la ley natural y divina, por el que se nos manda evitar no sólo los pecados, sino también los peligros próximos de pecar, lo mismo que el otro precepto de la misma ley por el que se prescribe a los padres educar a sus hijos en la obediencia y temor del Señor y, por lo tanto, adoctrinarlos en el verdadero culto de Dios, que está únicamente en la Religión Católica.
Según esto, los exhortaréis a que consideren seriamente la magnitud de la injuria que infieren al Supremo Señor y la crueldad con que obrarían contra sí y sus futuros hijos, al exponerse y exponerlos al peligro de perversión, contrayendo temerariamente un matrimonio mixto.
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[7.–] Pero si, lo que Dios no permita, alguna vez aconteciese que tales avisos y exhortaciones fuesen ineficaces y algún hombre o mujer católicos no quisiera abandonar su perversa determinación de contraer matrimonio mixto sin pedir o sin lograr la dispensa de la Iglesia o descuidando las debidas cautelas o algunas de ellas, entonces, ciertamente, será deber del Pastor sagrado no sólo abstenerse de honrar con su presencia el mismo matrimonio, sino también omitir las proclamas y negar las letras dimisoriales. Es vuestro deber, Venerables Hermanos, avisar a los párrocos y debidamente exigirles que se abstengan de todo acto semejante. Puesto que el cura de almas que obrase de otra manera, sobre todo en las actuales circunstancias de Baviera, parecería, en cierto modo, aprobar con sus actos esos matrimonios ilícitos y fomentaría con sus obras aquella libertad perniciosa para la salud de las almas y también para la causa de la fe.
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[8.–] Después de esto, apenas será necesario añadir nada acerca de aquellos casos mucho más graves de matrimonio entre católicos y herejes, en los que la parte acatólica tiene vivo todavía el anterior cónyuge, de quien se ha separado por divorcio. Conocéis, Venerables Hermanos, la firmeza que el derecho divino confiere al vínculo matrimonial, el cual no puede ser roto por la autoridad humana. Por lo cual el matrimonio mixto, en semejantes casos, no sólo se haría ilícitamente, sino que sería del todo nulo y adulterino. Salvo el caso en que el matrimonio precedente –que la parte herética cree haber sido disuelto por el divorcio– hubiese sido del todo inválido, en virtud de un impedimento canónico dirimente que se le oponga. Aun así, en este último caso, no sólo habrá que observar todo lo arriba indicado, sino que, además habrá que cuidar que el nuevo matrimonio no se conceda sino después que la causa del primer matrimonio haya sido juzgada en juicio eclesiástico llevado según las normas de los cánones, por el que dicha unión sea declarada inválida.
[EM, 69-80]
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[1.–] Summo iugiter studio advigilavit Apostolica Sedes, ut Ecclesiae canones, qui nuptias catholicorum cum haereticis severe prohibent, religiose custodirentur. Et quamvis ad graviora evitanda scandala quandoque in aliquibus locis necesse fuerit illicita huiusmodi matrimonia tolerare, non tamen praetermiserunt Romani Pontifices, omni qua possent, ratione providere, ut tunc etiam iis in locis fidelis populus edoceretur, quantum deformitatis et spiritualis periculi nuptiae illae praeseferant, quantique propterea sceleris reus sit catholicus vir aut mulier, qui canonicas ea de re sanctiones violare praesumpserit. Quod si interdum Romani ipsi Pontifices sanctissimum idem canonicum interdictum relaxarunt in peculiaribus casibus, id sane graves ob causas et aegre admodum fecerunt, suisque dispensationibus consueverunt adiicere conditionem expressam de praemittendis matrimonio debitis cautionibus, non modo ut coniux catholicus ab acatholico perverti non posset, quin potius ille teneri se sciret ad hunc pro viribus ab errore retrahendum, sed etiam ut proles utriusque sexus in sanctitate religionis catholicae omnino educaretur.
