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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[0274] • LEÓN XIII, 1878-1903 • MATRIMONIO CIVIL

De la Carta Encíclica Quod multum, a los Obispos de Hungría, 22 agosto 1886

1886 08 22 0006

[6.–] Por lo que se refiere a la sociedad conyugal, trabajad, Venerables Hermanos, para grabar en los ánimos la doctrina católica sobre la santidad, unidad y perpetuidad del matrimonio; recordadles sin cesar que los matrimonios de los cristianos están sujetos por su naturaleza a la sola potestad eclesiástica; explicad lo que piensa y enseña la Iglesia del matrimonio llamado civil; la forma en que los católicos deben obedecer esta ley; que no es lícito a los cristianos, aun en circunstancias graves, contraer matrimonio con personas que no profesan la religión católica, y que los que atentan hacer esto sin la autorización y dispensa de la Iglesia pecan contra Dios y contra la Iglesia misma. Siendo este asunto de tan capital importancia, como veis, con gran diligencia y en cuanto les fuere posible deben procurar todos, a quienes incumbe este cuidado, que nadie se separe de estos mandatos bajo ningún pretexto. Con tanta mayor razón cuanto que en el asunto que Nos ocupa, como en ningún otro, se halla unida y ligada en virtud de ciertos necesarios vínculos, la obediencia a la Iglesia con la salud de la sociedad.

Pues, la sociedad doméstica nutre y contiene un como principio y óptimo elemento para la vida civil. Por eso depende de ella en gran parte el estado pacífico y próspero de la sociedad. Y tal es la sociedad doméstica cual resulta del éxito del matrimonio, y éstos no pueden tener buen resultado, a no ser que sean guiados por Dios y la Iglesia. Despojada de estas condiciones la unión marital, reducida a la servidumbre de la pasión, contraída contra la voluntad de Dios, despojada a su vez de todo auxilio celestial, rota asimismo toda comunión de vida con lo que más interesa al hombre, con la religión, ha de producir necesariamente frutos funestísimos de destrucción de la familia y de la sociedad. Por esta razón merecieron bien, no sólo de la religión, sino también de la patria, aquellos católicos que hace dos años, al solicitarse de la Cámara de legisladores húngaros que declarara legítimos los matrimonios de los cristianos con los hebreos, rechazaron por unanimidad y con energía dicha pretensión y consiguieron que prevaleciera la antigua ley de los matrimonios.

[EM, 204-205]