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[2.–] Itaque Nos, qui licet immerentes, supremam Petri cathedram, Deo ita disponente, tenemus, prae oculis habentes rationem illam a praedecessoribus nostris sanctissime initam, non potuimus, venerabiles fratres, non contristari vehementer ob allatos e vestris dioecesibus (uti ex aliis diversis locis) plures certosque nuncios, ex quibus intelleximus, inveniri isthic nonnullos, qui apud populum curis vestris concreditum fovere omni ope nituntur omnimodam mixtarum nuptiarum libertatem, atque ad eam facilius promovendam opiniones disseminant catholicae veritati contrarias, scilicet ipsi, ut accepimus, affirmare audent, catholicos posse libere ac licite matrimonia cum heterodoxis contrahere, non modo non impetrata Ecclesiae dispensatione (que iuxta notas regulas in singulis casibus ab hac Apostolica Sede imploranda est), sed praetermissis etiam debitis, quas supra memoravimus, cautelis, illa praesertim, quae est de prole universa catholice educanda; quin imo eo res devenit, ut iidem mixta illa connubia tunc etiam probanda esse contendant, cum haeretica pars habeat priorem alium coniugem adhuc viventem, a quo divortio discesserit; ad haec et graves poenarum minas adhiberi curarunt, quibus inducantur animarum pastores, ut mixtas nuptias in Ecclesia coram catholico populo proclament et postea assistant actui, quo illae contrahantur, vel saltem contracturis dimissoriales, quemadmodum appellant, literas concedant; denique nec desunt ex ipsorum illorum numero, qui sibi aliisque persuadere conantur, non in catholica solum religione salvari hominem, sed eos quoque, qui haeretici sint atque in haeresi moriantur, ad aeternam vitam posse pertingere.
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[5.–] Porro ad rem venientes, initium, ut par est, faciamus ab iis quae fidem spectant, sine qua impossibile est placere Deo [1], et quam, ut supra monuimus, nonnulli in discrimen adducere conantur ad libertatem matrimonii mixti latius inducendam. Ignotum vobis non est, venerabiles fratres, quam impenso constantique studio maiores Nostri inculcaverint eum ipsum, quem illi negare audent, fidei articulum, qui est de catholicae fidei atque unitatis necessitate ad consequendam salutem. Quo spectant verba illa celeberrimi apostolorum discipuli S. Ignatii martyris in epistola ad Philadelphios: “Ne erretis, fratres mei, si quis schisma facientem sectatur, regni Dei haereditatem non consequitur” [2] S. Augustinus autem aliique Africae episcopi in Cirtensi concilio anno quadringentesimo decimo secundo congregati id ipsum ita fusius explicabant: “Quisquis ab hac catholica Ecclesia fuerit separatus, quantumlibet laudabiliter se vivere existimet, hoc solo scelere, quod a Christi unitate disiunctus est, non habebit vitam, sed ira Dei manet super eum” [3]. Et praetermissis aliis, quae prope innumera sunt antiquorum Patrum locis, laudabimus gloriosum illum praedecessorem Nostrum sanctum Gregorium M. qui expresse testatur, eam ipsam esse catholicae Ecclesiae doctrinam. Ait enim: “Sancta universalis Ecclesia praedicat, Deum veraciter nisi intra se coli non posse, asserens, quod omnes qui extra ipsam sunt, minime salvabuntur” [4]. Extant praeterea solemnes ipsius Ecclesiae actus quibus dogma idem annunciatum est. Ita in decreto fidei, quod edidit Noster itidem praedecessor Innocentius III cum oecumenica synodo Lateranensi IV, haec habentur: “Una vero est fidelium universalis Ecclesia, extra quam nullus omnino salvatur” [5]. Denique idem etiam dogma expresse indicatum habetur in fidei professionibus ab Apostolica Sede propositis, tum in illa videlicet qua omnes ecclesiae latinae utuntur [6], tum in aliis duabus, quarum altera a Graecis [7], altera a ceteris orientalibus catholicis [8] adhibetur. Haec ex plurimis selecta testimonia non eo recensuimus animo, venerabiles fratres, ut vos quasi eum fidei articulum ignorantes edoceremus. Absit a Nobis ut tam absurdam et contumeliosam de fraternitatibus vestris suspicionem habeamus. Sed tanta Nos sollicitudo tenet ob gravissimum iuxta ac exploratissimum dogma tam insigni a quibusdam audacia impugnatum, ut continere calamum non potuerimus a veritate illa pluribus inculcanda.
[1]. [Cf Heb. 11, 6].
[2]. [PG 5, 669].
[3]. [Epist. 141, PL 33, 579].
[4]. [Moral. in Iob, lib. 14, cap 5: PL 75, 1043],
[5]. [Cap. Firmiter: DS, 802].
[6]. [Profess. Fidei Trid.: DS, 1862 ss.].
[7]. [Profess. Fidei graecis prescripta: DS, 1985 ss.].
[8]. [Benedicto XIV, Const. Nuper ad Nos: 1743 03 16/5].
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[6.–] Eia igitur, fratres venerabiles, assumite gladium spiritus, quod est verbum Dei, totisque animorum viribus gliscentem errorem eradicare contendite. Sic agite, sicque agant ductu vestro ceteri, qui sub vobis sunt, animarum curatores, ut fidelis Bavariae populus excitetur ad catholicam fidem atque unitatem, tamquam ad unicam salutis viam ardentiori usque studio custodiendam, atque adeo ad omne illius deserendae periculum vitandum. Quae quidem catholicae unitatis tuendae necessitas ubi fuerit impressa in cunctis Bavarorum fidelium animis alteque defixa, haud facile deinceps irrita erunt monita atque adhortationes, quibus ipsos avertere conabimini a nuptiarum foedere cum haereticis coniungendo; aut si aliqua interdum gravis causa interveniat, quae mixtas huiusmodi nuptias suadere videatur, ut illas non aliter contrahant, nisi impetrata Ecclesiae dispensatione et conditionibus, quae, ut supra diximus, praescribi ab illa solent, religiose servatis. Vestrum scilicet officium est, ut fideles mixta illa connubia inire cupientes (uti et eorum genitores, aliive, sub quorum cura sunt) edoceantur sedulo, quaenam circa eam rem canonum sententia sit, graviterque moneantur, ne eos in perniciem animarum suarum perfringere audeant. Quare si res ita postulet, revocare in illorum memoriam oportebit notissimum illud naturalis divinaeque legis praeceptum, quo non peccata solum, sed pericula etiam ad peccatum proxime inducentia vitare iubemur, uti et praeceptum aliud eiusdem legis, quo parentibus iniungitur, filios educare in disciplina et correptione Domini (Eph VI, 4), ideoque et erudire ipsos ad verum Dei cultum, qui unice in catholica religione est. Hinc adhortabimini fideles illos, ut serio perpendant, quantam supremo numini iniuriam faciant et quam crudeliter erga se futurosque sibi liberos acturi sint, ubi nuptiis mixtis temere contrahendis se filiosque ipsos perversionis periculo committant. Atque ut gravitas periculi eiusmodi luculentius appareat, commemorabitis iisdem saluberrima illa Apostolorum, Patrum canonumque monita, quae sunt de periculosa cum haereticis familiari conversatione evitanda.
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[7.–] At vero si nonnunquam contigerit, quod Deus avertat, ut monita et adhortationes huiusmodi in irritum cadant et catholicus aliquis vir mulierve recedere nolit a perverso suo consilio ineundi mixtas nuptias, non petita, seu non impetrata Ecclesiae dispensatione, vel debitis cautionibus seu earum aliqua praetermissa, tunc sane sacri pastoris officium erit, abstinere non solum a matrimonio ipso sua praesentia honestando, sed etiam a praemittendis eidem proclamationibus atque a dimissorialibus litteris concedendis. Vestrum autem est, venerabiles fratres, admonere parochos ac rite ab iisdem exigere, ut ab omni huiusmodi actu se abstineant. Enimvero animarum curator, qui se aliter gereret, in praesentibus praesertim Bavariae adiunctis, approbare quodammodo illicitas illas nuptias facto suo videretur, et illarum libertatem animarum saluti, imo et fidei causae perniciosam sua ipse opera foveret.
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[8.–] Post haec vix est, ut aliqua addamus de aliis illis longe gravissimis casibus matrimonii inter catholicos et haereticos contrahendi, in quibus pars acatholica habeat viventem adhuc priorem coniugem, a quo divortio seiuncta fuerit. Nostis, venerabiles fratres, quanta ex divino iure sit firmitas matrimonialis vinculi, quod separari humana auctoritate non potest. Quare matrimonium mixtum in eiusmodi casibus non modo illicite fieret, sed nullum prorsus atque adulterinum foret; praeterquam si priores illae nuptiae, quas haeretica pars divortio dissolutas esse autumat, irritae omnino fuissent propter aliquod, quod illis vere obstiterit, canonicum dirimens impedimentum. Porro in postremo hoc casu non solum servanda erunt ea omnia, quae supra dicta sunt, sed cavendum insuper, ut novum ipsum matrimonium non permittatur, nisi postquam causa primi connubii ab haeretica parte iam antea initi cognita fuerit ecclesiastico iudicio ad canonum normam exacto, quo connubium idem fuerit irritum declaratum.
[Gregorii XVI Acta 1, 140-142]